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— Muchas gracias por la recomendación. Lo leeré sin duda.— Dijo Obanai, abrazando el libro que anteriormente había estado en manos de Kagome.

— Me alegro.— La de orbes verdes sonrió suavemente antes de darse la vuelta.— Me gustaría quedarme aquí hasta que termines y vengas, pero... Debo volver a mi hogar.

— No te preocupes. Pero vuelve mañana, ¿bien?— La de cabello bicolor sonrió y se lanzó a abrazar a su amigo.

— Hasta mañana, entonces.— Iguro sonrió.

— Hasta mañana, Kagome.— La joven se separó de él y se dio la vuelta dispuesta a marcharse, pero entonces, Iguro la detuvo.— Espera. Se me olvidó que debo contarte algo.

Al bajar, todo estaba sumido en un pulcro silencio. Lo único que sonaban eran los pasos de todos sus compañeros caminando por el lugar para ir al comedor.

— Qué incómodo...— Susurró Obanai al ver a todos de esa manera. El ambiente estaba demasiado tenso para lo que normalmente era y aquello no le gustaba.

El almuerzo fue igual de incómodo que aquel momento. De hecho, Iguro se sintió libre cuando acabó y pudo volver a su habitación. Una vez allí, sacó el libro que Kagome le había recomendado y comenzó a leer.

Era cierto que le causaba cierta curiosidad. Él solía leer puras novelas y nunca se había pasado por el estante de mitología y leyendas. No sabía nada aparte de lo del fénix, cosa que Kagome le había contado antes.

No fue consciente de cuánto tiempo pasó sumergido en el libro, pero al observar al reloj, se dio cuenta de que debía bajar a cenar.

Le sorprendía haberse concentrado tanto. Pero, cuando volvió a la realidad, el recuerdo de lo sucedido en la biblioteca le golpeó.

Nunca había tenido contacto con chicas. Bueno, sí, por lo que el recordaba hubo una chica, pero solo cuando era pequeño, con aquella pequeña de la que, según Akaza, estuvo enamorado. Además de Shinobu y Nezuko, claro, pero ellas eran otra historia.

Pero era distinto. Ya no era un niño. Y no pudo evitar pensar en la forma en la que ella lo había abrazado. Especialmente la primera vez, cuando la había ocultado de Sanemi. Había sido tan... Extraño, pero agradable.

— Ah, justo iba a llamarte.— Escuchó decir a Muichiro.

— ¡Ah! ¿Cuándo llegasteis?— Preguntó confundido.

— Me encontraba demasiado mal, así que me trajeron de vuelta... El resto volverá algo más tarde.— Informó, dándose la vuelta. Por un momento pareció perder el equilibrio, pero pudo estabilizarse.

— ¡Hey! Ven, deja que te ayude.— Ofreció su ayuda mientras se acercaba a él. Muichiro, por extraño que sonase (ya que siempre ha sido muy cabezota) aceptó la ayuda de Iguro. Juntos bajaron las escaleras y ahí ambos tomaron un rumbo distinto.

Por alguna razón, en ese momento, una pregunta cruzó por la mente del de vendas.

¿Por qué cerraban el edificio aquel día si todos sabían que el resto estaban fuera? Y lo más importante...

¿Por qué incluso las ventanas estaban tapadas?

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— Cuando abren el camino es más fácil entrar y salir, pero más difícil entrar al edificio. ¡No sé qué es peor!— La joven de orbes verdes tiró de su cabello frustrada.— Pero... Realmente valió la pena por verlo a él...— Sin darse cuenta, dejó escapar un suspiro. Estuvo en silencio varios segundos antes de hablar nuevamente.— Aunque es una verdadera lástima que no recuerde quién soy.— Soltó otro suspiro, pero esta vez lastimero.— Bueno, solo debo darle tiempo... Cuando todo acabe, podrá llamarme así otra vez.— Se lanzó a su cama y se quedó observando el techo de su habitación.— Espera un momento... Kanroji Mitsuri... ¡Ah! ¡Sonaría tan lindo si él lo dijera! ¡Ahora tengo más ganas de decírselo! Pero... ¡No, no, no! ¡Debo alejar el tema personal de lo profesional! ¡Si meto la pata papá me matará!

Tras eso, se quedó en silencio varios segundos. Sus piernas, que antes había subido a su pecho, habían vuelto a bajar y ahora se encontraba ocupando toda la cama.

— Quiero que... Podamos vivir juntos una vida normal... Quiero cumplir la promesa que le hice hace años...— Susurró, llevando su mano a su pecho. Cerró sus ojos, y, lentamente, fue cayendo en brazos de Morfeo.

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Todos habían vuelto ya. Habían vuelto a abrir las puertas del edificio, y solo él había salido. Puede que tuviera la esperanza de ver a Kagome otra vez. O tal vez simplemente quería tomar el aire. Era algo de lo que no estaba realmente seguro.

— ¿La viste?— Tanjiro apareció de repente por detrás. Iguro dio un pequeño salto asustado antes de girarse a observar al menor.

— ¿H-Hablas de Kagome...?— Preguntó en susurro. El de pendientes hanafuda asintió sonriente y se sentó en el suelo. El mayor tomó asiento junto a él.— Sí... Estuvimos hablando un rato.— Fue lo único que dijo. Tanjiro se mantuvo en silencio.— Oye, ¿por casualidad...?

— No puedo decirte su nombre.— Iguro pareció desilusionado. El menor rio.— Lo siento, de verdad me gustaría decírtelo, pero está prohibido mencionarlo frente a ti...

— ¿Puedo saber al menos quién es?— Clamó.

— ¿A qué te refieres?— Pregunto confundido Kamado.

— Ella estuvo junto a nosotros cuando éramos pequeños. Tenía siete posibilidades y descarté cuatro, es decir, solo quedan tres posibilidades... Necesito pistas para al menos, saber quién fue ella para mí en el pasado...

Tanjiro rio suavemente.— Ella no me prohibió revelar tal información.

Ojos verdes, cabello castaño, un lunar bajo cada ojo, chica extrovertida y amable, definitivamente era ella. Además, todo cuadraba. Kaburamaru le tenía cariño, claro, porque en un principio perteneció a ella. Pero, incluso sabiendo eso, no era suficiente.

Lo único que necesitaba era su nombre. Solo eso. Pero nadie estaba dispuesto a dárselo. Y el único que pudo hacerlo ya no estaba ahí para hacerlo.

Sin embargo, estaba feliz al saber quién era. Tenía muy buenos recuerdos de ella. Le alegraba poder darle un rostro al fin. Pero prefería no darle muchas vueltas al tema ya que todo desembocaba en las palabras de Akaza, y... Todo se volvería bastante incómodo con ella. Lo sabía perfectamente.

— Bueno. Yo iré ya a mi habitación.— Informó Tanjiro, poniéndose en pie. Iguro hizo lo mismo y se estiró.

— Yo también... Tengo bastante sueño.— Hizo una pausa.— Aunque haya pasado todo el día sentado en mi cama leyendo...— Suspiró. Kamado soltó una risa.

— Hasta mañana, Iguro-san.

— Hasta mañana, Kamado.— Tras las palabras pronunciadas, pudo escuchar al menor alejarse.

— Mañana... ¿Estará aquí de nuevo?— Se preguntó a sí mismo, alzando la mirada. Observó en silencio el cielo durante varios segundos, para luego girarse y entrar en el edificio.

No debía pensar en eso ahora.

Niwa ➳ ObaMitsu (Cancelada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora