CAPÍTULO I

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SOMOS NOVIOS

 14 de febrero 2001

Ya hace una semana que parece que estoy viviendo un sueño. Don Armando me llama apenas sale el sol para confirmarme que no es así, que es la realidad, que él me ama y que debo confiar en él.

Al principio tenía miedo, pero mi corazón decía "Confía, Betty. Doña Marcela se ha ido y te ha contado la verdad". El cuartel también se había encargado de confirmarme los días desastrosos en que Don Armando perdió la cabeza. "Por usted, Betty. Por usted don Armando se puso a tomar como condenado, venía en fachas. Era un alma en pena, el pobre. Porque no sabía dónde estaba usted"- contaba Sandra. Además, yo lo siento en su cuerpo, en su mirada, como lo sentí hace meses atrás cuando me entregué a él: me ama tanto como yo lo amo a él.

Doña Catalina fue la primera en enterarse que me quedaría en Ecomoda y que Don Armando y yo somos novios. Ella se quedó sorprendida, pero luego me sonrió y me dijo: "nunca había visto a Armando tan tranquilo. Nunca en mi vida lo vi hablando como la gente por un día entero. ¡Sin gritos, sin alteraciones!, Y eso que yo casi no vengo por acá. Eso pasa porque todo está en orden en su cabeza y su corazón".

La que escribe este diario es una mujer sumamente feliz, me cuesta mucho controlarme pero sé que debo hacer las cosas bien. Mi corazón no podrá dejar de dar un vuelco cada vez que me toca y me besa, cada vez que me abraza por los hombros. Pero debo de alguna manera controlarme y esperar un tiempo más antes de ceder ante sus caricias.

-Bettica, mija, abajo está Don Armando esperándola.

-Ya bajo, mamá- guardé mi diario en mi bolso y bajé apresurada a recibirlo en el comedor. Él estaba esperándome al final de las escaleras y me recibió con una sonrisa, yo se la devolví.

-Venga, mija, siéntese a comer. ¡Sírvase, coja, coja, ahí hay tostadas con mermelada! Aquí le tenemos su desayuno americano que tanto le gusta, doctor–

Mi papá poco a poco había asimilado mi noviazgo con Don Armando, y a mi mamá a veces la cogía enjugándose los ojos.

Don Armando todos los días desayunaba en mi casa, a veces Nicolás también se unía al matutino, aunque éste último todavía no confiaba en Don Armando, pero poco a poco iría aflojando, pensaba. Un día escuché sin querer, una conversación entre ellos dos.

-Vea, doctor Mendoza, yo lo estoy observando de cerca, Betty para mí es como una hermana y si usted vuelve a las andadas, no lo voy a agarrar a golpes, haré algo peor, convenzo a Betty que no le devuelva la empresa – se tiró una carcajada.

- Nicolás, yo sé que he hecho las cosas mal con usted y le pido disculpas, pero yo a Betty no la voy a defraudar, se lo juro.

En Ecomoda todo estaba en orden cuando llegamos, el cuartel en sus puestos de trabajo. Ya no estaba Patricia Fernández, tampoco estaba don Hugo, éste último se había tomado unas vacaciones pero todavía no sabía si volvería a diseñar para Ecomoda; su odio hacia mí no aminoraba y ya me imaginaba la cantaleta el día que regresara. Doña Marcela se había ido un día y nunca más volvió a poner los pies en Ecomoda. Mandó a un emisario para que se llevaran las últimas cosas que dejó en su oficina y solo de vez en cuando venía el Doctor Valencia en nombre de ella y su patrimonio, quien a pesar de saber que yo estaba con don Armando, no volvió nunca a valerse de ese tema para ofenderme, lo cual me sorprendió.

Esa mañana, precisamente, llegó a Ecomoda y entró a Presidencia.

-Buenos días, doctora Pinzón.-entró sin tocar la puerta- La última vez que cruzamos palabra no quedamos en buenos términos. Sé que usted es la responsable de haber librado a mi hermana de casarse con Armando, pero ni a usted ni a nadie le desearía tan mal negocio como ese. Debería tener presente que ahora tiene más oportunidades de conseguir un mejor partido, ¿no lo cree?

YSBLF_El Noviazgo (Ira Parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora