Marcus Johnson, un muchacho de 20 años que vive en la delincuencia desde muy joven, pierde la vida en un ajuste de cuenta y reencarna nada más y nada menos que en una espada.
Preso de las dudas inesperadamente se encuentra con un joven guerrero qui...
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"¿Que... pasó?"
Sus ojos se abrían muy despacio mirando el techo que se encontraba en mal estado. Algo confundido desvía la mirada y ve que cerca de él se encontraba una persona sentada al lado con los brazos cruzados.
— Al fin despiertas... rey demonio. – expresa el sujeto.
— Esa voz.
Sin duda alguna Zero había sobrevivido, pero no por cuenta propia, sino porque alguien logró salvarlo antes de morir desangrado.
— Detuviste la hemorragia y lograste curar mi brazo, ¿Qué pretendes?, Leonel Graham.
Aquel que se encontraba su lado no era nada más y nada menos que el elfo quien había ayudado a Lían en las ruinas antiguas.
— Tomálo como una paga por haberme ayudado.
— Ya veo.
— Ya no eres tan fuerte como antes, rey demonio, incluso sabiendo la regla de que un demonio no puede matar a otro demonio, quisiste pelear.
— Es verdad, por más que luchemos, Thorian y yo nunca nos hubiéramos matado.
— Pero en este caso tu estabas por morir ya que al cortarte el brazo prácticamente estabas cometiendo un suicidio, además... va a ser una gran molestia si logras morir. – muestra una mirada muy seria.
— No estaba equivocado, la presencia que había sentido antes era tuya, nos estabas siguiendo todo este tiempo, ¿Verdad?
— Oh, cielos que intuitivo.
— ¿Por qué lo haces? ¿Es por el muchacho?
Leo no respondió y tan solo mostró una sonrisa. Zero al ver su reacción se puso de pie listo para marcharse, pero no antes sin decir algo más.
— Lían no es como él, no dejará manipularse como lo hiciste con el héroe legendario. – pega un salto por la ventana y se marcha.
Leo solo siguió sentado pensando con los ojos cerrados.
— Vos te estas encariñando, rey demonio, esos si es una molestia.
♦♦♦♦♦
Lían:
No tengo palabras para describir lo que estoy sintiendo ahora, cuando creía que por fin vería a Zeon de vuelta no me imaginaria en estas circunstancias, mi espada se convirtió en un dragón.
— ¡Lían!, ¡tenemos que irnos de este lugar de inmediato! – exclama el capataz.
