〞04 ─ ꒰ CAP O4 ꒱

353 61 7
                                        

En cuanto dicho acto fue llevado a cabo por mi persona pude divisar como mis orbes se encargaban de localizar hasta el centímetro más diminuto del exterior, percatandome así sobre el hecho de que no había ningún rastro de movimiento, e inclusive de alguna persona en determinado espacio. Como si absolutamente nadie hubiese estado allí antes, a sabiendas de que todo apuntaba a lo contrario.

Me resigné a seguir admirando por dicha puerta, así que opté por posicionar nuevamente mi mano sobre aquella perilla teñida de un dorado color, para así mismo encargarme de darle un ligero empujón que terminase cerrándola por completo.

Generé un movimiento con la comisura de mis rojizos labios, haciendo una pequeña mueca de lado en el intento. Por medio de la misma terminé expresando cuan confundida me encontraba en determinada ocasión.

— No hay nadie. —Afirmé con total certeza, llevando mi mano diestra hacia la parte inferior de mi cabeza para así mismo rascar aquella zona con un poco de nerviosismo.

— No debemos de prestarle atención a esto, ha de ser alguien queriendo jugarnos una broma de mal gusto. —Comentó la joven rubia, tratando de regularizar aquella tensión en el ambiente que había consumido por completo mi rústico hogar.

— No le demos tantas vueltas al asunto, todo estará bien. —Dijo el hombre de cabellos castaños, dándole la razón a los acontecimientos sugeridos anteriormente.— Así que debemos de olvidar esto y divertirnos un poco, a eso vinimos.

La idea proporcionada por aquel hombre sonó lo suficientemente convincente para dejarme llevar en tan solo cuestión de segundos, por lo cual sin problemas asentí, tratando de llevar a cabo las ideas que los tres teníamos en mente para aquella nublada tarde.

...

Después de varias horas en la cual los tres estuvimos dialogando sobre una infinidad de situaciones y consumiendo considerables cantidades de bebidas alcohólicas, terminamos completamente libres de tensión.

Hace mucho tiempo no le había concedido el deseo a mi cuerpo de consumir aquél tentador líquido alcohólico que deja un satisfactorio ardor en tu tráquea una vez que decides probarlo.

Mi cabeza comenzó a retumbar una y otra vez, como si de un reloj de manecillas se tratase, escuchando el incómodo 'tic tac' del mismo centenares de ocasiones.

— No me siento bien. —No había terminado de decir la frase en cuanto salí disparada al cuarto de baño, en el cual rápidamente opté por expulsar aquél maloliente líquido de mi garganta, haciéndolo caer sobre el retrete.

Escuché los apurados pasos de mis amigos dirigiéndose hacia la zona en la cual me encontraba, con el fin de verificar que tan bien estaba en aquellos momentos.

— Amélie, ¿Estás bien? —Preguntó Rebecca, quedándose unos cuantos centímetros lejos de baño para así brindarme algo de 'privacidad' por si me encontraba regurgitando aquellos líquidos.

— Estoy bien. —Respondí en cuanto me pude enjuagar la boca, no sin antes haber cepillado mi dentadura para evitar tener aquél repugnante olor.

Salí del cuarto de baño, sintiendo como todo volvía a la normalidad y mi cabeza dejaba de dar vueltas como un espiral.

Mis amigos se encontraban intactos, justo como si todo el rato estuviésemos tomando jugo de naranja, al igual que en una aburrida reunión de trabajo.

— Dios, mujer. Parece que nunca tomaste alcohol en tu vida. —Agregó la fémina una vez que decidí regresar a la extensa sala de mi amena vivienda.

— Lo sé. Quise descargar la mayoría de mis penas por medio de este y no me di cuenta de lo mucho que tal vez exageré. —Formulé en mis labios una sonrisa a penas perceptible, tomando con un poco de gracia el asunto para evitar un momento incómodo.

Alék se acercó hacia mi persona, encargándose de sobar la extensión de mi espalda para ofrecerme tranquilidad, por lo cual le agradecí ofreciéndole una sonrisa en la cual la comisura de mis labios decidió ampliarse hasta dejar ver mi firme y luminosa dentadura.

— Chicos, gracias por acompañarme el día de hoy. —Agradecí.

— No es nada. —Mencionaron aquellos dos, justamente al unisono, como si ambos estuviesen practicando desde antes para decirlo.

Luego de unos escasos minutos los opuestos se encontraban en la parte exterior de mi vivienda, por lo cual decidí despedirme de ambos cuanto antes.

— Hey Amélie, casi lo olvido. —Añadió Rebecca, la cual estaba a punto de rodar sobre su propio eje.— Hace unos días te envié unas fotografías que deberías observar. —Rió.— Era de cuando estabamos en primaria.

Cuando la joven mujer mencionó la última oración hice una expresión confusa, la cual se había plasmado en mi semblante un par de segundos. Por un momento había olvidado que extravié mi teléfono móvil.

— No tengo celular, ¿Lo recuerdas?

— Diablos, lo olvidé por completo. —Respondió con cierta cantidad de pena, soltando de inmediato un resoplido de sus labios. Al parecer se encontraba interesada en que observara tales imagenes.

Luego de unos segundos, mi cabeza sacó a la luz un detalle importante, haciéndome recordar que por ahí tenía una laptop en la cual se encontraban mis documentos e inclusive ciertas de mis redes sociales. Me había salvado de aquella.

— No te preocupes, sé como ingeniármelas. —Manoteé restándole importancia al asunto, observando como esta y el hombre que se encontraba a su lado me ofrecían una amplia sonrisa.— Nos vemos luego, chicos.

[...]

Removí de aquel obscuro estuche dicho aparato tecnológico, encargandome de acceder al mismo para así percatarme de mi correo electrónico, pues Rebecca lo más seguro me envió tales fotografías por ahí.

Estaba en mi cálida habitación, disfrutando de un té caliente, mientras las tibias mantas envolvían mis piernas, salvándome de la helada brisa.

La pantalla del ordenador era la única fuente de luz en aquél lugar, dejando mis alrededores ligeramente iluminados por el brillo del mismo.

Tecleé con agilidad sobre el aparáto que se encontraba por encima de mis regazos, observando mi correo electrónico en el cual tenía una aparente notificación. Enviada hace aproximadamente unos cinco minutos.

Y sí, no se trataba de Rebecca.

— ¿Quién a esta hora estaría interesado en contactarme? —Hablé para mí misma, mordiendo ligeramente la parte inferior de mi mejilla, pensando en alguna posibilidad.

No tenía un círculo social muy extenso, por lo cual absolutamente nadie, ya sea de mi familia o amistades podría ser. Descartaba toda posibilidad de que se tratase de alguien que conocía, por lo que produjo algo de curiosidad en mí, haciéndome entrar inmediatamente a aquella notificación.

Investigué el correo electrónico de la persona opuesta y este no tenía ninguna especie de letra o dígito, lo cual no era posible ya que refiriéndome a temas generales nadie podría tener un correo electrónico básicamente inexistente.

El único símbolo que decoraba aquello era un simple punto, seguidamente venía el insignificante arroba.

No tenía ninguna especie de dirección, ni mucho menos. En cuanto quería averiguar más sobre determinado correo o usuario todo me enviaba a una pestaña que se denominaba 'error', impidiéndome adquirir alguna información importante.

Bajé mi mirada, encontrándome con una especie de enlace, el cuál lo más probable me enviaría a alguna zona que desconocía por completo.

— ¿Qué es esto? —Añadí en mi interior, tamborileando mis dedos justo por encima de aquél ordenador debido a la ansiedad que recorrió mi torrente sanguíneo.

Exhalé, expulsando de mis pulmones el aire acumulado en los mismos para tratar de descargarme aunque sea un poco, evitando pensar en quién era la persona que se encontraba detrás de aquél misterioso correo electrónico.

La intriga podía conmigo, así que no quería darle muchos giros al asunto, por lo que aún con algo de inseguridad decidí presionar aquél desconocido enlace, esperando a ver hacia donde me llevaba.

Insania | Shawn Mendes ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora