14. Lazos familiares

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-Alex-

—Todavía no puedo creer lo que sucedió —comenté—, es decir, por poco me secuestran.

—Por poco te dejas secuestrar —respondió Sam, con aún rastros de molestia en su voz.

—Tenían armas ¿Qué más podía hacer? Nunca había visto una pistola en la vida real, menos involucrado en un casi tiroteo, si me resistía quién sabe lo que nos hubiera ocurrido.

Sam gruñó, sabiendo que tenía razón pero negándose a admitirlo.

Llegamos al edificio sin otros percances, subimos al ascensor y marqué el número de piso en el que estaba mi apartamento.

Si, así es, mi apartamento. Desde hace años que vivía solo, por lo tanto aquel espacio al que nos dirigíamos era de mi propiedad. La mayoría de las personas se sorprendía al escuchar que vivía solo ya que era demasiado joven, sin embargo ya estaba acostumbrado a ese estilo de vida, por más raro que fuera.

Se cerraron las puertas y empezamos a ascender, me distraje mirando mi reflejo en las paredes de la cabina.

No obstante mi mirada no duró mucho en su lugar, y esta se desvió a la persona a mi lado, la cual, como era de esperar, ya tenía su mirada puesta en mi desde un principio.

—¿Seguro que estás bien? —preguntó él.

Sin ganas de responder, asentí.

—Deberíamos llamar a la policía, lo que pasó es grave —Sam insistió.

—No, antes de eso debo hablar con otra persona.

—¿Otra persona? Te refieres a... —dejó la oración en el aire. Asentí con un suspiro.

—Sí, a esa persona.

Sam no estaba muy convencido y no reprimió sus pensamientos en absoluto, mostrando una clara expresión de desacuerdo. Aún así, no dijo nada en voz alta.

El ascensor se detuvo en el piso correspondiente, las puertas metálicas abriéndose de par en par. Y en el silencio de la tarde una mano capturó la mía, sin darle opción a escapar, decidida a dirigir el camino una vez más.

Ya estaba acostumbrado a este tipo de cosas, es más, normalmente era yo quien tomaba la iniciativa, sin embargo esta vez no pude recibir el gesto como uno de amistad. Después de reconocer mis sentimientos ya me era imposible no sentir un cosquilleo más allá de la amistad en esta clase de situaciones.

Creo que empiezo a entender el encanto que le ven las mujeres a este tipo...

Mejor no pienso en eso.

Avellanita nos dirigió a la puerta de mi hogar, él ya había venido bastantes veces por lo que conocía el lugar.

Separé nuestras manos suavemente, y busqué las llaves de mi bolsillo. Sin embargo, no logré sacarlas del todo de mi bolsillo cuando me percaté de algo extraño. Alcé la mano, y giré el pomo de la puerta. Estaba abierta.

Me congelé en el lugar, un miedo profundo invadiendo mi mente. Recordaba claramente haber cerrado con llave en la mañana, siempre lo hacía.

Primero casi me secuestran y ahora alguien entra a mi casa, genial.

—¿Qué sucede? —Sam preguntó a mi lado al ver que algo no iba bien.

—Está abierta... la puerta está... —hice una pausa para tranquilizarme— Avellanita creo que hoy nos tocará hacer una pijamada en tu casa.

—¿En mi casa? Pero si ya estamos aquí.

Se me adelantó y entró al apartamento sin enterarse de nada.

NO HOMO BRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora