〞01 ─ ꒰ CAP O1 ꒱

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— Estoy harta de vivir en este maldito hogar. —Añadí enfatizando mi tono de voz, lo cual provocó que esta sonase completamente firme. Al final, todo terminó provocando aún más el enfado de mi padre.

— Pues vas a tener que acostumbrarte a las reglas que he implicado, Amélie. Soy la cabeza de esta vivienda. —Plasmó su puño sobre la mesa, dando por finalizada la discusión que se formó hace minutos atrás.

— Todo era mejor cuando mamá estaba aquí. Eres el culpable de que le arrebataran la vida. Joder, cuanto hubiese querido que las cosas fueran al revés. —Mis acontecimientos salían sin ninguna especie de obstáculo, maldiciendo una y otra vez debido a la ira acumulada y sobretodo las ganas que tenía de huir de esa casa.

Aquél adulto se encaminó hacia mí, elevando la palma de su mano para así mismo dejarla caer sobre una de mis mejillas, provocando que de tal fuerza mi rostro quedase con sus dedos remarcados sobre mi pálida piel.

Lágrimas caían de mis orbes, deslizándose desenfrenadamente por mis mejillas, causando de manera inmediata el enrojecimiento de los mismos.

No dije ni tan siquiera una sola palabra, y me dirigí hacia mi solitaria habitación, en la cual no dudé ni tan solo un segundo en empacar mis objetos personales.

— Me largo de aquí. No lo soporto más. —Gesticulé, escuchando como mi padre solicitaba por detrás de la puerta una y otra vez que le abriera.

Mis oídos decidieron dejar de escuchar aquello y solo enfocarme en lo que estaba a punto de realizar. Nada podía frenarme en aquél entonces, nunca me había encontrado tan decidida.

No he cargado con la responsabilidad de vivir de forma independiente, pues desde que falleció mi madre, papá me encarceló por años en este lugar, sin dejarme tener algún tipo de contacto social con otras personas fuera de mi pasado instituto.

No importaba cuan difícil pueda ser para mí, quería dejar de estar debajo del techo estricto y cero uniforme de mi padre.

En el momento que mi difunta madre se marchó, su herencia me concedió el derecho de quedarme con una de sus viviendas, pero durante estos años no pude habitar en ninguna debido a que mi 'figura paterna' me prohibía el hecho de salir de aquí. Pero ahora me importa un comino, tengo la capacidad suficiente para cuidarme sola. No necesito a nadie.

...

Han pasado aproximadamente tres días desde que abandoné mi hogar sin darle ninguna especie de razón aparente a mi padre. Lo cual fue una excelente decisión, pues así estaría cien por ciento segura de que no llegaría a buscarme y a arruinar mis planes de comenzar una vida por si sola.

Decidí quedarme con la rústica vivienda que permanecía cerca de una relajada urbanización en la cual casi no se escuchaba ni una sola alma. Desde el principio catalogué aquella como algo excelente, pues me ayudaría a sufrir estrés con menos frecuencia y a tener momentos amenos de relajación que influyeran en mi bienestar.

Minutos después de haber estado perdida momentáneamente entre mis pensamientos decidí sentarme sobre uno de los cómodos sofás y tomar mi móvil entre mis pequeñas manos, utilizándolo con el fin de marcarles a unos de los pocos amigos que había logrado hacer en mi antigüo instituto. Unos que con total gusto me acompañaron pese a todos los desastres que se presentaran, se trataba de Rebecca y Alék.

Comencé a mover mis dedos con agilidad sobre la pantalla táctil de dicho medio de comunicación, buscando primeramente el contacto de Rebecca para así mismo marcarle.

Comprimí mi teléfono sobre mi oreja derecha, dejando que dicha llamada diera tono una limitada cantidad de veces, hasta que por fin decidió responder.

— Hey, ¡Hola Rebecca! —Saludé con mi característica amabilidad— ¿Quisieras venir a visitarme la tarde de hoy junto con Alék?, finalmente tengo un cómodo hogar y quisiera empezar con algo de compañía.

— ¿Estás bromeando?, me alegra mucho saber que has podido salir de la tempestad en la que estabas. —Desprendió una suave risilla, seguido de aclarar su garganta para demandar lo siguiente— No tendría problema en ir a visitarte. Podría traer algo de alcohol y divertirnos, como en los viejos tiempos.

— Trato hecho. —No dudé en aceptar. Deseaba despejar mi mente por unos momentos y quitar aquella tensión que tenía acumulada en mi anatomía.

Luego de un par de minutos de conversar con mi amiga y encargarme de pasarle la dirección de la casa, bloqueé la pantalla del móvil y me encaminé hacia una ventanilla que me permitía observar el exterior. Aquellas calles solitarias y el agradable ambiente era un jodido delirio para mi merced, estaba conforme con aquello.

Segundos después de reposar mis ojos momentáneamente en la mayoría de los rincones visibles desde dicho ángulo, noté la única vivienda apartada de las demás. Su apariencia por fuera era ligeramente extraña, pues no parecía del todo cuidada a comparación con las demás. La madera de las paredes estaba carcomida y en ciertas partes podrida, a simple vista se apreciaban tan pequeños detalles. Dudaba que alguien viviera allí, pues lucía algo escalofriante. En mi mente permanecía la idea de que nadie habitaba tal zona, o que era uno de los típicos lugares en los cuales los jóvenes podían consumir drogas sin tener problemas con la policia.

La intriga me carcomió por dentro, tanto así que aproximadamente durante media hora aquél lugar permanecía inmóvil en mi cabeza.

No sabía el por qué aquello me provocaba tanta curiosidad, ni por qué sentía la necesidad de salir a investigar con mis propios ojos que era lo que había en dicha localidad.

Mi mente fue mucho más fuerte que mi voluntad, por ende tomé la plena decisión de encaminarme hacia la salida de mi vivienda, no sin antes llevar mi móvil en el bolsillo delantero de mi pantalón.

Terminé moviendo mis piernas a un ritmo moderado, hasta terminar cerca de aquél hogar que había visto anteriormente.

Entre más me adentraba a dicha zona, el ambiente se volvía cada vez más helado, provocando que mi piel se erizara. Una vez estando al frente de aquella vivienda noté como las ventanas se encontraban selladas por clavos, dándome así una inmediata confusión.

Al determinar los alrededores de dicha zona logré admirar desde mi lugar un ligero rastro de un líquido rojizo pigmentado por tonos marrones que se había plasmado sobre las viejas tablas que conformaban el suelo exterior de la vivienda, el cual llevaba directo hacia la puerta de entrada. Este casi no se podía ver del todo bien, pues la lluvia se había encargado de difuminar de aquellas antiguas tablas todo rastro.

Tragué saliva con dificultad, sintiendo como con cada segundo que pasaba la tensión aumentaba considerablemente.

Estaba decidida a marcharme, pues estaba segura de que ya había visto lo suficiente. Pero no sin antes observar si tenía algún mensaje de texto de mis respectivos amigos.

Al tratar de sacar el movil de mi bolsillo delantero generé un pésimo y descuidado movimiento que hizo caer contra el frígido suelo dicho aparato, haciendo que su batería saliera disparada.

— Dios, esto no puede ser cierto. —Suspiré con pesadez.

Rápidamente traté de levantar del suelo mi teléfono, lo cual salió efectivamente bien. Pero eso no era todo, no tenía idea de donde había caído algo tan fundamental como la batería.

Luego de cortos minutos de revisar por el suelo como una jodida estúpida logré enterarme que esta se encontraba sobre el húmedo césped que había a los alrededores de aquella morada, quedando apartada del empedrado asfalto en el cual yo me encontraba de pie.

Aquella batería telefónica estaba definitivamente cerca de un terreno en el cual no quería poner mis pies.

— Demonios.

Insania | Shawn Mendes ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora