Veinte

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No sé cuánto tiempo transcurrió desde la última vez que fui al club y encontré a Alejandra y a Juancho. Cuando la enfermedad de mi padre se complicó ya no tuve más cabeza que para eso. A veces faltaba a clases porque debía ayudar en casa donde todo estaba patas arriba. No hablaba con nadie, no siempre llevaba mi uniforme limpio y mis calificaciones estaban por los suelos. Pero nada de eso me importaba. 

Pasaría un mes y medio o casi dos cuando Alejandra se me acercó:

-María, quiero hablar contigo.

Mi ánimo no daba para tristeza y rabia juntas, no soy tan fuerte, solo puedo con un sentimiento difícil a la vez y en aquellos días ganaba tristeza dos a cero.

-No estoy de ánimo, Ale, ahora no.

-Lo sé, sé lo de tu papá, mi madre llamó a la tuya y nos enteramos de todo.

-Bueno, entonces me entiendes, ¿verdad¿, no tengo demasiadas ganas de hablar. No tengo ideas, no tengo palabras...

-Esta bien -dijo ella-, si no quieres hablar, entonces estaremos en silencio, pero estaremos juntos como lo hemos estado siempre.

Alejandra se sentó a i lado durante todo el recreo y no dijo ni una sola palabra. Tomó mi brazo, como si fuéramos un par de comadres, y no lo soltó.

En momentos acercaba su mano a mi mejilla y secaba una lágrima que me traicionaba. pude ver que sus ojos también estaban a punto de desbordarse. 

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⏰ Última actualización: Apr 25, 2020 ⏰

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