LXV

1.1K 205 13
                                    

Entro al salón sin detener mi paso hasta llegar al otro lado y dejar mis cosas en el suelo, sabiendo que aún no puedo doblar la espalda opto por flexionar las rodillas ayudándome de la barra pegada a la pared y empiezo a sacar mis calentadores y zapatos térmicos.

—Hey, ¿estás bien? —Ji Sung llega a mi lado y se acuclilla junto a mí.

—Sí —contesto cortamente sin tener más que decir. Me palmea la espalda y se levanta.

Sigo cada postura que dicta la voz de Choi en la hora de calentamiento que tenemos. Ruedo sobre la almohadilla teniéndola bajo el lateral de mis muslos, arqueo los pies vendados, me posiciono en plancha.

¿Por qué no estaría bien? Es solamente... un gato.

Con las piernas estiradas me doblo hacia enfrente tocando las puntas de mis pies. Estoy perfectamente, casi no siento mi espalda doler. Cuando relajo la postura veo dos dedos de Ji Sung viniendo hacia mí como si de dos pequeñas piernitas se tratasen y suben por mi pierna hasta mi rodilla.

—Hey. ¿Quieres salir hoy?

Acepté sin saber qué planes tenía en mente. Ponte más guapo de lo que ya estás, fue todo lo que me dijo. Me llevé una camisa y pantalones negros al trabajo y cambié el uniforme al salir, Ji Sung llegó por mí e imaginé que saldríamos a cenar o a alguna función de medianoche. Mas no me esperaba que diéramos a parar en un club nocturno.

Neon Light House.

Nunca había entrado a un lugar como ese, por lo que me sorprendió hallarme con lo que tenía dentro. No tanto por las paredes tintadas de neón resaltadas en luz ultravioleta, o en las mesas redondas repletas de bebedores sentados en sus mullidos sillones se terciopelo, sino por la gente. Hay de todo tipo. Tríos comiéndose la boca en los sofás, chicas semidesnudas con estampillas de estrellas en los senos, chicos super delgados, mujeres de talla grande, otras muy altas y masculinas (o quizás eran hombres disfrazados), meseras desfilando en sus tacones altos con trajes super ceñidos. Humo, olor a tabaco, alcohol, sexo. Era lo más parecido a la tierra del pecado.

—¿Por qué este lugar? —pregunto a Han por sobre la música sintiéndola retumbar en mi pecho.

—¿No te gusta?

—No, no es eso.

—¡Entonces diviértete! —exclama alzando los brazos y sólo pienso en lo lindo que se ve con esa chaqueta levantándose dejando ver su fina cintura, los pantalones de cuero pegados a las piernas, los dedos adornados de numerosos anillos, el cabello prolijamente peinado y los ojos resaltando en su maquillaje— Vamos a beber algo —Me lleva de la mano hasta la barra y pide dos copas de martini de vodka. Vemos cómo ambos vasos son preparados con maestría por el bartender y se nos son dejadas ambas copas decoradas con piel de limón sobre la barra, Han brinda con mi vaso y entrelaza su brazo con el mío bebiendo de él—. Bebe —me dice al ver que no lo he hecho, acerco la copa a mi boca y él empuja suavemente de la base haciéndome beber hasta que no quede no una sola gota—. Eso es.

Una copa se convierte en dos, luego en tres y luego pierdo la cuenta. Está empezando a hacer mucho calor. Quiero bailar. Ji Sung me lleva a la pista donde nos colamos entre una multitud disfrazada de neón, baila muy cerca de mí sin soltarme la mano, rozando las caderas en mi pelvis en despistados movimientos. Dios, esta canción es muy buena.

No sé en qué momento mi cuerpo deja de ser mío para volverse uno con la música. Salto, me muevo, giro. Más de un chico diferente es pasado al centro de la pista a lucirse con sus distinguidos pasos de break dance, twerk o shuffle. Soy empujado al centro. ¿Qué debo de hacer? ¿Qué debo de hacer? Todos esos chicos gritan mi nombre. Les voy a enseñar quién soy. Con o sin zapatos puestos me adueño de la pista y le doy a cada uno de los presentes una muestra de lo que me hace el mejor bailarín. Giro sobre mi eje, me arqueo, ondeo el cuerpo y los brazos. Me siento sexy. Escucho todos esos aplausos y vítores provenir de aquel público entusiasta. Sigan gritando mi nombre, me encanta.

Halo a Ji Sung a mi lado y de nuevo somos los dos, baila conmigo una especie de sensual y desastroso tango mientras que el resto se arremolina bailando a nuestros alrededores. Me río, grito al cielo, beso a ese chico tan precioso en mis brazos y olvido todo aquello que me inquieta.

ManonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora