17. Sus labios

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-Alex-

Estuve inquieto el resto del camino a mi apartamento. Durante todo ese tiempo estuve demasiado consciente del contacto entre nuestras manos, y no pude calmarme.

Todavía no podía superar la vergüenza que acababa de pasar, me molestaba la idea de lo incómodo que pudo haber terminado esa conversación si Sam no decía que sí. Sin embargo ese sentimiento fue aplastado tiempo después por la euforia. Bien disimulada, obviamente.

Finalmente llegamos a nuestro destino sin más inconvenientes ni preguntas raras. Tiré mi mochila a un lado y me dejé caer en el sofá. Miré a Sam que recogía mi mochila y la ponía junto a la suya en una esquina.

De pronto, sonreí. No supe por qué, simplemente me sentí feliz.

—¿Sabes Sam? Podrías ser una muy buena ama de casa —dije mientras me acomodaba.

Sam arrugó la cara.

—Prefiero trabajar.

—Trabajar es cansador, mejor podrías quedarte limpiando y cocinando. Cocinas bien.

—Pero debo trabajar para ganar dinero —Sam me miró como diciendo "estás tonto o qué".

Lo pensé un momento, tenía razón.

—Qué desperdicio —murmuré.

Sam inclinó la cabeza, no me había oído. Tampoco pensaba repetir lo que dije.

Seguí observando cómo Sam iba a mi habitación y sacaba unos libros junto a sus cuadernos y notas, dejándolas sobre la mesa. Al ver que pensaba estudiar solté un suspiro. Últimamente se había esforzado mucho estudiando, se pasaba horas y horas leyendo y releyendo materia hasta que entrara en su cabeza. El solo verlo era agotador.

Después de que hubo movido todo lo necesario se sentó. Lo vi organizar el espacio, abrir cuadernos y leer durante un rato. Bueno, más específicamente veía su cara pero tampoco es mucha la diferencia ¿no?

Al poco tiempo me aburrí.

Quise hablarle pero prefería no molestarlo, así que cerré los ojos e intenté dormir. Después de todo el ver a Sam estudiando me había aburrido lo suficiente para darme sueño. Estuve así un tiempo, relajándome. Escuchando el pasar de las hojas y el escribir de un lápiz.

Pero en una ocasión el lápiz dejó de escribir por mucho tiempo. Me pareció raro, pero no abrí los ojos para ver que pasaba.

Pero no pude mantener los ojos cerrados por mucho tiempo. Ya que sentí una mano tocando mi mejilla con suavidad.

—Ah, estás despierto —dijo Sam torpemente.

Asentí. E ignorando lo que acababa de pasar, decidí sacar el tema que me estaba molestando.

—Oye, ¿qué crees que hacía esa mujer allí? —pregunté.

—No sé. ¿Vigilando si estabas bien?

—Tal vez... eso significaría que en verdad me está cuidando. Bueno, le están pagando para que me vigile, la verdad.

Sam rió con suavidad.

—Dejémoslo en que es tu guardaespaldas —dijo.

Sonreí ante lo absurdo que sonaba.

Nos quedamos en silencio, un silencio cómodo, mientras nos mirábamos a los ojos. Durante esos segundos, o minutos quizás, fui contando cada color diferente en sus ojos... café, verde, negro, e incluso pequeñas partes donde el amarillo y celeste eran visibles si te fijabas en ellas. Cada vez que nos mirábamos así era la razón por la que no podía apartar la mirada.

NO HOMO BRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora