VII

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Esa mañana ya estoy vestido cuando bajo a la cocina y con euforia me lanzo a abrazar a mi mamá por la espalda al notar que seguía aquí.

—Alguien está muy feliz hoy, ¿se puede saber por qué? —Se gira hacia mí. Me separo de ella y cruzo los brazos brindado un aire misterioso.

—Adivina —desafío.

—Mmm... ¿Conociste a alguien? —río abochornado de su respuesta— ¿Qué es? Dime.

Es mucho mejor.

—Regresaré a la compañía.

Una enorme “o” se forma tanto en los ojos como en la boca en un jadeo.

—¿Cuándo?

—Hoy mismo.

—¿Tu padre lo sabe?

Niego con la cabeza.

—Aún no.

—Loco, ¿cuándo pensabas decirnos? —ríe con más abertura— Cariño, estoy tan feliz por ti. ¿Estás seguro de que puedes volver?

Abro los brazos a los lados.

—Quiero volver al ruedo.

Una risa más.

—Ahora tendré que prepararte doble almuerzo —resalta poniendo las manos en las caderas.

—Está bien, yo lo hago.

—No, yo quiero hacerlo.

Ahora soy yo quien ríe en cuanto trato de hacer el más mínimo movimiento y me saca de la cocina.

Nunca dejaré de ser un niño para ti, madre.

ManonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora