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El cielo nublado parecía llorar. Las calles estaban deshabitadas y oscuras, las farolas que anteriormente iluminaban el lugar se habían apagado pues ya eran las ocho de la mañana y no las veían necesarias.

— No sé si debería visitarlo hoy...— Susurró para sí misma la joven de cabello bicolor, echando un poco su paraguas hacia atrás para poder observar el oscuro cielo que se alzaba sobre ella. Soltó un suspiro pesado, algo molesta, ya que no sabía qué hacer.

A veces tomar esa simple decisión era difícil para ella, ya que cada vez que iba corría el riesgo de ser descubierta o de que Iguro la reconociera. Ambas serían muy malas si llegaran a suceder, especialmente la segunda, desde su punto de vista.

Iguro Obanai no era un chico que debía ser tomado a la ligera. Era más peligroso de lo que aparentaba, de hecho, cuando era pequeña, le tuvo cierto miedo, el cual se fue disipando hasta desaparecer sin dejar rastro.

— Bueno... Iré a ver qué tal. Ya han pasado cuatro días y no lo he visitado para nada... Tal vez tenga cosas nuevas que contarme.

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¿Mariposas venenosas? Y yo creyendo que ya lo había visto todo. Pensó Obanai en cuanto terminó de leer aquel capítulo.

Ya iba por el final. Había descubierto cosas que eran interesantes, como que el edificio tenía un sótano y un ático ocultos, que las flores Kami, dependiendo del color, representaban a un ser mítico o dios distintos, que había rumores sobre espíritus dentro del orfanato, entre otros, como lo del día soleado y el fénix.

Sin embargo, no había llegado a dar con la verdad de aquel lugar. ¿Por qué estaban allí? ¿Para qué servían? Eran preguntas que se hacía constantemente. Era obvio que aquel no era un orfanato cualquiera, donde los niños viven felizmente hasta que son adoptados o soltados al cumplir la mayoría de edad.

Pero no podía sacar nada de todo lo que había vivido ni escuchado. No sabía qué sucedía realmente fuera durante el cierre de puertas, y no sabía por qué él solo había sido sacado una sola vez.

Soltó un suspiro y se puso en pie, dejando el libro sobre su mesita de noche, abierto por la página en la que se había quedado. Fue a por su haori, que descansaba sobre la silla que estaba frente al escritorio. Se lo colocó e inmediatamente salió de su habitación, cerrando su puerta tras él.

Kagome llevaba cuatro días sin aparecer. Se preguntaba cuándo se pasaría nuevamente por allí.

— Hay bastante silencio.— Comentó. Estaba extrañado ya que hacía un rato había escuchado a Sanemi gritar, y no parecía enfadado por cualquier estupidez. Parecía discutir con Douma sobre algo.

Niwa ➳ ObaMitsu (Cancelada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora