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Todos estaban reunidos en el comedor, de pie delante del gran ventanal oculto por las persianas. Las grandes puertas del comedor estaban cerradas, poniendo nerviosos a todos los niños, que comenzaron a escuchar unos pasos delicados que cruzaban el pasillo y hacían eco.

Iguro observaba la puerta en silencio. Sabía quién iba a presentarse frente a ellos. Shinobu Kochō, antigua compañera que fue dada por muerta.

Por lo que habían deducido Kagome y él horas antes, aquella había sido una mentira disfrazada de advertencia, sin embargo, nadie se había dado cuenta de ello. Pero ahora la cuestión era adivinar qué quisieron advertir.

Las puertas fueron abiertas de par en par, dejando a la vista la figura de una chica que parecía rondar los veintiséis años. Su cabello largo le llegaba por la cintura; uno de color negro y de brillante morado. Sus ojos combinaban con sus mechas moradas; llevaba una mariposa en colocada en la zona de atrás de su cabeza, dejando a la vista sus hermosas alas. Su ropa consistía en un vestido negro que le llegaba por las rodillas, junto a unas botas de cuero del mismo color algo más largas. Junto a esto, llevaba un haori con estampando de mariposa.

— ¿Shinobu?— Preguntó Sanemi al verla. La joven lo observó y le dedicó una suave sonrisa, sin separar sus labios.

— Buenas noches a todos. Yo soy Shinobu Kochō, su nueva criadora. Será un placer hacerme cargo de todos vosotros.— Hizo una corta reverencia. Douma sonrió y se acercó a ella.

— ¡Exacto chicos, ella es vuestra antigua hermana! Lamentamos haber dicho lo de su muerte... Al final ella sobrevivió. Y ahora está aquí para visitaros de nuevo.— Comentó sonriente. Kochō se veía calmada, pero Tanjiro lo olió.

Estaba enfadada. MUY enfadada. Y realmente irritada. Él era consciente de que detestaba a Douma. Porque él estaba enamorado de ella y él era el asesino de su hermana de sangre. Enmedio del caos de la masacre de Kume, ella pudo ver lo que hizo.

— Sí... Aquí estoy. Soy yo.— Dijo suavemente, sonriendo. Todos, sin dudarlo, se lanzaron a abrazarla, incluido Obanai.

Los únicos que no la conocían eran los que eran más pequeños que Inosuke y Nezuko, ya que su memoria no les daba para más.

— Cuidado, por favor. Hay algunas heridas que todavía me duelen...— Informó. Iguro frunció el ceño confundido.

— Pero eso sucedió hace siete años...— Susurró. Sin embargo, entre todo el ruido, no hubo nadie que pudiera escucharlo.

Cuando todo estuvo más calmado, cenaron juntos. Todos, para sorpresa de Obanai, estaban siendo responsables y hablaban uno por uno con la recién llegada, no armaron ningún escándalo ni pelearon por ver quién hablaba con ella.

La cena se dio por finalizada a las doce en punto. Todos, más calmados, recogieron sus cosas y lavaron los platos, para luego dirigirse a sus habitantes. Iguro, en vez de ir a su habitación, salió a tomar un poco el aire.

— ¿Iguro Obanai?— Preguntó Shinobu mientras se asomaba por la puerta. Al verlo sonrió y se acercó a él.— Ha pasado un tiempo.

— Y que lo digas.— Dijo él, apoyándose en la pared que había tras él.

— ¿Qué tal?— Obanai la observó. Había sacado un cuadernito y una pluma.

— Ah... Bien.

— Veo que has crecido bastante. Antes eras muy bajito. Ahora casi eres de mi altura.— Comentó divertida, sabiendo que a Iguro le molestaba.

— Muy graciosa.— Dijo molesto.

— Venga ya, pero si es verdad. No estoy insinuando que seas bajito, más bien, digo que estás más alto.— Soltó una risilla antes de pasarle el cuaderno junto a la pluma.

“Kagome te habló sobre mí, ¿cierto?
Quiero decirte que no te preocupes por mí. Ella está bajo amenaza. Si notan algo sospechoso en mí, el castigo lo recibirá ella. Probablemente no te lo dijo para no preocuparte y que actuaras sin pensar en ella, pero es algo que me preocupa.”

— Pero has admitido que era bajito de pequeño.— Comentó mientras leía. Un cómodo silencio se apoderó del lugar, entonces, él escribió su respuesta.

“Gracias por decírmelo.”

Shinobu sonrió tras leerlo.

— Es un placer volver a estar contigo.— Dijo mientras arrancaba la hoja y le prendía fuego. Cuando lo que quedaba era una pequeña brasita, la dejó caer y la pisó. El fuego nunca se extendió.

— Lo mismo digo, Shinobu-san. Me alegro de que estés viva.— La de cabello bicolor sonrió.

— Bueno, yo debo volver. Ve a dormir antes de que se haga más tarde.— Fue a entrar en el edificio, pero antes de detuvo y susurró algo.— Cierre las puertas.— Fue lo último que dijo.

Él la observó confundido.

Le restó importancia a aquello y entró tras ella. Entonces, se fue a su habitación, sin pararse a pensar en el significado de aquellas palabras.

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En el momento en el que se despierta y abre sus ojos, la cabeza de Iguro funciona como una locomotora y es ese instante, en el que lo recuerda todo y encuentra las respuestas a aquello que no comprendía.

Y ahora, había comprendido las palabras de Shinobu.

Cualquiera pensaría que le estaba pidiendo educadamente que cerrara las puertas. Pero tras lo que dijo Kagome, comprendió algo.

No, no se refería a que cerrara las puertas. Quería decir que ese era un día de puertas cerradas; es decir, no podría visitar el jardín hasta las 00:00. Es algo que sucede cada cierto tiempo.

Se llevan a un grupo de niños y el resto es encerrado en el edificio. Al volver todos se ven felices, como si hubieran estado paseando por la ciudad, como si hubieran visto otro mundo.

Pero ese solo era el caso de los niños pequeños. De 1-3 años, ya que, pasado cierto tiempo, uno ya no tiene ni un solo recuerdo de lo sucedido.

Los mayores no eran llevados a la gran ciudad. Porque lo que querían en aquel lugar era que no tuvieran los deseos de salir. Que estuvieran acostumbrados a aquel sombrío y desagradable lugar, pero que al mismo tiempo llega a ser acogedor porque es donde todos se crían. Quieren que se aferren al orfanato. No quieren que busquen escapar.

Y entonces, poco a poco, sin ser consciente de ello, comenzó a unir los cabos que lo guiarían hasta la verdad.

Niwa ➳ ObaMitsu (Cancelada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora