Pesaba, su pecho se sentía pesado y aún si no tenía nada, le costaba respirar; tampoco era como si le preocupara realmente, pues entendía que al estar allí, sentado mirando la pared, los nervios lo ahogarían.
Aunque, no se arrepentía de estar allí.
Se merecía sus disculpas, tal vez aceptaría y luego desaparecería de su vida, no le vería jamás; lo evitaría a toda costa.
Porque a Jimin le daba terror lo que Yoongi podría hacerle y no porque fuera malo, sino por su débil y sensible corazón, que se ilusionaría en segundos y luego podría salir roto.
No tenía ganas de que rompieran su corazón de nuevo, no cuando le había costado tanto buscar cada pieza y ponerla junta.
Yoongi apareció por el umbral de la puerta de la cocina, con dos tazas de café y la cabeza gacha. Dejó la bebida en la mesa y se sentó junto al más alto, por muy pocos centímetros.
— Así que... — susurró, nervioso, con el corazón en la garganta y las manos húmedas.
— ¿necesitabas algo de mí? Supongo que así es, sino no estaría en tu casa. — soltó con más brusquedad de la que le hubiera gustado.
— Jimin — suspiró, levantando su rostro y anclando sus miradas juntas — no tengo excusa, no hay nada que pueda decir que me haga merecerte en lo más mínimo, porque aunque tú no lo creas, eres en chico más hermoso, amable, chistoso y comprensivo que he conocido — su voz era gruesa, ronca y aunque Jimin no parecía mostrarse inmutado de ninguna forma, su corazón saltaba de emoción. — Así que, lamento lo que pasó; lamento como no tienes idea haberme equivocado, haberte dado algo que pensé podría ser bueno. Enserio, lo siento y, si me das la oportunidad, seré cuidadoso y detallista contigo.
— Yoongi...
— No, aún no me rechaces — desvío la vista, colocando su cabeza entre sus manos, con sus codos en sus rodillas. — sé que no vas a darme otra oportunidad, lo vi en tus ojos cuando entraste, pero aún así, escúchame, ¿vale?
— vale
— la forma en la que nos conocimos fue dura y dolorosa, para ambos. Sé que ese día te dije que no me importaba, pero es falso. Yo sufría cada vez que recordaba que pensaba que eres una máquina. Y ese día, cuando nos vimos, por primera vez en años, me sentí pleno y completamente contento. — explicó, aún con su cabeza gacha. Jimin le observaba con una mano en el pecho. — y cuando empezamos a salir, en citas; Dios, yo me sentía como un niño pequeño, emocionado por todo lo que hicieras o dijeras. — sonrió, con desdén, levantando su rostro, pero aún sin mirar al más alto — pero ese día... yo quería llegar más lejos, quería besarte y tocarte como dijimos que podría hacerlo. Y soy un idiota, por eso te di lo que te di, pensando que podrías con ello. Yo también estaba borracho, no pensé y, para cuando estuve en mis cinco sentidos, tú ya no estabas, me odiabas; y ya no me importaba nada más, solo tú y tu bienestar.
— hey — Jimin había notado las pequeñas y cristalinas lágrimas en los ojos del pelimenta. Sin poder evitarlo, colocó su mano en la espalda de este, reconfortandole.
— pero estás en todo derecho de irte. — completó, suspirando profundamente. — puedes levantarte, e irte; porque lo que hice fue estúpido.
— Yoongi — llamó, obteniendo atención al instante — ¿Tú me quieres?
— Jimin, yo te adoro... — susurró, mirándole con cariño, mostrando por primera vez a ojos del menor en edad, sus sentimientos. — te adoro tanto y es por eso que te estoy dejando ir.
De pronto, Yoongi se levantó del sillón, siendo observado por el rubio, que también se levantó.
— ¿Te estás despidiendo? — preguntó, luego; el pelimenta asintió, sin mirar sus ojos, tomando una de las manos del rubio y besándola con delicadeza.
— Gracias por estar conmigo.
— Y-Yo...
Pero no podía hacerlo. Sus ojos fijos en cómo el rostro del mayor se deformaba por aguantar el llanto. Sus manos temblaban y su espalda estaba encorvada.
Jimin simplemente sonrió, dando algunos pasos y sosteniendo el torso de su mayor, en un abrazo fuerte y reconfortante que Yoongi aceptó al instante, soltando su llanto con pequeños hipos y sollozos. Se disculpaba sin parar en susurros, apretando el pecho del más alto con sus manos.
— Está bien, Yoongi, te perdono. — susurró, dejando un beso en la mejilla de este, aunque estaba húmeda.
El pelimenta asintió, volviendo a su rostro inexpresivo antes de acompañar al rubio a la puerta, abriéndola y despidiéndose del que había sido y siempre sería, el chico ideal; aquel que le había robado el corazón.
Se mantuvo en el umbral, observando la obscura calle y se lamento haber sido un idiota, pero no lo culpaba. Aunque dolía y sabía que lloraría, la desición de Jimin había sido simplemente inteligente...
¿A quién quería engañar? Yoongi anhelaba con su alma que su discurso cambiara la idea del rubio, porque lo quería consigo y lo cuidaría. Porque había descubierto su dependencia. Y le dolí-.
— ¡Yoongi! — escuchó, antes de levantar el rostro y sentir como un par de cálidos y dulces labios se pegaban a los suyos. Tardó un momento antes de reaccionar y corresponder, pasando sus manos por el torso del rubio, quien suspiró con alivio.
Cuando se separaron, Jimin, con una sonrisa, murmuró: — no voy a dejarte ir, Min.
Yoongi solo rió ronco antes de unir sus labios nuevamente, cerrando la puerta de su casa a sus espaldas.
Tampoco voy a dejarte ir, Park.
¡Sorpresa! Así que sí, decidí hacerles una final feliz a los bebés porque los adoro y bueno, ustedes saben.
Además de que quiero agradecerles a todos los lectores de Hariku por el apoyo y amor que le han dado.Para mí, es un honor poder escribir para ustedes y que les guste, es algo que me hace sentir realmente feliz.
Gracias por todos los votos y comentarios.
Hasta aquí con Hariku.
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