EPÍLOGO

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8 de mayo 2001

Para cualquier mujer, el día de su boda es el más importante de su vida, pero para mí, este día está más allá de cualquier descripción justa.

Los sueños que alguna vez pensé imposibles de cumplir, se han ido cumpliendo uno a uno, y algunos hasta se han quedado cortos.

Espero que cuando él me vea, siga sintiendo que soy la mujer de sus sueños.

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Nunca me sentí tan impaciente por algo, y eso es mucho decir, ya que la paciencia nunca ha sido una virtud en mí. No dormí en toda la noche, pensando en Beatriz, en todo lo que habíamos vivido, sobre todo en estos últimos meses, los cuales fueron los mejores de mi vida.

El día de nuestra boda, antes que el sol saliera, abrí la ventana de mi habitación para escuchar a las aves cantar. "No hay remedio. Te has convertido en un hombre cursi, Armando Mendoza", me dije a mi mismo. ¿Quién iba a pensar que yo iría gustoso hacia el altar de una iglesia para casarme? ¿Quién diría que yo algún día me iba desvelar pensando en una mujer, en una sola?

Me dirigí a la ducha y me quedé en la tina el suficiente tiempo hasta que la piel se suavizó como la de un bebé. Me vi al espejo y noté las ojeras azules debajo de mis ojos. Las mujeres solucionaban eso con maquillaje. Yo no tenía problema por haber pasado en blanco toda la noche, mi cuerpo se sentía estupendo, pero mi cara no decía lo mismo. ¿Qué hacen las mujeres para disimular estos parches? Traté de recordar lo que hacía Marcela, a quien vi aplicarse mascarillas y ponerse... ¿Pepinos? Bien, me pondré unos pepinos, pensé. Fui a la cocina, corté dos rodajas, y me las puse en los ojos. Sentí un alivio inmediato, me hizo sentir más relajado.

Beatriz caminaba hacia a mí con su sonrisa resplandeciente. Llevaba puesta una bata blanca que le cubría hasta los tobillos. Su cabello natural ondeaba con el viento. Me tendía sus manos para que yo las tomara, y se las tomé. No llevaba anteojos, entonces me di cuenta que yo tampoco los llevaba. El sol nos golpeó en el rostro pero el calor era reconfortante.

--Doctor, ya llegó el día –Dijo Betty y bajó la mirada a sus pies. Nuestros pies se hundían en la arena blanca, pero el mar estaba un poco más allá de una pequeña cuesta, y se escuchaba su rumor—

--Betty, ¿Ya nos casamos? ¿Ya ers mi esposa? –Le dije yo, sintiendo el golpe de su perfume impulsado por el viento que azotaba de vez en cuando—

--Sí, doctor, ya nos casamos, ya somos marido y mujer-- Susurró sin dejar de sonreír--

--¿A qué se refiere que ha llegado el día? –Inquirí yo—

--El día que sellaremos nuestro amor—Dijo Betty—

-- ¿Quiere decir que no hemos hecho el amor?—Pregunté yo—

--Hace unas horas nos casamos, estoy esperando que usted me desnude—Dijo ella y sus mejillas se encendieron--

De sus ojos café brotaron dos gotas de agua, que al bajar por sus mejillas se convirtieron en dos pequeñas perlas. Antes que cayeran al final de su mandíbula, yo las tomé en mis manos y vi cómo se endurecían. Entonces yo me di cuenta que aquello era un sueño pero no intenté despertar.

--¿Doctor? –Dijo una voz que se escuchaba a lo lejos-- ¿Doctor? –Dijo de nuevo la voz y esta vez lo acompañó un leve tacto en mis pies. Abrí los ojos y me encontré con la humedad de las rodajas de pepino, los removí y vi a doña Carmen a los pies de mi cama—

YSBLF_El Noviazgo (Ira Parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora