— Algo no está bien en él, doctor. —Mencionó la señora de cabellos platinados, dirigiéndole la palabra al psiquiatra que se encontraba con sus orbes reposados en aquel niño de seis años, quién permanecía sobre una silla en la cual tenía sus dos muñecas atrapadas por una gruesa tira de metal.
Las manos de aquél se encontraban temblorosas, mientras que gotas de sudor frío bajaban por su frente, cayendo seguidamente al frígido suelo. Su piel permanecía igual de pálida que una hoja de papel, mientras que sus orbes color avellana se oscurecían hasta el punto de llegar a tener su córnea teñida de un color negro azabache. A su corta edad sus ojos reflejaban el infierno que había dentro de él.
— Tan solo tiene seis años. Está perdiendo la cabeza, joder. —Maldijo dicha mujer quién cumplía su papel como madre en la vida del pequeño.
Ella restregaba sus frías manos por encima de su rostro, muriendo de desesperación cada maldito segundo que transcurría.
El infante tenía sus brazos envueltos en sangre ajena, la cual escurría por los mismos hasta llegar a la palma de su mano, almacenando el espeso líquido sobre aquellas.
Lo que los demás no sabían, era que con tan solo sus seis años podía llegar a desmembrar con sus propias manos a un ser vivo, sin sentir pudor como cualquier niño de su edad.
El rostro angelical de dicho menor no le permitía a los demás creer que en su cabeza habitaba el mismísimo lucifer.
Había perdido el control, hasta el punto de enterrar unas afiladas tijeras en el abdomen de un compañero de salón una y otra vez hasta el borde de ocasionar su muerte.
— ¿Cómo te llamas? —Preguntó el anciano, dirigiéndose a aquél niño quién parecía amordazado sobre la helada silla. Mientras entralazaba entre sus arrugados dedos un bolígrafo que le permitía escribir todo aquello que este dijera.
— Mi nombre es Shawn Mendes.
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Insania | Shawn Mendes ©
Mystery / Thrillerabsolutamente nadie sabe lo que recorre su cabeza, y todos los retorcidos secretos que guarda ese rostro angelical. su penetrante mirada podría desgarrar hasta lo más profundo del alma, y aún así nadie se enteraría que en su mente abunda la jodida l...