Las calles ya estaban desoladas a esas horas. Apenas había cuatro gatos por la calle, Mitsuri incluida. Generalmente, ella solía salir a esas horas para despejarse y comprar algo. Zugaikotsu caminaba tranquilamente junto a ella, ambas parecían mantener una agradable conversación, la menor de ambas (pero mayor en estatura) reía por los comentarios que su familiar hacía.
— Un momentito,— la de cabello bicolor se detuvo frente a una tienda que aún estaba abierta y entró, siendo seguida por su familiar. Era un lugar bastante exótico, con una gran cantidad de productos y bastante alejado del resto de tiendas y hogares. Mitsuri solía ir siempre que tenía un rato libre y hablaba con la dueña del local, mientras Zugaikotsu charlaba tranquilamente con el familiar de esta.— buenas noches.— Saludó la joven formalmente mientras se acercaba a la mujer de aspecto joven, pero que realmente ya tenía casi setenta años.
— ¡Ah, Kanroji! Ya creí yo que me habías abandonado.— Se quejó la mujer mientras tomaba asiento frente a la chica, quien rio nerviosa y tomó asiento, igualmente, justo en la silla frente a ella.
— Lo lamento, lo lamento. He estado bastante ocupada con el tema de Iguro-san y no he podido visitarte...— Se excusó. La mujer suspiró, dejando escapar una suave sonrisa.
— ¿Qué tal está?— Preguntó la mujer algo preocupada. Recordaba al joven perfectamente, antes de la guerra pasaba bastante tiempo allí, ya fuera solo o acompañado.
— Confundido y perdido.— Fue lo único que pudo responder.
— Al igual que tú.— Susurró la mujer, poniéndose en pie nuevamente. Antes de que la joven pudiera preguntar qué acababa de decir, la mujer habló.— ¿Quieres tomar un té o algo?— Preguntó.
— Si no es una molestia.— Respondió. La mujer notó el desánimo en la voz de la contraria, pero como vio que tenía intenciones de hablar, no dijo nada respecto a ello.— Cambiando de tema... ¿Me puedes explicar cómo has conseguido ese aspecto tan joven?— Preguntó Kanroji, cambiando por completo su actitud. La contraria soltó una sonora carcajada a la vez que ponía ambos casos sobre la mesa.
— No te preocupes, no es nada extraño. Es una ilusión creada por mi Sakura.— Comentó, señalando a su familia, que movió su mano de un lado a otro en señal de saludo. Era un ser bastante extraño, a Mitsuri siempre le había llamado la atención. Parecía una pequeña hada y al mismo tiempo, su cabello eran pétalos rosas, acompañados de flores de cerezo. Pese a ser tan extraña, era bastante linda.
— Ya veo...— La chica vio cómo la mujer llenaba su taza y luego se la acercaba, indicándole que ya podía beber.— Hm, muchas gracias.— Agradeció, tomando la taza con ambas manos y comenzando a soplar para enfriarlo aunque fuera un poco.
Mientras la mujer terminaba de servir su taza, la joven aprovechó para pensar un poco sobre qué hablar ahora con ella. Si bien cuando iba a hablar con ella hablaban muchísimo, esta ocasión no era igual. Era algo incómodo, sobre todo ahora al tener el tema del orfanato, el cual le ponía bastante nerviosa y prefería no hablar sobre ello.
Pero parece que pese a que Akiko era muy buena leyendo a personas y ya había notado que le incomodaba el tema, decidió sacarlo para hablar algo y así poder ponerse al día; no quería ser ajena a los acontecimientos que atormentaban a la adolescente que ahora se removía incómoda justo frente a ella.
— Oye, si se supone que vas a visitarlo diariamente, ¿por qué justo hoy no vas?— Se atrevió a preguntar, tomando asiento nuevamente. La de cabello bicolor la observó en silencio, para luego bajar la mirada a su taza, donde pudo ver el reflejo distorsionado de sus ojos verdosos.
— Llevo un tiempo sin ir. Me da miedo ya que he tomado una decisión.— La mujer arqueó una ceja curiosa y se mantuvo en silencio para escuchar lo que tuviera que decir.— La próxima vez que vaya, será cuando le diga mi nombre.— Akiko abrió los ojos estupefacta, realmente no se esperaba aquello.
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Niwa ➳ ObaMitsu (Cancelada)
Fiksi PenggemarLa guerra había terminado cuando el último pétalo había caído. Cuando la última rosa había sido pisoteada y maltratada, el caos se detuvo. Miles de personas habían muerto. Cientos de niños habían perdido el rumbo y habían desaparecido. El fin del ca...