Una gripe extraña nació en la ciudad de Wuhan, en China, la cual fue llamada covid-19 (Coronavirus). Esta gripe ha ocasionado un gran número de muertes en este país, y se ha esparcido por varios países del mundo (de otros continentes cercanos) a cau...
—¿Cómo ha estado todo en Francia, Misaki?— le preguntó Tsubasa a su amigo por teléfono.
—Más o menos. Cada vez hay más casos de Coronavirus. Han suspendido más de diez eventos deportivos, entre ellos los Juegos Olímpicos que se iban a hacer en Tokio. ¡Yo los quería ver!
—Lo sé. Es muy injusto, y todo es culpa de los chinos por comer sopa de murciélagos— expresó enojado.
—Es que comen de todo, ¡de todo! ¡Nos arruinaron la vida!
—Sí. En fin, ¿hay muchos infectados en París?
—Oh, sí, pero no le llega ni a los talones a Italia. ¡¿Viste lo que es?!
—Recaótico. Aquí son cada vez más casos, pero por suerte no ha llegado a Shizuoka— expresó con tranquilidad.
—Menos mal.
—Mamá está insoportable con el tema de los cuidados, ¡ya ni me deja salir afuera!
—Wow, qué mal. Sí, mi padre máximo me dice que me cuide, pero aún así me deja salir.
—Suertudo. De paso te digo que Wakabayashi estaba furioso porque suspendieron un partido de fútbol en Alemania justamente por el Coronavirus.
—Me imagino, con lo que le gusta el fútbol.
—Yo siento que me estoy muriendo lentamente, ¡hace tanto que no salgo a jugar! ¡Apenas puedo hacer algo adentro!
—Pobre. Espero que todo se arregle y que nadie más muera.
—Yo también espero lo mismo. Bueno, te dejo, mi madre hizo el almuerzo.
—Está bien, te llamaré mañana. Adiós— colgó.
—Misaki, Wakabayashi, por favor, cuídense mucho.
(…)
La madre de Kazuki se encontraba llorando desesperadamente desde hace varias horas. Lo que menos quería había sucedido: su hijo falleció en la madrugada. Su marido la abrazó y lloró junto con ella. Ambos liberaron tristeza y rencor en el llanto. Estaban devastados. Se habían quedado sin hijo, sin nadie a quién criar y dar amor.
—¡ENFERMEDAD DE MIERDA!— gritó la mujer, histérica del llanto—¡ME LAS PAGARÁS POR ARREBATARME A MI BEBÉ!
—¡¿Por qué tuvo que pasarle esto a él?! ¡Si era sólo un niño inocente y muy bien portado!— gritó el hombre, y volvió a romper en llanto junto con su esposa.
Los siguientes días fueron tan horribles para ellos, que se la pasaban fumando y consumiendo alcohol por las noches. Decidieron que si su hijo estaba muerto, ellos también tenían que estarlo. Que tengan Coronavirus y se mueran, ya no tenían por qué vivir.
Una vez fue enterrado su hijo, sus amigos estaban devastados por el hecho. Takeshi lloraba día y noche, y Ken y Hyuga trataban de consolarlo. Ellos eran fuertes de espíritu, pero en el fondo estaban destrozados por la muerte de su amigo. Extrañarán sus chistes, su lealtad, su presencia…
—Capitán, tengo mucho miedo— dijo Takeshi con la voz rota.
—Descuida— lo abrazó—. No dejaré que nada te pase.
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—¡Maldito Coronavirus!— dijo Ken apretando los puños en sus rodillas—¡HARÉ HASTA LO IMPOSIBLE POR ENCONTRAR UNA FORMA DE CREAR UNA VACUNA PARA EVITAR QUE DAÑES A MÁS PERSONAS!
—No te ofendas, Ken, pero no sabes nada sobre las vacunas— le dijo Hyuga.
—¡No me importa! ¡Los doctores tienen que crear una vacuna ya! ¡AHORA!
—Pero Ken, eso puede llevar varios meses…
—¡CÁLLENSE!— rompe en llanto.
—Wakashimazu…
Los dos abrazaron a su amigo y volvieron a llorar junto con él.
Su colegio suspendió las clases tras la triste noticia de la muerte de uno de sus estudiantes. Muchos hubieran reaccionado de una forma buena, pero sus amigos estaban tan tristes por la pérdida de su amigo que ni les importó que no haya clases.
Y con esta sería la primera muerte de un niño a causa del Coronavirus.
(…)
Mientras tanto en la prefectura de Akita, dos hermanos se encontraban mirando la nieve caer a través de su ventana. Llevan varios días encerrados en su casa, ya que su región es una de las más afectadas por el Coronavirus.
—Kazuo, extraño mucho salir afuera a jugar fútbol— dijo su hermano gemelo.
—Yo también, Masao. Qué pesadilla. Jamás habíamos vivido nada igual a esto. Los hospitales de nuestra ciudad se están quedando sin camillas ni tanques de oxígeno para los enfermos. Si continuamos así, no habrá más hospitales— se tapó la boca. Estaba empezando a lagrimear—. ¡No quiero morir tan joven! Hay tantas cosas que jamás descubriré— se arrodilló y empezó a llorar.
—Hermano, no te pongas así— su hermano lo abrazó—. No vamos a morir. Viviremos para siempre si nos mantenemos unidos.
—Nadie vive para si siempre, Masao.
—Lo sé, sólo digo que si nos mantenemos juntos, podremos vivir hasta los ciento veinte años.
—Ojalá… Aunque pensándolo bien, no podríamos hacer nada siendo tan viejos— ambos rieron.
—Tienes razón, Kazuo.
—¡Niños, ya está listo el almuerzo!— dijo su padre golpeando la puerta.