Capítulo 9

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En Estados Unidos, una chica se encontraba tejiendo una bufanda multicolor, por más que no puede salir de su casa. Pensó que si todo se arreglaba, podía usar todo lo que tejía para el siguiente invierno, así no tendría que gastar dinero en comprar cosas nuevas.

Su cuarto estaba decorado con bolas de estambre gigantes y muros de tapiz rosa. El inmenso frío y el no poder salir afuera era la excusa perfecta para hacer lo que más le gustaba: tejer y hacer decoraciones con lana para su habitación, todo eso acompañado de un buen chocolate caliente con malvaviscos. Le encantaba. Ya estaba acostumbrada a hacerlo en su país natal, ya que Hokkaido era frío casi siempre y para entrar en calor hacía todo eso.

Estaba tomando chocolate caliente mientras observaba la nieve caer por su ventana. El ver ese paisaje le hacía recordar mucho a su ciudad y a sus amigos. Para ella, la nieve era como una amiga, alguien que la acompañaba todas las noches de invierno, que la ayudaba a dormir, que jugaba con ella. Recordaba con nostalgia esos momentos en los que veía junto con su amiga Machiko al equipo de fútbol entrenar bajo la nieve. Ahora se sentía sola, pero al menos tenía a sus amigas: lana, agujas de tejer, botones...

-Machiko, Matsuyama, amigos... los extraño...- sus ojos se cristalizaron.

Dio el último trago a su chocolate y dejó la taza en su mesa de luz. Se puso a pensar qué más podría tejer, hasta que vio un pequeño ovillo de lana rosa encima de uno de sus ovillos gigantes. El ovillito tenía botones azules. Era bonito.

-¿Mmm?- lo tomó-Supongo que podría hacer algo contigo- sonrió. En realidad le encantaba ese pequeño ovillo-. Te llamaré... Lana, y serás mi amiga.

(...)

Teppei se encontraba en una camilla de hospital mirando la televisión. No le preocupaba el Coronavirus. Sabía perfectamente que el índice de mortalidad es muy bajo, y decidió pasar por alto el caso de Kazuki, además de que si se cuidaba bien, se podía curar.

-Hola, Teppei- eran sus padres.

-Hola.

-¿Cómo has estado?- su mamá dejó una bolsa con historietas en la mesita de luz.

-Bien, este programa es interesante- señaló la tele, donde pasaban a un montón de adolescentes destrozando todo en una casa abandonada.

-Aaaaah... ¿okey? Te trajimos historietas por si te aburres- dijo su padre.

-Gracias.

-¿Qué comes aquí?- le preguntó su madre.

-Yyy... me traen sopa, guiso... Aunque extraño las hamburguesas de MCDONALD'S.

-Eso no es saludable, Teppei. Debes comer sano para que te cures.

-Quiero curarme para no comer estas porquerías. Sin embargo debo admitir que el guiso está bueno.

-Se acabó la hora de visitas- dijo el doctor parado en la puerta-. Pueden regresar mañana en el mismo horario.

-Nos vemos mañana, Teppei- dijeron sus padres y se fueron.

-Llegó la hora de la merienda, Teppei.

-¿Tienen pastel de chocolate?

-No, tenemos leche y pan con mermelada.

-Oh, está bien.

(...)

Han pasado siete días, y luego de varía tos y dolor de cabeza, se comprobó que Yayoi y Jun tenían Coronavirus. Yayoi quedó en su casa haciendo reposo, estaba en un estado gripal muy grande. Y Misugi fue internado en el hospital, ya que como era cardíaco, su situación era más grave.

Yayoi sentía que no daba más. Le costaba mucho conciliar el sueño con ese dolor de cabeza infernal. Tosía y estornudaba un montón, no podía levantarse de la cama, y le dificultaba respirar.

Se ve que le agarró tremenda fiebre antes de que el Coronavirus la atrapara, y por eso sentía que se estaba apunto de morir.

Estaba mirando la tele, que era lo único que rompía el silencio en la casa. Sus padres estaban desesperados, pensando en si llamar al doctor o no.

Hasta que por fin dijeron que sí.

Fueron a la habitación de su hija, y abrieron la puerta, pero se encontraron con una escena espantosa:

Yayoi no respiraba.

Yayoi no respiraba

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-Ya-yayoi...

-¡Yayoi! ¡Responde! ¡Responde!- su padre la sacudía, pero era en vano.

La mujer rompió en llanto.

-¡YAYOOOOOOI!

(...)

El estado de Jun era delicado. Traía puesta una mascarilla de oxígeno.

Era de noche, y todo estaba oscuro. Muy oscuro.

-Ya-yayoi... Po-por favor, so-sobrevive- pensó, en medio de un dolor insoportable de cabeza.

Una enfermera entró a la habitación.

-¡Jun! ¡¿Estás bien?!

-Ha-hagan una vacuna contra el Coronavirus...- la máquina sonaba cada vez más rápido.

-¿Eh?

Se quitó la mascarilla de oxígeno.

-¡No permitan que el Coronavirus mate a más personas!- dijo con sus últimas fuerzas.

Sus ojos se volvieron blancos.

Piiiiiiiiiiii. Hizo la máquina.

(...)

No sé cómo se llama ese sonido XD

NOOOOOOOO, YAYOI, MISUGI!!!! ಥ_ಥ

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