V

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Observo los cuerpos largos y audaces de esos chicos envueltos en sacos y botines térmicos escalando montañas para calentar el cuerpo. Me es un alivio no llamar su atención dentro del salón cuando alzo una mano a través de los ventanales, mi objetivo se halla hasta el final moritoneando los movimientos de cada chico, sus ojos se engrandecen cuando logra notarme. Deja a sus chicos solos avisando de su corta ausencia y se hace camino por los costados del salón sin querer interrumpir.

—No sabes cuánto te eché de menos —me dice la instructora Choi sin dudar ni un segundo más en abrazarme, le estrecho con más fuerza en mis brazos surcando una sonrisa. Desde que me dieron alta del hospital únicamente recibía llamadas telefónicas de ella, me hacía falta verla en persona—, no sabía nada de ti. ¿Cómo estás? —Se separa sin dejar de sostenerme por los brazos.

—Estoy entero, por lo menos —le respondo sacándole una risa.

—¿Cómo están tus padres?

Para ese entonces ya habíamos tomado asiento en las bancas del pasillo.

—Bastante bien de hecho, estresados por impuestos y esas cosas.

—Cómo no si siguen subiendo como espuma —bufó frustrada torciendo los ojos lo que me hizo reír—. ¿Tu columna? —preguntó está vez sobando la parte inferior de mi espalda, trazando círculos en la zona.

—Bien —respondí—, mis padres me ayudaron mucho. Recibí terapia y en un año pude ser capaz de caminar otra vez, empecé a trabajar —relataba.

—Qué bien, me alegro mucho —Asentía mirando al suelo y devuelve la mirada a mí. Puedo verme reflejado en esos cristalinos ojos oscuros cubiertos de arrugas por las esquinas, detallo de cerca su piel levemente manchada y los labios secos—. No sabes cuánto te extrañé.

Yo también lo hice.

—No será necesario que me sigas extrañando —digo haciendo que me mire expectante—, formé mi inscripción en línea, voy a volver.

Sus ojos resaltaron un brillo esperanzador seguido de una sonrisa.

—¿De verdad? —Afirmo con la cabeza— Dios, eso es maravilloso —Su alegría desbordaba en cascadas por la forma en que su risa errática salió de sus labios, me apretó contra su cuerpo con un brazo y me devolvió la mirada—. ¿Te quedarás hoy?

—Aún no, planeo hacer mi entrada dramática.

—Claro, no serías Lee Min Ho en su máxima expresión si no lo hicieras —Se levantó del asiento y colocó los brazos en las caderas, me levanté seguido de ella. La diferencia de altura era bastante notoria entre nosotros—. ¿Te espero mañana entonces?

—No lo dudes.

Volvió a abrazarme.

—Bienvenido de vuelta.

No olvidé de agradecerle mientras sujetaba sus manos e hice una reverencia antes de que tuviera que volver a la clase y yo tuviera que marcharme.

ManonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora