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— ¡No puede ser!— Gritó Inosuke mientras lanzaba una de las piezas del juego. Era la quinta vez que quedaba el último, después de haber ganado la primera partida de forma limpia.

Tanjiro soltó una carcajada y se inclinó para apoyar su cabeza sobre la de su mejor amigo.

— Inosuke, esto es un juego de suerte.— Dijo, tratando de calmar su mal humor.— No te quejes por perder.— El niño gruñó y desvió la mirada, con un suave rubor cruzando por su rostro. Todos sus compañeros los estaban mirando.

— Sí, sí... Por cierto, ¿y Konoa?— Preguntó. El de cabello burdeos soltó una carcajada y acarició la cabeza del contrario tras haberse separado.

— Ella está ocupada.— Iguro apareció en la habitación de imprevisto, asustando a todos los presentes.— Y su nombre es Kanao.— Hizo una corta pausa y echó su mirada atrás.— Debéis ir ya a la entrada. Los chicos se irán en breve.— Nezuko apretó sus labios y se puso en pie, seguida del resto de los niños que estaban allí.

Obanai los vio cruzar por su lado y seguir avanzando. Soltó un suspiro y fue a retirarse, cuando Tsuyuri chocó con él.

— ¡Ah, Iguro-san!— La chica sonrió y miró tras él.— Hoy es el día, ¿eh?— El joven suspiró y asintió.

— Qué rápido pasa el tiempo...— Comentó ella. El de vendas le dedicó una mirada y asintió.

— Y que lo digas. Jamás creí que este día llegaría tan pronto.— Kanao asintió, dándole la razón.

— ¿Pensabas irte?— Preguntó la joven algo confundida.

— No quería... Verlos irse.— Tsuyuri sonrió y comenzó a caminar.

— Será mejor que vayas. Eres como un hermano para ellos. Estoy segura de que no quieren irse sin verte una última vez.— Iguro dejó escapar una suave risa y se dio la vuelta.— Eso es. Vamos.

Iguro no pudo resistir ante esa petición, por lo que fue a despedir a sus compañeros. Estos se veían tristes, pero pese a eso sonreían. Sus hermanos de sangre no podían dejar de llorar, era extraño porque, al fin y al cabo, se trataban de los mismísimos Yuuichiro y Sanemi, quienes parecían de piedra.

— Cuídate, Muichiro.— El joven asintió y se lanzó a abrazar a su hermano, impidiendo que hablara. Era como si no quisiera que dijera una palabra más.

— Genya...— El mayor de los Shinazugawa observó a su hermano, quien bajó la mirada tristemente. Tras eso, la alzó y abrió sus brazos, invitando al otro a un abrazo, el cual no dudó ni un instante en aceptar.

Mientras los hermanos se fundían en aquellos abrazos, los jóvenes comenzaron a acercarse a los cuatro para poder despedirse de sus compañeros.

Sin duda, las despedidas eran una de las cosas más duras a las que tenían que enfrentarse la mayoría.

Sin duda, las despedidas eran una de las cosas más duras a las que tenían que enfrentarse la mayoría

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Niwa ➳ ObaMitsu (Cancelada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora