12: Ojo por Ojo...

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    Ocho de la mañana, lo único que quiero en este momento es un café expreso y que mi primera clase del día no esté completamente llena de estudiantes difíciles

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    Ocho de la mañana, lo único que quiero en este momento es un café expreso y que mi primera clase del día no esté completamente llena de estudiantes difíciles.

    Entro a mi salón, casi ningún alumno está presente en este momento, me preparo para dar mi clase mientras otros chicos van apareciendo esporádicamente, hasta que la secretaria de la decana Rivers toca la puerta.

    —Señor Miller, debe presentarse en la oficina de la decana en este preciso momento— me indica la mujer con su amable voz.

    —Si, señorita Cooper— respondo lentamente sin saber por qué me necesitaba, es decir, nunca voy a la oficina de la decana, nunca me han llamado, hasta ahora...

    Indico a la clase que tomen asiento y me esperen, no tardaré mucho... Eso creo.

    Toco la puerta, escucho un poderoso "pasa" desde el otro lado y así lo hago. La oficina de la decana en esta universidad no puede ser muy diferente a la de cualquier otro director o rector en otro centro educativo; tiene el gran escritorio de madera, la silla giratoria que se ve extra cómoda, la pequeña biblioteca privada y unos tantos muebles más que completan la decoración.

    Y de todos esos objetos en la habitación lo primero que captó mi mirada fue a Mercy sentada frente en una silla del escritorio de decana, y ésta con una expresión no muy relajada.

    —Por favor siéntese señor. Miller— Mercy y yo apenas podemos darnos una pequeña mirada antes de seguir la indicación de mi superior —. Bien, ya que todos estamos aquí voy a abordar el tema y quisiera que fuera sencillo pero la situación no lo es.

    No sé de qué está hablando pero sé por alguna razón en su tono de voz que estamos en problemas.

    —Generalmente los rumores que se crean en los pasillos de esta institución no son de mi incumbencia pero si estos están acompañados de pruebas...

    —¿Pruebas? ¿Pruebas de qué?— pregunto.

    —¿Qué cosa?— pregunta a mi derecha Mercy.

    —Señorita Rodríguez, supongo que está consiente de la falta gravísima que han cometido usted y el señor Miller...

     —¡¿Qué?!— decimos al mismo tiempo.

    —No, decana Rivers, esto es un es mal entendido— le trato de explicar rápidamente.

    —Es totalmente lo contrario. Sinceramente él no es mi tipo— me señala.

    —No sigan por favor, he oído todo tipo de escusas en este caso, pero yo como máxima autoridad de esta institución es mi deber intervenir....

    —Decana Rivers— la interrumpe Mercy —, ¿puedo preguntarle quién fue la que le dio esas supuestas pruebas de que nosotros salíamos?

Sabiduría del Amor (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora