Capítulo 3

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Al día siguiente, en el colegio Toho de la ciudad de Tokio, un profesor estaba dándole clases a sus alumnos. Era una charla bastante interesante, acerca del tema más hablado en todo el mundo: el Coronavirus.

Mientras que Ken y Hyuga estaban hablando del estado de su amigo el día anterior.

—Sí, no se veía muy bien. ¿Crees que tenga Coronavirus?— le preguntó Hyuga a Ken.

—Ni siquiera responderé a eso…

Entonces la puerta del salón se abre, dejando ver al joven Kazuki con una cara repálida, dejando perplejos a todos sus compañeros.

—Chi-chicos… Ya… ya llegué…— tosió tres veces—Tengo gomitas para todos…— tose y revuelve en su mochila hasta sacar una bolsa de gomitas—Tengo de fresa, menta, hasta regaliz…— estornuda.

—Ammm, Sorimachi, no te ves muy bien. Probablemente tendrás que ver a la enfermera— le dijo el profesor.

Sorimachi se limpió la nariz con un pañuelo de tela.

—Tonterías, me siento bien— volvió a toser—. Sólo déjeme… sólo déjeme ir a sentarme— arrastra su mochila hasta su asiento.

—Oh, muy bien, entonces…

Sorimachi tosió tres veces y varios de sus compañeros corrieron sus pupitres lejos de él.

—¡Enserio empiezo a preocuparme por él!— le susurró el moreno a Ken.

—Yo también.

—¡¿Y si es el Coronavirus?!— dijo con preocupación, y se sacudió la cabeza.

—Tenemos que llevarlo a ver a la enfermera, es por su propio bien.

—Sí, tienes razón.

(…)

—Tsubasa, no sé si seguirte mandando a la escuela— le dijo su madre mientras se hacía un café.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Vi en el informativo que aparecen de tres a siete casos por día en regiones cercanas a Shizuoka. Dentro de poco suspenderán las clases en todos los colegios para evitar contagios, y no quiero que sigas yendo por si acaso— le ponía los toques finales al café.

—Mamá, te volviste loca.

—¿Qué dijiste?

—Sólo porque esté en regiones cercanas, no significa que tengamos que llegar a estos extremos— le da una mordida a una tostada que se hizo de desayuno.

—Pero hijo, hay que tener mucho cuidado. Esa enfermedad te agarra y no tiene cura…

—En realidad es un malentendido. No existe vacuna para el Coronavirus, pero podemos prevenirlo lavándose las manos y evitar contacto con gente enferma. Además leí en Internet que se han tratado a pacientes en China y se han curado.

—No le hagas caso al Internet, hijo, está lleno de estupideces.

—Es una página confiable llena de artículos relacionados al Coronavirus, mamá…

—¡No me interesa! ¡Yo soy tu madre y harás lo que te diga para evitar que te contagies! ¡No te vas a enfermar y mucho menos vas a ser portador del virus!

—Ya sé, pero por favor no seas paranoica— levantó las manos a la altura del pecho, tratando de tranquilizar a su madre.

—¿Yo? ¿Paranoica? Pero por favor, Tsubasa. Sólo desayuna y vístete bien— se sirvió el café y se fue a su habitación.

Tsubasa dejó salir un suspiro de cansancio.

—Me tiene podrido que sea así.

(…)

—Gracias por venir otra vez, Takeshi— Urabe le dio un abrazo a su mejor amigo.

—De nada, Potter— bromeó.

—Ja, qué gracioso viniste hoy, ¿eh?— dijo sarcásticamente—¿Te comiste un payaso caliente?

Ambos se rieron.

—Oh, hola, Takeshi— dijo la abuela del oji-verde atravesando el living con una canasta de ovillos de lana y agujas de coser—. Voy a tejer un suéter para ti, Hanji. Después de todo es lo único que puedo hacer en lo que me quede de vida, ¿no? Jaja— empezó a tejer.

—Abuela, eres joven aún. Tienes sesenta y cinco años— le recordó Urabe.

—Pero con el tema del Coronavirus…

—Abuela, acordamos no actuar de esa forma— le dijo su nieto.

—¡Shh! ¡Vayan a tu habitación y cierren la ventana!— les dijo a ambos jóvenes, mientras que el gato de la señora se subió al sillón y se acomodó al lado de su dueña.

—Esta enfermedad la volvió loca— dijo Hanji recostándose en el hombro de su amigo.

—Lo sé. Jamás la había visto de esa forma, Urabe. Mis padres también están asustados, pero siguen saliendo de casa en el auto.

—Quisiera que todo terminara de una vez y volvamos a la normalidad— recostó su cabeza en las piernas de Takeshi.

—Sí, amigo. Lo sé.

—Bueno, ¿quieres jugar al UNO?

—Sí, claro— esbozó una sonrisa—. Eso es divertido.

Urabe sacó el maso de cartas de su cajón y las emparejó para empezar el juego.

(…)

Los padres de Kazuki notaron la tos constante de su hijo, y decidieron llevarlo al hospital para que le hagan unos chequeos médicos.

Condujeron al hospital, pidieron que revisaran a Kazuki y se sentaron en la sala de espera. Pasaron alrededor de veinticinco minutos y los resultados estaban listos.

—¿Y? ¿Doctor?— ambos saltaron de sus asientos como resortes y lo miraron ansiosos esperando una respuesta positiva.

—¿Qué tiene nuestro niño?

—Los síntomas son los mismos del Coronavirus.

(…)

Noooooooo mi Kazuki ಥ_ಥ

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