-Alex-
Giré con agilidez el lápiz en mi mano una y otra vez.
Este era un truco bastante genial que aprendí hace unos meses. En vacaciones de verano me decidí a volver a clases con una nueva habilidad la cual poder presumir, y este había sido el resultado.
Al principio me costó un montón girar el lápiz, era demasiado para mí, incluso estuve por rendirme un par de veces. Pero al pasar las semanas finalmente logré dar con un buen resultado, pudiendo girar el lapiz dos de cada cinco veces, y al pasar ya dos meses había dominado la habilidad por completo.
Incluso conseguí mi objetivo de impresionar. Creo que eso fue una de las cosas que más éxito ha tenido en mi vida.
Sin embargo, algo que no esperaba que pasara con esta habilidad era el que, poco a poco, fue ganando otro propósito además del de impresionar. Sirvió como una manera de desestresarme.
Cada vez que estaba ansioso o estresado el girar un lápiz lograba calmarme un poco. No por completo, pero si servía para apaciguar el sentimiento.
Y hoy, mi lápiz había girado tantas veces que por poco y vomita.
No podía dejar el maldito lápiz en paz, lo giraba una y otra y otra vez. Llegué a un punto en que pude girar el lápiz con ambas manos.
Lo que significaba que estaba ansioso y/o estresado. Ahora la pregunta es: ¿Cuál es la causa del mareo de mi lápiz?
La respuesta tenía nombre, y ese era, por desgracia, Sam.
El maldito no me hablaba desde ayer en que discutimos. ¡Ni si quiera fue una discusión muy fuerte! ¡Fue solo un pequeño choque entre nosotros, nada más! Pero aún así él se lo tomó en serio, y al parecer estaba decidido en no hablarme en un buen rato.
De vez en cuando mi mirada se desviaba hacia su persona (no era a propósito, lo juro). Pero este, a sabiendas de que lo miraba, no me devolvía la mirada. ¡Ni si quiera se dignaba a tocarme!
Maldito seas Sam, ojalá pises mierda hoy de regreso a tu casa. Y que la mierda sea tan gruesa y maloliente que tengas que botar tus zapatos.
Satisfecho con mi maldición, volví mi mirada al frente, donde se suponía debía estar en primer lugar. Sin embargo, no importó cuantas veces traté de prestar atención a lo que decía el profesor, no me entraba nada a la cabeza.
Rendido, suspiré.
¿Qué puedo cocinar una vez en casa? Ahogaré este feo sentimiento de traición comiendo. Sin duda después me animo.
Torcí el gesto ante la palabra casa.
Mejor no.
♡♡♡
Salí del salón bien cabreado. Intenté durante dos clases llamar la atención de Sam disimuladamente para que de una vez por todas me hable, pero mis esfuerzos fueron en vano. El jodido niño malcriado no me hizo caso en ningún momento.
Bien molesto y algo triste empecé a caminar. Estaba decidido a pasear sin rumbo fijo durante todo el recreo, pero de la nada escuché a alguien nombrarme de una manera que nadie hacía hace años.
—Con que Alexander D. O'Connor ¿eh?
Me detuve e inmediatamente me volteé al dueño de aquella voz.
—Profesor Hugo. ¿Necesita algo? —Respondí de una manera fría. Ese tipo ¿quién se cree que es?
—Tranquilo, no te enojes. Solo me daba curiosidad tu nombre ¿provienes de una familia rica o algo asi? —Preguntó casualmente. No parecía importarle mucho la respuesta la verdad.
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NO HOMO BRO
RandomSam y Alex son mejores amigos de la infancia, siempre se los ve juntos y jamás nadie a podido interferir entre ellos. Su relación es tan estrecha que algunas personas suelen confundir su amistad con algo más allá, pero ¿qué pasaría si en realidad no...