〞12 ─ ꒰ CAP 12 ꒱

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Aquél sujeto me originaba una exorbitante curiosidad, pues cada que mis ojos se enfocaban en su siniestro aspecto mi mente formulaba mil y un preguntas que con claridad no serían respondidas por ningún individuo.

Rodeé con la asistencia de mis verdosos orbes cada rincón de dicha sala de audiencias, en la cual se hallaba una considerable acumulación de personas que se mantenían prestando su mayor atención a las adormecedoras protestas de la cabecilla de la institución, el señor Ivanòv.

Cada que mi mirada se conducía hacia alguna dirección, aquél hombre no se situaba en esta. Mencionado acontecimiento me produjo una irrebatible curiosidad, la cual se adentró en el centro de mis pensamientos, incrustándose en aquellos como un parásito.

En el otro extremo de aquella amplia sala, pude divisar como permanecía una habitual puertilla, la cual estaba compuesta por un metálico material que con el evidente pasar de los años comenzó a tomar un tono dorado con diminutas pigmentaciones rojizas, las cuales daban a reconocer el hecho de que aquella tenía un insólito herrumbre, el cual iba carcomiendo con sosiego la anticuada puerta.

Percibía en su total esplendor que dicho hombre se había escabullido por tal portillo, así que que decidí actuar con base a mi curiosidad, abriéndome paso entre la multitud de una forma en la que nadie pudiese pronosticar mi intención de adentrarme al interior de aquella puerta.

En cuanto logré ausentarme de dicha área, me hospedé por unos escasos segundos detrás de una gruesa escalerilla de madera que se mantenía recargada contra la frígida pared, mientras que mi mano zurda se tomaba el tiempo de abrir el cerrojo de aquel pórtico.

Algunos de mis intentos fueron en vano, pues no logré acceder al interior de tal lugar hasta que mi mente proyectó una refulgente idea, la cual consistía en añadir por medio del picaporte de la misma una de mis finas prensas de cabello, tratando de encontrar el punto fijo que pudiese abrirme paso al interior de esta.

Escuché la compacta resonancia de un ‘click’, el cual me hizo reconocer de manera inmediata que había conseguido llevar a cabo mi asequible planteamiento. Antes de poner un pie en el interior de aquella procuré cerciorarme que no hubiese alguna persona e inclusive algún integrante administrativo que echase por la borda mis recientes propósitos.

Mi persona había logrado acceder por en medio de dicha puerta, dándome así la vista de un alargado pasillo, el cual no me permitía visualizar que se manifestaba en el fondo, pues la recóndita obscuridad que sumergía este me lo impedía.

Las luces eléctricas de las zonas comunes zumbaban como insectos con las negras cabezas pegadas al inhóspito cristal, provocando que mencionadas luces comenzaran a parpadear con frecuencia, esparciendo un evidente escalofrío por cada rincón de mi frágil anatomía.

La delgada suela de mis zapatillas recorrió consecutivas veces aquella superficie de madera, la cual emitía rechinantes crujidos que solían volverse un grávido martirio para mí, e inclusive para cualquiera que tuviese el pérfido placer de escucharlos.

Mediante continuaba mi paulatino avance podía presagiar como una helada brisa se acoplaba al interior de mi cuerpo, haciéndome sentir como mis huesos estaban al borde de quebrarse. Realicé un evidente esfuerzo por acallar el martilleo de mi corazón, el cual se había incorporado en mis oídos, siendo una carga más que me hacía extraviar mi escasa paciencia.

Como mencioné anticipadamente, el final de dicho pasillo estaba sumido entre las sombras, abriendo paso a la tétrica obscuridad. El motivo por el cual dicho sector no podía ser sencillamente apreciado era debido a que las luces de tal área estaban defectuosas, pues su sencillo mecanismo se fue deteriorando con el pasar de los años, y absolutamente nadie se tomó la molestia de brindarle mantenimiento.

Entorné mis ojos para protegerme de la fastidiosa brisa que resoplaba contra mi terso rostro, entrecerrando ligeramente mis párpados para así mismo apreciar más mis entornos, lo cual no conseguí con simpleza.

El sonido que se acopló a mis oídos provocó mi repentino estremecimiento, causando que inmediatamente mis vellos apuntasen en dirección vertical, quedándose allí.

En la penumbra que trataba de penetrar con mis orbes se oía algo que asimilaba sugerir que estaban arrastrando un pesado elemento al otro extremo del pasillo, específicamente un exorbitante bulto envuelto en sábanas o tendido sobre una alfombra de gran tamaño. Un ser que se alejaba a pequeños y agotadores tirones de la estrecha franja de luz que había aparecido junto a la puerta principal.

A medida que se adentraban cada vez más en los confines del sector, los sonidos fueron apagándose hasta cesar por finalidad.

Mi garganta se disecó, causando que mi respectiva médula espinal tuviese una severa molestia que me hizo desear en aquellos instantes una pizca de agua.

Me di por vencida, retrocediendo con la cooperación de mis piernas sin dejar de ver hacia el frente, mientras trataba de buscar la forma de salir nuevamente de dicho lugar, aquél que me había consumido en un glacial temor.

Mediante el proceso sentí como mi espalda colisionó sobre un consistente elemento, el cual apuntaba a la varonil figura de un sujeto. La tenue respiración de este resoplaba con certeza sobre mi cuello, ocasionando que mi espina dorsal sintiera un desagradable hormigueo que me hizo sentir el corazón al borde de salir de mi pecho.

En el instante que rodé paulatinamente sobre mi propio eje admiré que estaba a tan solo unos escasos centímetros de distancia de aquél atemorizante hombre, quién cargaba esta vez por en medio de sus carnosos labios un cigarrillo compuesto efectivamente por la insalubre nicotina, la cual iba encarroñando sus pulmones hasta el borde de intoxicarlos con suma lentitud.

Hice el vil intento de argumentar alguna palabra, procediendo a entreabrir mis labios para llevar a cabo mencionada acción, pero antes aquél hombre me interrumpió.

— Deberías hacer el intento de no seguirme. —Agregó, empleando aquél tono de voz ácido, el cual generaba que cada palabra que lanzara al aire tuviera aquella rasposidad.

Sentía como la tibia brisa de su aliento chocaba contra mi rostro, pues los milímetros que nos separaban eran evidentes, y dichos acontecimientos estaban comenzando a revolverme el estómago, hasta el pleno borde de causar un pequeño temblor en mi cuerpo.

— Yo, no.. —Balbuceé, quedándome trabada en algunas palabras, mientras mi yo interior anhelaba estamparme la mano contra el rostro para así mismo poder reaccionar.— No vine aquí con el fin de encontrarte.

En medio de tales acontecimientos examiné como una de las tupidas cejas de dicho sujeto se había enarcado con ligereza, mientras que su semblante mantenía aquella intimidante seriedad.

Las manos de aquél se encontraban en el interior de los bolsillos de sus pantalones, mientras que su musculatura se hallaba algo tensa.

— Estarás en graves problemas si no te largas ahora mismo de aquí. —Recitó, apretando en el acto su mandíbula, mientras que la vena de su cuello resaltaba por encima de su pálida tez, dejando ver aquellos dos lunares que mantenía cerca del sector, los cuales tenían la misma similitud y simetría.

El cigarrillo que yacía entre sus labios fue removido con la ayuda de su mano diestra, dejándolo sobre su dedo del medio e índice. Dicho sujeto desprendió de sus rojizos labios una minúscula nube de humo, la cual cargaba con el respectivo aroma de tal colilla.

Dicho humo fue directamente hacia mi rostro, pues debido a la evidente cercanía este no dudó en expulsar aquella mortífera brisa.

Su corpulenta figura me intimidaba, sobre todo su extensa estatura y aquél semblante que reflejaba a simple vista el centro de sus recónditos pensamientos, dejando ver como por medio de sus ojos se almacenaba la ira del mismísimo lucifer.

Insania | Shawn Mendes ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora