LXIV

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Cuando me dieron de alta del hospital me la pasaba en cama todo el día. No quería ni incorporarme para comer. ¿Con qué motivo? Mis piernas estaban destrozadas, mi columna no me dejaba dormir por la noche, de solo verme en el espejo me sentía ahogado en humillación.

No sabía si iba a ser capaz de sujetarme sobre mis pies nuevamente, y si lo hacía, ¿qué me aseguraba que volvería a bailar?

Quería morir cada día. Era tan injusto haber invertido en tantos de trabajo para que en dos segundos me hayan despedazado entero.

—Cariño, mira lo que encontramos hoy.

Soonie fue traída a mi mundo en un lúgubre día lluvioso, mis padres la rescataron cuando volvían a casa, había caído a una alcantarilla. Era pequeña, preciosa. Se quedó en mi cama esa noche y todas las que le siguieron. La más fieles de mis compañías, logró hacer mis desesperanzados días un poco más alegres.

ManonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora