XXXVI

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Escapamos del ensayo grupal y me llevas de la mano entre los pasillos, no tengo idea de cuál sea nuestro destino, aun así no te detengo. Tomo como pistas cada rincón que reconozco, pero no llego a una respuesta correcta en mis suposiciones hasta que me percato del lugar al que me has traído.

Estamos en el Teatro Real de Seúl, la estructura contrapuesta a la academia donde los estudiantes presentan los actos programados para cada temporada. El lugar luce inmenso cuando está vacío, casi me es extraño hallarme dentro después de tantos años que no pisaba ese lugar. Me conduces sin soltarme la mano por el pasillo central entre los asientos, las únicas luces encendidas son las del escenario, en el que se hallan una cama y un escritorio para la escena de la alcoba.

Lugar donde Manon y Des Grieux consuman su amor por primera vez.

Me subes por los escalones y una vez en la cima sueltas mi mano.

—Manon es mi obra favorita —lanzas ese dato balanceándote desde uno de los postes de la cama.

—La mía también —respondo desde el escritorio sobre el que estoy sentado.

Desde la cama das pasos cortos e inocentes sobre tus puntas a la par en que meces los brazos, te diriges hacia mi lugar y tiras de mi mano incitando a qué baile contigo, de principio soy tímido, pero terminó accediendo a ello. Puedo decir que es tu obra favorita porque la conoces de pies a cabeza, ejecutas la danza conmigo tomando el papel de Manon una vez más, estás tan centrado en el número perteneciendo a él, giras sosteniéndote de mi mano y volvemos a encontrar. Intérpretes o no, puedo sentir cada abrazo como auténtico.

Han, nunca dejé de amarte.

Aunque muriera, viviría otras mil vidas con tal de encontrarte otra vez.

No me importaría dejarlo todo, como Des Grieux lo hizo por Manon.

Con tu mano me das impulso para hacerme girar, te alejas de mí y vuelves a mis brazos. Sostengo tu cuerpo mientras que caes con ligereza y te recuesto en el suelo, recorro las manos por tu cuerpo y vuelvo a ponerte de pie, un estridente salto, te sujeto con toda mi fuerza cuando te suspendo en el aire y me vuelves a abrazar. Te aprieto con vigor en mi abrazo, desearía que de ahí no salieras. ¿Puedes sentir mi corazón contra tu pecho?

Entonces me miras, me miras con detenimiento, tu mirada baja de mis ojos a mis labios. Aunque sea parte de la escena, sé que quieres besarme, y lo concedo. Te beso. Te beso como nunca imaginé hacerlo. Te beso con paroxismo, con sofocante deseo. Tomo tu rostro e inclino la cabeza haciendo hincapié en este sentimiento que te quiero transmitir. Me vuelvo loco con el sabor de tus labios, con el roce de tus manos, me haces pisar el cielo con sólo lanzarme la mirada. No tengo palabras suficientes que usar, solamente te lo demuestro.

Mis pies ya no tocan el suelo, dejaron de hacerlo cuando me empujaste hacia la cama.

ManonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora