22. Me gustas

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-Alex-

Estaba despierto. Pero no quería abrir los ojos.

La poca consciencia que tenía me era suficiente para saber que el más mínimo movimiento me causaría dolor. Y pues, no me gusta el dolor. Además tenía sueño.

Pero poco a poco la necesidad de abrir los ojos aumentaba, hasta que finalmente lo hice. Miré, y me encontré con un techo desconocido. Al instante traté de sentarme para observar mi alrededor, pero recordé que si me movía dolería por lo que me contuve y observé con el rabillo del ojo el lugar donde estaba.

Era una sala de hospital. Blanca, con instrumentos médicos, paredes lisas...

De pronto mi visión se encontró con otra cosa, o más bien, alguien.

En una esquina, en una posición lamentablemente incómoda y con los ojos cerrados, estaba Sam. Estaba sentado y con los brazos cruzados, su espalda torcida de una forma extraña y una pierna apoyada en el reposa brazos. Respiraba lenta y rítmicamente, sus ojos cerrados y labios entre abiertos. Sentí paz al verlo, aunque también me daban ganas de decirle: ven a acostarte a mi lado, me duele la espalda de solo verte.

Lo quedé mirando con mi mente flotando en algún lado, dudando en sí era real o no. Confirmé que sí. El alivio y la felicidad me inundaban. Quería verlo, y ahora por fin podía hacerlo.

Los recuerdos fluyeron uno por uno. Suspiré y los ignoré. No quería saber nada de eso, para mí ayer y anteayer no existieron. Solo este momento era real, y hermoso.

Me froté el rostro para despertar por completo. No vi mis muñecas, sabía que no me gustaría lo encontraría allí al verlas. Después de un par de bostezos, y de observar a Sam durante un buen rato, decidí despertarlo. Avisarle al mundo que he despertado.

—Oye, avellanita —susurré.

No se movió en absoluto.

—Sam, despierta. Estoy vivo —subí el tono de voz. A lo que él movió un poco las cejas, pero nada más.

Fruncí el ceño. Estaba profundamente dormido.

¿Y si le lanzo algo?

Miré si tenía algo que pudiera tirarle cerca. Pero por el rabillo del ojo distinguí movimiento.

—¡Avellanita! Hey, despierta de una vez.

Sam abrió los ojos y me miró. Le devolví la mirada con una leve sonrisa.

Pero por alguna razón me siguió mirando, como si no creyera en lo que tenía enfrente. Abrió más y más los ojos en sorpresa.

Le hice el signo de paz con una mano.

—Buenos días bella durmiente. Tú príncipe está vivo y espera un abrazo de tu parte —dije.

Sam se levantó como un rayo y se puso a mi lado.

—¿Cuando despertaste? ¿te sientes bien? —preguntó. Tenía una expresión agotada.

—Desperté hace poco y estoy bien, supongo —Abrí los brazos lentamente— ¿Qué esperas?

Sam prácticamente se lanzó a mis brazos, pero en todo momento cuidó la cantidad de fuerza que usaba para no dañarme. Lo abracé como nunca antes, y no quise soltarlo por nada del mundo.

Al instante me relajé, mis músculos se soltaron y por fin me sentí a salvo. Liberé toda esa tensión que no sabía que cargaba.

—Te extrañé —dije en su oído.

Sam me abrazó más fuerte.

—Yo igual.

Estuvimos así un buen rato, Sam se sentó a mi lado en la camilla. Por poco me quedé dormido, pero mi mente seguía intranquila y tenía muchas preguntas que hacer. Por más que quisiera debía enfrentarme a la realidad.

NO HOMO BRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora