CAPÍTULO XXV

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DOCTOR Y DOCTORA MONSTRUO

En la noche de la colección, Beatriz se me pareció más que nunca a un ángel, con aquel vestido blanco que dejaba ver a través de la fina tela, su cuerpecito menudo, ese cuerpo que había sentido en la oscuridad de una habitación, ese cuerpo que no había visto lo suficiente como para dejar de sentirlo como un sueño. Porque los meses que amé a Beatriz se parecían más a un sueño, por la rapidez en que pasaron las cosas y porque a pesar de que yo conocía cada parte de su cuerpo con mis manos, no la conocía del todo con los ojos.

La había desnudado con mis manos, le había quitado aquella ropa que parecía tener la intención de negarle al mundo la belleza que había debajo de esa mujer tímida, de capul y sonrisa resplandeciente. La había desnudado con el alma, poco a poco, con cada plática a oscuras, con cada beso, con su fe ciega en mí, que no lo merecía.

Añoraba estar con ella, que no pude soportar más, y la noche de la colección, preparé una habitación en ese mismo hotel para hacerla mía. Yo sabía que me estaba jugando el pellejo, que tenía que ser cuidadoso y rápido, que no habría tiempo para encender velas, para jugar con ella como quería, con la plena libertad de sentirme dueño de ella y ella dueña de mí.

"Después, cuando estuviéramos casados, podríamos hacer cada noche especial, un juego que durara eternamente", pensaba yo. Pero nada había salido como yo esperaba, parecía que la vida todavía no me perdonaba todo el daño que le había hecho a Betty. Esta espera era el karma, era parte de mi paga, y me atreví a decir, que era una paga justa.

Perdí la reservación que había hecho, renuncié a ella cuando pasó el tiempo y no pudimos deshacernos de la gente que demandaba el tiempo y atención de Beatriz. Pero lo que más perdí fue la paciencia, justo una virtud que nunca tuve y que sorprendentemente ahora venía practicando, aunque sea un poco. ¡Calma, Armando, no te desesperes! Me decía a mí mismo.

Cuando el tal Arturo Medina se fue con Catalina a buscar a Hugo, pensé que el retraso no era tan grande como para renunciar a mis planes, pero después vino don Hermes, y después otros invitados, hasta que se hizo medianoche y me resigné a que había fracasado. "Tal vez fue lo mejor, Armando Mendoza, tal vez hacerlo contra reloj hubiera sido una experiencia que Betty te pudiera reclamar en un futuro. Betty se merece lo mejor. Betty merece que le dediques todo el tiempo para ella, no una noche a la carrera. No se merece una noche parecida a las otras dos, se merece una noche infinitamente mejor, lejos de sentir desespero de saber que abajo la esperan sus padres, sus amigas, y cerca de sentir que puede relajarse en tus brazos y abrirse sin miedo al amor.

La noche se terminó y llevé a Betty y su familia hasta su casa. A las afueras de ésta, me quedé un rato más, hablando en privado con ella. Don Hermes andaba un poco pasado de tragos y había cedido a irse a dormir. Parecía que un poco de sensatez le despertaba los tragos.

--Mi amor, perdona, te arruiné la sorpresa que querías darme—Me dijo Beatriz, con la mirada triste. Se me colgó del cuello y posó su pequeña cabeza en mi pecho—

Yo ya no estaba molesto, ni tenso, estaba resignado. Antes hubiera querido gritarles lo que odiaba su intromisión en mis planes, pero claro, eso era muy propio del Armando que antes se dejaba llevar por la furia. El Armando de ahora no podía si quiera pensar en otra cosa que pudiera lastimar a Betty o ponerla en vergüenza.

--No te preocupes, mi amor. Era muy arriesgado salir del evento y mucho no hubiéramos disfrutado pensando en tu familia buscándote. –La tranquilicé--

--¿En serio no estás molesto? A ver, déjame ver un sonrisa...muéstrame ¿sí? –Cogió mis mejillas y las estiró hasta que pareciera que sonreía. Ella me sonrió y yo no pude evitar también sonreír, al fin—

YSBLF_El Noviazgo (Ira Parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora