Una vez que mencioné aquello me senté plácidamente sobre uno de los cómodos sofás compuestos por un material color salmón, el cual hacía juego con la pintura consistente y los adornos de mi vivienda.
Me crucé de brazos, dejando que mi mente proyectara toda clase de pensamiento negativo. No fue una buena idea extraviar mi móvil justo en el lugar en donde observé tales acontecimientos.
Pensar en todas las cosas que invadían mi cabeza no me ayudaba de mucho, pues la gran mayoría de veces no contaba con la suerte de ser tan segura conmigo misma, cosa que me jugaba en contra.
— No te estreses por eso, Amélie. ¿Dónde fue el último lugar en el cual estuviste antes de llegar a casa? —Mencionó el castaño de orbes azulados, sentándose justamente al lado de mi persona para así mismo ofrecerme una cómoda compañía.
En el instante que pensé en qué responder ante ello decidí no brindar muchos detalles, pues si lo hacía estaba segura que tanto él como mi amiga Rebecca iban a actuar con curiosidad, lo cual tampoco era una muy buena idea.
— Simplemente salí a caminar, he de suponer que en el acto el móvil se cayó de mi bolsillo. —Añadí, tratando de sonar lo suficientemente convincente como para que estos no comenzaran a interrogarme a como solían hacerlo en casos similares al presente.
— Si quieres puedo marcar a tu número, lo más seguro es que alguien al pasar lo haya tomado. No vendría de mal averiguar quién es. —Comentó, y justo antes de que la frenara esta comprimió su móvil contra su oreja, escuchando así el tono que expulsaba dicho medio de comunicación, indicándole inmediatamente que mi teléfono se encontraba encendido aún.
— Rebecca, no. —Con mis manos traté de arrebatarle su propio móvil, por lo cual esta hizo un ágil movimiento que me impidió tomar el mismo.— No llames a ese número.
Al haberle advertido, la mujer ignoró por completo mis palabras, adquiriendo las suficientes esperanzas como para pensar que en algún momento alguien llegaría a estar detrás de la línea telefónica.
Era completamente imposible convencerla en ciertas ocasiones. Esa mujer estaba atrapada en el alma de una niña caprichosa.
— No sucederá nada. Más bien, estoy tratando de recuperar tu teléfono. —Comentó, ofreciéndome una pequeña sonrisa.
— Rebecca, no es necesario que te preocupes tanto por un objeto material que me pertenece a mí. —Bufé, volteando mi cabeza hacia Alék, el cual me miraba con una especie de vergüenza.
— ¿Hola? —Añadió rápidamente mi amiga de dorados cabellos, atrapando con la ayuda de su firme dentadura su labio inferior, esperando así la respuesta de quién había tomado el teléfono.— ¿Hay alguien ahí? —Una vez acontecido lo anterior, la fémina colocó dicho aparato portátil en altavoz, permitiéndonos a Alék y a mí escuchar todo aquello que se encontraba detrás de la línea.
La rubia extendió su dedo índice, colocando este por en medio de sus labios para que ninguno de los tres emitiera alguna especie de sonido que llegase a ser poco necesario.
Luego de un incesante e incómodo silencio, pudimos escuchar pocos segundos después como aquél aparato emitía un sonido inquietante.
Se trataba de la fuerte respiración de alguien, solamente podía escucharse ese sonido. Ningún otro más venía acompañado de este, lo cual generaba que mis vellos se erizaran al instante.
— ¿Quién es? —Preguntó la joven mujer, relamiendo sus resecos labios con la cooperación de su lengua, esperando una respuesta válida que nos ayudase a averiguar quién se encontraba ahí.
Dicho esto, la llamada fue finalizada por la persona contraria pocos segundos después, dejando un mal sabor de boca en los tres.
— ¿Qué acaba de suceder? —Pregunté, tomando con algo de solidez la mano de Alék para que así este pudiese calmar mis nervios aunque sea un exiguo momento.
— No tengo ni la menor idea de lo que acaba de pasar. —Dijo Rebecca, tomando el único espacio disponible que había en el sofá en el cual Alék y yo nos encontrabamos reposados.
— Podrías llamar de nuevo, ¿no crees? —Sugerió el moreno, brindándole una idea más a su amiga.
Esta vez me costaba el simple hecho de negarme ante aquello, pues la duda me había carcomido el cerebro durante aquellos minutos.
— La vez anterior irrespeté tu decisión. —Agregó Rebecca, dirigiendo sus orbes hacia mi persona.— Así que me agradaría que tú fueras quién decidiera ahora que hacer.
— Llama de nuevo. —Solicité, completamente segura de mi respuesta.
Cuando mencioné las anteriores palabras, aquella obedeció inmediatamente, volviendo a marcar a aquél número que correspondía al mío antes de extraviar mi teléfono portátil.
— Guarden silencio. —Murmuró la fémina, por lo cual acatamos dicha petición sin darle muchas vueltas al asunto.
Una vez que todos guardamos un silencio definitivo, nuestros sentidos auditivos detectaron como un tono de llamada resonaba por fuera de la puerta de mi vivienda. Correspondiendo claramente al tono que coloqué en mi móvil para toda aquella persona que llamase.
Mis pulmones volvieron a congelarse, haciendo que una especie de corriente viajara por mi espina dorsal, causando que mi piel inmediatamente reaccionara poniéndose de gallina en un dos por tres.
— Es mi jodido tono de llamada. —Susurré las anteriores palabras, admirando el rostro de horror de mis respectivos amigos, logrando que uno similar se reflejara en mis facciones.
El teléfono fue atendido una vez más, causando que una especie de revoltijo se formulara en la boca de mi estómago. Dichos acontecimientos me dejaron completamente helada.
— ¿Hola? —Mencionó una vez más aquella rubia.— ¿Quieres decirnos quién eres? —Preguntó, tratando de no elevar su tono de voz.
Las respiraciones volvían a colarse justo por detrás de la línea, acumulando de manera inmediata una fina capa de sudor frío por encima mi frente.
— ¿Hola? —Dicha mujer seguía intentando conseguir una respuesta de su parte, lo cual en aquél instante era imposible.
Los sonidos emitidos por el receptor eran ininteligibles, por lo cual esto despertaba una especie de mala sensación en los tres.
Luego de unos cuantos segundos de estar escuchando aquellos constantes sonidos, estos cambiaron de manera rotunda, convirtiéndose ahora en una especie de pisadas constantes, las cuales no sabíamos hacia donde se dirigían.
Una vez estas finalizaron en un punto determinado, la llamada volvió a ser finalizada.
Mi mirada fue directamente hacia la puerta principal de mi vivienda, quedándose en esta por unos cuantos segundos.
Me armé de la suficiente valentía para levantarme de mi asiento y así encaminarme hacia aquella entrada.
— ¿Qué haces?, Amélie. —Preguntó, Alék.— No te arriesgues.
No había terminado de mencionar aquellas palabras cuando ya tenía mi mano justo en la perilla de aquella puerta.
Esta se encontraba algo temblorosa, debido al mal momento que pasé asimilando lo que acaba de suceder. Pero nada me frenó para hacer lo que deseaba.
Así que de tan solo un simple tirón me encargué de abrir la jodida puerta.
ESTÁS LEYENDO
Insania | Shawn Mendes ©
Mystery / Thrillerabsolutamente nadie sabe lo que recorre su cabeza, y todos los retorcidos secretos que guarda ese rostro angelical. su penetrante mirada podría desgarrar hasta lo más profundo del alma, y aún así nadie se enteraría que en su mente abunda la jodida l...
