Capítulo 51 (perspectiva de Can)
Parte 19 “Bienvenidos Ates, Yildyz y Deniz/ Apenas estamos empezando…”
La mano me tiembla al firmar la hoja delante de mí, apenas puedo registrar lo que estoy haciendo mientras le regreso la tablilla a la enfermera, las palabras “parto" “riesgo" y “cesárea” golpean mi cerebro sin cesar. Todo iba bien, Sanem estaba a punto de llegar a la fecha programada, pero sin aviso estábamos aquí, a un segundo de que todo por lo que nos habíamos preparado sucediera, pero no en el tiempo en que debía suceder. Estaba listo… para entrar en pánico.
- No se preocupe Señor Can, - me dice el doctor cuando la enfermera me da una bata, guantes y cubrebocas; todo lo hago de manera automática- la cesárea es muy común cuando es un embarazo múltiple. Sanem será solo parcialmente anestesiada, puedo sacar a los bebés en menos de 30 segundos cada uno por si surge cualquier riesgo. Yo estoy listo, ¿usted lo está?
- Si, claro… - respondo colocando el tapabocas para cubrirme. Sentía como el estómago se me volteaba…
- Bien, recuerde, su esposa lo necesita ya que ella estará consiente, pero no sentirá ningún dolor. Debe ser fuerte por ella. Vamos. – me ordena entrando.
Sanem está en una camilla donde toda la parte de su panza de embarazo está separada de su vista por una gran cortina. Una enfermera me da el paso para estar al otro lado, sus ojos se iluminan al verme e inmediatamente tomo su mano. Hay un banquillo para mi así que me siento y sin dejar de mirarla le transmito todo mi apoyo en esta difícil situación.
Siempre habíamos considerado un parto natural, Sanem quería evitar lo máximo posible la cesárea, pero como casi todo en la vida, lo que planeamos y lo que termino por suceder no coincidieron. Por razones médicas que aún no alcanzaba a procesar, Sanem no iba a ser capaz de dar a luz por si sola sin ponerse en riesgo a ella misma o a los bebés. Tuve que tomar la decisión; había pasado casi 30 años de mi vida decidiendo y pensando solo en mí, casi dos años decidiendo con Sanem… rápido me acostumbre a que ella estuviera a mi lado asintiendo o negando que camino tomaríamos, me había acostumbrado tanto a que tomara mi mano, discutir las opciones que teníamos al frente para saber si saltábamos o esperábamos, pero cuando tuve que hacer esto solo, era como si ella hubiera estado siempre en mi vida y una escalofriante sensación había inundado mi cuerpo, por un segundo me sentí perdido… solo.
- Can, tengo miedo… - susurra con los ojos llenos de lágrimas. Esta acostada con una gorra verde que cubre todo su cabello. Aprieto su mano para hacerle sentir un poco de tranquilidad.
- No mi amor, - respondo con voz suave – no hay porque tener miedo, ellos estarán bien. El doctor se ocupará de todo.
- ¿Seguro? – pregunta con voz temblorosa. Doy una rápido mirada al otro lado de la cortina, la cara del doctor es la de alguien que ha hecho algo así cientos de veces, incluso se le veía relajado.
- Muy seguro, te diré que está pasando… - le aseguro para tranquilizarla besando su frente y sonriendo. Sus ojos se iluminan como los de una pequeña niña que sabe que no todo está perdido.
- Está bien – responde apretando mi mano y haciendo ese curioso puchero que hace siempre que está nerviosa.
Observo del otro lado y no necesito decirle a Sanem que pasa porque en cuestión de segundos, un fuerte chillido corta la tranquilidad de la sala. Ambos nos vemos a los ojos cuando ese chillido se hace más potente, la enfermera me llama y suelto a Sanem para cortar el cordón umbilical. Ates nació a las 10:35 de la noche pesando 2 400 kg, le siguió Yildyz a las 10:37 pesando 2 150 kg y al final Deniz, a las 10:40 con 2 kg exactos.
Sanem sostuvo a cada uno después de que nació, la enfermera dijo que el contacto con la madre era muy importante, no quedo duda después de presenciar que apenas sentían su calor se calmaban haciendo esos sonidos de bebé… era como si supieran quien era ella, sus ojos muy abiertos la reconocieron al instante. Después los cargue yo… no podía pensar…
- Ya te vi… - susurra Sanem desde su posición cargando a Ates mientras me observa cargar a las dos niñas que eran bastante ligeras a mi parecer, solo tenía la referencia de Aziz y ese bebé pesaba bastante. Mis ojos ardían de emoción.
- Son igual de hermosas que tu… - susurro sonriendo a Sanem y a las bebes.
- Si se parecen tanto a mí, vas a tener mucho trabajo los próximos 30 años – responde riendo.
- Puedo manejarlo. – respondo sonriendo y añorando esos grandes momentos que estaban por venir.
Sonrío parpadeando. Todo lo relacionado a Sanem siempre me hacía sentir mis emociones a flor de piel. La enfermera se acerca para tomarlos y colocarlos en un cojín enorme para acercarlos a Sanem, al mismo tiempo me avisa que alguien me espera afuera. Doy un beso a cada uno, a Sanem y salgo.
“Alguien" no era la palabra para describir toda la horda de gente que había afuera, no solo familiares y amigos, había cámaras y reporteros. El jefe del hospital me había pedido que los retirara o llamaría a seguridad, con toda la paciencia que no tenía pero que Sanem siempre me prestaba les había pedido salir a cambio de una entrevista completa. Perdí casi media hora de mi vida sacándolos y contestando preguntas; ¿cómo estaban los bebés? Sanos y bien… ¿cómo estaba Sanem? Perfectamente… ¿tuvo problemas con el parto? No… ¿a quién se parecen los niños? (Que pregunta, eran recién nacidos, tres pequeñas bolitas rosas) a mi esposa y a mi obviamente… ¿cómo me sentía? (lo cierto era que no sentía las piernas, pero al mismo tiempo podría salir corriendo y vomitando mariposas por todas partes) Sentía que estallaría de felicidad y frustración… todo al mismo tiempo… ¿cómo se llamarían? Sanem lo anunciaría… ¿dónde viviríamos? En casa, obviamente… ¿contrataríamos a una niñera? No lo sabía, apenas tenían como tres segundos de nacidos… ¿estaba listo para cambiar pañales y hacer biberones? (que pregunta, ¡eran bebes!) absolutamente…
Después de esa pérdida de mi valioso tiempo volví dentro donde me encontré con Sanem y los bebes. Era como entrar a mi propio cuento de hadas, no podía más que agradecerle a la mujer más hermosa, generosa, graciosa e importante de mi vida todo lo bueno que había hecho por mí. Cualquiera que preguntara en algún momento sobre “la mujer de mi vida” seguramente habría respondido cualquier cosa sin sentido para evadir ser muy profundo al respecto, porque ¿Cómo alguien responde a eso? ¿Como sabes cómo es el amor de tu vida si no lo has visto nunca? Hubiera descrito a cualquier mujer y todas sus buenas cualidades, pero en mi cabeza no tenía rostro hasta ahora; Sanem era algo más allá que “la mujer de mi vida”, ella era mi MILAGRO personal, la única que siempre estuvo para mí, que supo ver y explotar lo mejor de mí persona y se apropió de mi corazón para convertirlo en un diamante hermoso. Solo ella lo habría logrado, mi MILAGRO.
Antes de ir al cuarto de Sanem, paso a donde esta nos bebes detrás de un cristal. Puedo observarlos solo ahí, esperando y durmiendo. Me sentía muy extraño, mis manos aun temblaban y mis ojos se sentían húmedos… eran tan hermosos. Ates con sus ojos chocolate y cabello rubio oscuro que ya se alcanzaba a notar, Yildyz de ojos azul grisáceo y cabello rubio también y Deniz con esos enormes ojos que parecían absorber todo y ese cabello castaño tal como el de su mama. Todo me daba vueltas, era maravilloso ser el principal espectador de lo que el amor puede lograr, como pasa de ser una mirada, un simple beso, una deliciosa caricia o un fuerte abrazo, esos tres niños eran todas las palabras de amor que mi Sanem y yo nos habíamos susurrado, todos esos suspiros que ambos habíamos liberado por el otro, esos pequeños eran nuestro AMOR.
Ya quería abrazarlos, jugar con ellos o enseñarlos a caminar, moría de curiosidad por saber como serian sus vocecitas, que color les gustaría o como sonaría su risa… tenia apenas muy poco tiempo de conocerlos, pero ya los quería conmigo para toda la vida. Sonrío alejándome con la promesa de que pronto estaremos juntos.
Ya en la habitación, mientras observo a Sanem dormir, ruego a Dios que la ayude a sanar su “descompuesto” (palabras de ella) cuerpo que nuestros hijos le habían dejado. Decía sentir que estaba en partes, pero unida, como un títere, la verdad no podría jamás saber lo que ella sentía, pero era mi trabajo hacer todo más fácil.
Tiempo después, la enfermera había llevado a los bebes para que Sanem intentara alimentarlos… si alguien quería mi opinión al respecto la verdad no tenía ni una, verla alimentar a los bebes era algo a lo que me tendría que acostumbrar o si no, haría de esos momentos algo muy incómodo y Sanem tenía que pasar por prácticamente una cuarentena antes de hacer cualquier cosa divertida. Iba a ser un largo tiempo…
- No tienes que hacer esto Can, una enfermera o mama pueden ayudarme. – me dice Sanem mientras se levanta con esfuerzo de la cama. Por su herida tenía que seguir estrictos cuidados y el uso de una especie de faja. No podía moverse rápido por lo que necesitaba ayuda para levantarse, bañarse, quitársela y ponérsela de vuelta.
- De eso nada Sanem, yo voy a ayudarte, para eso estoy aquí. – respondo sosteniéndola de la cintura para llevarla al baño.
- Está bien, no me entendiste, - contesta con un suspiro – es muy incómodo que lo hagas tu Can.
- ¿Incomodo por qué? – respondo haciéndola pasar al baño y cerrando la puerta – dijiste que era mi culpa que estuvieras en esa situación así que me corresponde arreglarlo.
- ¿Acaso estas aprovechándote de la situación? – replica entrecerrando sus achocolatados ojos.
- Si. – respondo sin titubear. – voy a desvestir, bañar, consentir, echar una buena mirada y vestir otra vez a mi hermosa esposa. Aparte que nacieron nuestros hermosos hijos, no me quejo, ha sido un gran día.
- ¡Vas a cambiarle los pañales a los tres Can! ¡TU SOLO! – me responde con una mirada mordaz y las mejillas rojas. Me rio mientras empiezo a desvestirla.
El cuarto se llenó de regalos de todos nuestros amigos y familiares, mi madre envió tres enormes arreglos de flores con un oso de peluche cada uno, Metin llevo tres jirafas de colores de parte de Edward y Margaret desde Nueva York junto con una carriola triple y muchos globos de parte de Sophie. Casi cada trabajador de la agencia y las cremas llevo globos, peluches y flores sin olvidar cinco cajas donde había mucha ropa para bebe, para cada uno, una dotación PANTENE para Sanem y unos tenis NIKE con chocolates y puros para mí. Cuando le había preguntado a Sanem solo había sonreído diciendo que tenía sus “amigos”. Para llevar todo eso tuve que mandar a Bulut primero y luego llevarme a Sanem y a los bebes.
Mevkibe se iba a quedar con nosotros al menos los primeros 6 meses, eso me relajaba un poco porque nos superaban en número, así que confiado manejo hasta la casa. “¿Porque los hombres no mantenían embarazadas a sus esposas?” que idea más inocente, ahora sabia la respuesta; la primera semana había sido brutal y eso que Mevkibe estaba con nosotros, solo por resumir, los niños se despertaban llorando prácticamente casi cada dos horas pero a su propio tiempo al grado de despertar a los otros por el ruido tan fuerte, por tener los brazos tan grandes era mi trabajo arrullar a los tres para dormirse (eso no era tan complicado… a menos que fueran al mismo tiempo), los escurrimientos de pañal fueron algo en lo que ni siquiera quería pensar, bañarlos fue un reto porque casi siempre a Ates “le daba frio” y se hacía del baño hasta en mis brazos y agreguémosle a eso el hecho de que a las niñas no les gustaba mucho, ya tenían su turno, primero Ates para evitar accidentes y luego las otras dos. Para alimentarlos, no importaba que fuéramos tres atendiendo a cada uno, parecía un enredo donde chocábamos uno contra otro… fue una completa locura, hacía mucho que no había dormido toda la noche…
Afortunadamente las puntadas de la cesárea en ocho días ya eran historia; mi esposa, con su infinidad de cremas y lociones estaba hidratando su cuerpo además de provocar a los trillizos para que se durmieran con esos relajantes aromas, funcionaban más en nosotros que en ellos. Había sido una buena idea tomarme un descanso de la agencia para ayudarla las 24 horas del día por 7 días a la semana, pero no era suficiente; los niños eran un desgaste demasiado grande, todo empeoro cuando Mevkibe tuvo que irse por la salud de Nihat… en mi mente le suplique que se quedara, pero tuvimos que dejarla ir. Éramos solo Sanem y yo ahora.
- Te digo Can, es una gran oportunidad para tu agencia de publicidad. Siempre has hecho comerciales para simples productos, pero esto es más grande, fuiste altamente recomendado y he visto tu trabajo, de verdad es de calidad. – apoyo el celular que no deja de caerse en la jarra de té de la mesa del comedor. Estaba ahí para no hacer tanto ruido.
- No lo sé, en este momento no puedo ir a trabajar. Todo está en manos de Emre y Deren… - respondo acomodando mis manos detrás de mi nuca.
- Can por favor, - me pide con ojos suaves, pestañea varias veces y acomoda un mechón de cabello detrás de su oreja – es una excelente oportunidad para que tengas más prestigio en tu empresa. Déjame convencerte, puedo ser muy persuasiva…
- Seguro que si Señorita Pinar, - respondo con una sonrisa amable. Esta chica de relaciones públicas me daba mucha desconfianza. – pero nunca hemos filmado un tráiler para una serie… y desafortunadamente yo no podría supervisarlo.
- Can… por – se detiene abruptamente ante el sonido de Sanem gritándome.
- ¡CAN! – entra cargando a las dos niñas. De inmediato me levanto para ayudarla.
- Se levantaron y están llorando, van a despertar a Ates… - me dice desesperada con una mirada de súplica.
- Can… - me llama Pinar desde la pantalla del celular.
- Ah Ah… perdón, ¿estamos interrumpiendo? – pregunta Sanem haciendo contacto visual con Pinar mientras arrulla a la bebé. Por la mirada que le da sé que está fingiendo, si las miradas pudieran matar, Pinar ya no existiría.
- Sanem mi esposa, Pinar la directora de relaciones públicas de tv8…, - hago un ademan con mi mano a pesar de que Pinar no está ahí físicamente – estaba proponiéndome hacer un tráiler para la nueva serie dramática que está en proceso…
- ¿Eeeeen seeeeriooooooo? – responde dándome una rápida mirada. Estaba asustado.
- Si, estaba convenciendo a Can… - le contesta sonriendo.
- MI ESPOSO…- contrataca Sanem con una sonrisa maliciosa.
- Su esposo… - responde la otra apretando los labios. Me mantengo callado solo meciendo a Deniz. – le comentaba que queremos que su empresa nos ayude a promocionar la nueva serie y…
Pinar se detiene al ver a Sanem acomodar a Yildyz sobre la mesa, con toda la calma del mundo empieza a desabotonar su mameluco rosa y blanco… ya veía por donde iba esto.
- Can, Sanem, si están muy ocupados yo… - se excusa Pinar al ver el espectáculo que le está dando Sanem.
- No no no querida, por favor continua, pero queremos que nos expliques a detalle y por favor, no te sientas intimidada, solo es nuestra bebé y tengo que revisarla porque soy su mama. – le explica Sanem mientras con toda la paciencia del mundo revisa a la bebé… a la que yo había cambiado hacia 20 minutos frente a ella.
Con Deniz dormida y Sanem “escuchando” y “cambiando” solo ruego por que la llamada termine. Después de acostar a las bebes, salimos los dos con pasos silenciosos para no despertar a nadie, antes de que podamos entrar a la recamara Sanem se detiene y voltea a verme, casi choco con ella.
- ¿Qué pasa? - pregunto.
- ¿Como que “qué pasa”? – pregunta con las manos en la cintura. – ¿porque yo tengo que atender a nuestros tres niños, ¡TRES!, y tu hablar con la mujer esa?
- Sanem solo es un cliente… - respondo agotado.
- Un cliente… si claro, un cliente que prácticamente estaba babeando encima de ti. Si no fuera porque estaba en el celular se habría aventado sobre ti para enredarse en tu cuello. – contesta furiosa. Suspiro cansado, no habíamos dormido nada bien y era lo último que necesitaba.
- Sanem no empieces… - respondo pasando a un lado de ella. Me siento en la cama apoyando mis codos en mis rodillas esperando la tormenta que se avecina.
- Ah Ah, ¿yo empezando? Eres tú el que hace estas cosas siempre, ¡Estoy harta! – ruedo los ojos.
- ¿Sanem que quieres de mí? – pregunto pasando mis palmas por mi cara con frustración.
- ¡Quiero que estés conmigo las 24 horas y los 7 días! No puedo sola con esto Can, si me dejas un segundo sola siento que no voy a poder. Los niños lloran y comen todo el tiempo y yo siento que no puedo… - su voz se corta en un sollozo. Quito mis manos de mi cara para aclarar mis sospechas de que está llorando.
- Sanem… - trato de calmarla levantándome delante de ella.
- ¡NO! – grita – no puedo más. Se que es egoísta y muy tonto, pero quiero que tu atención solo este en mí, siento que ya no puedo… ya no puedo…
- Ey ey… - respondo abrazando sus delgados hombros. – no eres egoísta, tienes derecho a querer atención, eres la mama y sé que estas muy canpf… - me tapa la boca con la mano.
- ¡Shsh Can! – sus ojos están muy abiertos – si dices esas palabras se van a despertar.
Asiento sonriendo y jalándola conmigo a la cama. Ambos nos acostamos abrazados, busco zafarme de mis zapatos y ella solo deja caer sus sandalias.
- Tienes que descansar Sanem, estas muy sensible y te noto muy ojerosa… - le digo acariciando con un dedo las sombras oscuras debajo de sus ojos.
- ¿Me veo mal? – pregunta con voz triste.
- Te ves como una mama primeriza de tres niños que lloran mucho… - respondo. Sonríe ampliamente.
- Cuéntame una historia… - me pide con los ojos cerrados.
- Mmm… - pienso en una historia que pueda gustarle y la pueda relajar - La joven Perséfone, hermosa y despreocupada, se encontraba paseando y recogiendo flores por los campos cuando el dios Hades la observó desde su trono en el reino de los muertos. Al instante, el dios, quedó prendado de la belleza de la joven y decidió convertirla en su esposa. Hades montó en su carro y se espoleó a sus caballos para dirigirse hacia los campos de Sicilia a toda velocidad. La joven Perséfone sintió cómo la tierra temblaba bajo sus pies. Frente a ella, se abrió una enorme grieta por la que surgió Hades montado en su carro tirado por caballos infernales. Antes de que Perséfone pudiera reaccionar, el dios la cargó en el vehículo y regresó con ella a su palacio subterráneo. Al pasar los días y comprobar que su hija no regresaba a su hogar, la diosa Deméter inició un largo peregrinaje por el mundo en su busca. Pese a que consulto a todos los dioses y hombres que se cruzó en su camino, ninguno pudo darle noticia alguna del paradero de la joven Perséfone. La diosa, enfurecida por la desaparición de su hija, retiró sus favores a la tierra y la condenó de este modo a un invierno eterno. Los campos dejaron de producir frutos y los humanos comenzaron a morir de hambre. Sólo la intervención de Zeus, que descubrió la presencia de Perséfone en el inframundo, solucionó el conflicto. Por medio de su mensajero, el dios Hermes, Zeus pidió a Hades que permitiera que la joven regresara con su madre. El astuto dios de los muertos, temeroso de una posible represalia por parte de Zeus, accedió, pero ingenió una estratagema para lograr que Perséfone siguiera junto a él. A sabiendas de que cualquiera, dios o mortal, que tomase algún alimento en el infierno tendría que permanecer en él, Hades le ofreció a Perséfone antes de su partida un grano de granada. La joven, confiada, se comió el dulce fruto y trató de regresar con su madre. Sin embargo, las leyes del infierno eran muy claras para todos aquellos que hubiesen probado algún alimento en el reino de los muertos. Perséfone estaba atada al reino subterráneo para toda la eternidad. Para evitar la cólera de Deméter, Zeus logró que Hades y ella llegaran a un compromiso. Perséfone pasaría en el infierno junto a su esposo un tercio del año, y regresaría a la tierra el resto del tiempo. Hades y Deméter aceptaron la decisión de Zeus. De esta manera explicaban los antiguos griegos la sucesión de las estaciones. Mientras Perséfone está junto a Hades, Deméter, entristecida por la ausencia de su hija, niega sus frutos a la tierra, produciéndose el invierno. Sin embargo, cuando Perséfone regresa junto a su madre, ésta se llena de alegría y bendice a los mortales con la abundancia de la primavera…
Bajo la mirada al sentir la pesada respiración de Sanem junto con su aliento haciéndome cosquillas en mi cuello, era una sensación agradable; quito un mechón de su frente para observarla mejor, de verdad estaba cansada. Las ojeras en sus ojos eran demasiado marcadas, estaba delgada, la había notado temblorosa y, a pesar de que me aseguraba de que comiera bien, no parecía tener energía para nada más. Era comprensible, no importaba que los bebes lloraran y yo me levantara, ella también iba porque era inevitable que solo uno de ellos quisiera comer, los tres hacían su concierto de chillidos. Sanem no podía seguir así, era demasiado para ella, me preocupaba que cayera en una depresión post parto como las que había leído en los libros; había pensado en pedirle a Mihriban ayuda, pero estaba en unas pequeñas vacaciones con mi papa y no quería interrumpirla además de que todos nuestros amigos y conocidos se estaban encargando de las empresas y bueno, sus propias vidas.
Mi hermosa esposa necesitaba una buena noche de sueño y se la iba a dar. Con cuidado, me levanto (zafar mi brazo me llevo mucho tiempo) para dejarla dormir, la tapo con una suave cobija, esparzo de su esencia de lavanda por toda la habitación y pongo una gran almohada detrás de su espalda para que me sienta cerca. Camino de puntitas tomando el pequeño monitor que llevamos a todos lados para vigilar a los bebes y cierro la puerta; los tres bebes estaban durmiendo en la habitación destinada para Yildyz, separarlos era mucho más complicado que tenerlos juntos. Entro cuidadosamente para ir a la mecedora que estaba en la esquina a un lado de una de las enormes jirafas que nos habían regalado… estaba tan cansado, los bebes cumplirían mañana un mes de nacidos y aun no podíamos hacer que durmieran toda la noche.
Había pensado que cambiar pañales o darles un biberón iba a ser difícil pero ahora, estaba bajo una tortura, me encantaba dormir, dormir con Sanem era todavía mejor pero ahora apenas tocaba la almohada ya estaban llorando… y si lloraba uno, lloraban los tres. Nuestra vida había cambiado tanto en estas semanas, nuestra vida eran esos tres bebes que dormían plácidamente en su cuna, ¿Cómo era posible que tres personitas hicieran tanto ruido? Increíble solo pensarlo. Eran adorables con sus mejillas rosas, sus manitas y piecitos regordetes, esos ojos brillantes que estaban descubriendo el mundo… los amaba, pero cundo lloraban… eran pequeñas bombas de tiempo.
Un pequeño sonido me hace levantarme de golpe, me acerco a la cuna para ver a Yildyz y Deniz agitarse… oh no. Muevo la cuna para arrullarlos, pero no funciona, las niñas están inquietas, sin previo aviso Ates abre los ojos, pero SIN LLORAR, no salgo de mi asombro, me observa y agita sus manitas y bracitos con emoción. Antes de que su movimiento pueda inquietar más a las niñas, lo levanto con cuidado.
- ¿Tus hermanas no te dejan dormir hombrecito? – le pregunto acomodándolo en mis brazos. Empiezo a mecerlo e inmediatamente sus ojitos se empiezan a entrecerrar, separa sus rellenos labios en un pequeño bostezo. – más vale que te acostumbres, somos dos contra tres, y mama es la más ruidosa.
Como buen hijo mío se vuelve a dormir. Ya no me parece confiable que se duerma con sus hermanas, el hecho de que solo haya abierto los ojos sin llorar era un claro indicativo. Después de acostarlo en su propia cuna, regreso con las niñas, justo cuando entro una de las dos empieza a llorar. Corro para empezar la larga noche…
Después de cambiar el pañal de Deniz y acostarla ya dormida, cargo a Yildyz para arrullarla.
- Tienes que dormir mi princesa, tu mama ya está muy cansada y eso solo significan problemas para mí. ¿No quieres a tu papa triste y regañado, o sí? – le pregunto. Agita sus bracitos emocionada provocando una sonrisa en mí. – vas a ser una traviesa, ¿verdad? Eso lo sacaste de tus dos padres sin duda…
Vuelve a hacer un ánimo de sonrisa, la beso en la frente arrullándola de nuevo. Sus brillantes ojos azules parecen reflejar el cielo y se ven mágicos a la luz de la luna que entra por el ventanal, mi niña era tan bella, aun no podía creer que después de tanto estuviera aquí y que yo estuviera sosteniéndola en mis brazos. Mi corazón latía rápido por este momento, me mira directamente como si me estuviera analizando o estuviera esperando a que yo hiciera algo, levanto la mirada al reloj, casi media noche. Tenía que formular un plan para que se durmiera o el que iba a andar enojado seria yo…
- ¿Quieres escuchar una historia? – le digo. Agita sus bracitos animada, sonrió en respuesta y me siento en la mecedora. – te la voy a contar, pero te vas a dormir. No más llorar en la noche, si esta oscuro significa que debes de dormir y no molestar a tus hermanos, yo siempre voy a cuidar de ti así que no tengas miedo ¿lo prometes? – agita una manita y la tomo con uno de mis dedos, en respuesta ella se aferra a él provocando un ligero aleteo en mí pecho.
- Tomare eso como un sí, - respondo acomodándome para besar su frente y contarle una historia – había una vez una chica que había estado tan triste que su cuerpo se trasformo en puras lágrimas, lloraba por su soledad y por su locura. Todos decían que era porque su mama la había abandonado y se había llevado su corazón, eso hacía que la chica viera cosas que no eran reales … un día, vio a un chico que llevaba la oscuridad dentro, todos le advirtieron que se alejara, pero ella se sentía inevitablemente atraída. Lo espiaba en donde fuera, hasta que un día sin que él se diera cuenta, lo vio compartir esa oscuridad con alguien más y haciendo un daño terrible; la chica sabía que si lo contaba no le creerían porque todo el mundo decía que tenía la locura en su cabeza, así que ella misma decidió acabar con él. Después de seguirlo por mucho tiempo lo inevitable paso, él se dio cuenta de que ese ángel roto lo observaba obsesivamente provocado en él sentimientos que bullían en todo su cuerpo, de la misma forma, dentro de ella surgió un amor tan intenso que se encontraba atrapada entre lo correcto y lo incorrecto. Ya no quería atraparlo para acabar con él, quería protegerlo, ambos se confesaron su amor y como prueba él le dio su corazón y ella le dio su locura; alguien más vio a ese chico compartir su oscuridad y empezaron a correr rumores de su maldad, iban a exterminarlo, la chica no iba a permitirlo así que transformo todas sus lágrimas en cristal para protegerlo, el conmovido por su valor y su amor de inmediato acepto su protección bajo una sola condición: quedarse juntos para siempre, ella accedió y cuando los encerró dentro de los muros de cristal no se dio cuenta que toda la oscuridad en el repelía su cercanía creando una muralla irrompible. Así, los dos amantes solo pueden verse a través de una ventana de cristal, su amor es imposible, pero a pesar de eso ella protege el corazón que él le regalo y el con su locura usa su oscuridad para romper esos muros de cristal que los separa, lastimándose una y otra vez solo para llegar a ella…
- ¡Can! – levanto la cabeza de golpe. Una despeinada Sanem entra a toda velocidad para asomarse a la cuna. - ¡can! ¿Qué me paso? ¿Dónde está Ates? Tenemos tres niños y aquí hay solo dos Can, ¿Qué paso?
- Sanem, bebe cálmate… - respondo levantándome para atraerla a mis brazos y sentarla en mis piernas otra vez. – no te preocupes, me encargue toda la noche para dejarte dormir. Ates está en su cuna, despertó como a las 6 así que lo cambié y le di de comer, ya se volvió a dormir. Deniz no ha despertado para nada y estoy seguro de que Yildyz despertara en cualquier momento.
- ¿Tu solo lo hiciste? – pregunta escéptica abrazándose a mi cuello.
- Si, les explique qué necesitabas dormir porque estabas muy gruñona, aunque a Yildyz tuve que coaccionarla para que se durmiera. Lo entendieron y durmieron. – respondo acariciando su espalda.
- Can… eres el mejor – responde abrazándome fuerte; después me da una juguetona palmada en el hombro – y yo no soy gruñona…
- Que no se te olvide cuando quieres irte sobre mí por favor – le contesto sin soltarla – haces más berrinches que nuestros hijos.
- Yo no hago berrinches… - responde haciendo un puchero. Le hago cariñitos en toda su cara para molestarla provocando que se acerque a mí para besarla cuando unos soniditos nos hacen separarnos… aquí íbamos otra vez.
Como por arte de magia los niños empezaron a respetar sus horarios de sueño, se dormían como a las 11 de la noche después de su baño y su ultimo biberón y despertaban entre 5 y seis. Eso nos dio la confianza de separarlos a cada uno en su cuarto. Para su segundo mes se notó el drástico cambio, ya eran capaces de sonreír y patalear más cada vez que Sanem o yo entrabamos a la habitación, se sentían muy atraídos por los estímulos visuales y las canciones que Sanem les ponía; aunque aún no podían levantar bien su cabecita, hacían esfuerzo para ver cuando algún sonido llamaba su atención. Los ojos de Yildyz se hicieron de un azul como el cielo en primavera, a Ates le empezó a salir más cabello rubio oscuro que rubio y Deniz tenía unas pestañas tan largas que parecía una pequeña muñeca.
Afortunadamente, también nuestra relación empezó a mejorar, gracias al cielo. Como dormíamos mejor, nuestro humor para todo también estaba en su mejor momento, aunque con tres bebes era un poco difícil tener tiempo libre. Una de las cosas más dolorosas que experimentaba era cuando los escuchaba llorar por algún dolor, como tenían dos meses fue necesaria su vacuna… no hay palabras para describir la impotencia que sentía al verlos llorar de esa manera o verme con ojitos suplicantes para que los librara de ese sufrimiento. En ese momento quería tomarlos y correr con ellos para que nadie los lastimara.
En el tercer mes, ya había más carcajadas y afinidad. Nos encantaba jugar con ellos e incluso ya empezaban a sostenerse un poco más de sus antebrazos, cuando Sanem los traía bailando por la casa reían a carcajadas y los tres querían hacerlo al mismo tiempo por lo que me veía obligado a unirme a la fiesta; tenían cierto gusto porque yo los durmiera y les gustaba que Sanem los bañara ya que les contaba historias o les cantaba. Deniz tenía una fascinación con ver sus manitas cuando despertaba, podía quedarse largo rato observando sus deditos y movimientos; Yildyz quiso manipularnos a mí y a Sanem para que la revisáramos cuando no estaba hecha del baño y Ates reaccionaba ante cualquier sonido con una expresión tan curiosa que parecía que sus ojitos quisieran una larga explicación de lo que sucedía. A Sanem y a mi casi nos explota el corazón cuando le preguntábamos a cada bebe quien era papa o mama y nos señalaban, era algo increíble.
Los cuatro meses fueron todo un encanto; empezamos a descubrir como seria la personalidad de cada uno, por ejemplo, Yildyz siempre era el alma de la fiesta y se dejaba cargar por quien fuera, aunque fueran solo sonidos de bebe, parecía querer entrar en la conversación o lanzaba gritos para que le prestaran atención. Ates era un poco menos sociable pero muy risueño, casi cualquier cosa lo hacía reír a carcajadas y si escuchaba la puerta trataba de levantarse para ir a la calle con quien sea que fuera a salir. Deniz era más tímida y por mucho la más tranquila, no despertaba llorando y tenía un llanto menos estridente, al grado de que sus hermosos ojos primero se llenaban de lágrimas… sufría en silencio como su mama. También era muy auditiva, le gustaba mucho la música y se relajaba bastante cuando le cantábamos o escuchaba a Sanem contarle una historia, eso sí, era difícil que se dejara cargar por alguien mucho tiempo porque empezaba a extrañar la cercanía y nos buscaba desesperada. En estos cuatro meses, tuvieron su primera sesión de fotos siendo una princesa, una hadita y un león.
- ¿Quién es una de las bebés más hermosa del mundo? – le pregunto Deniz mientras la cambio de pañal y soplo en su pancita. Ríe y patalea desesperada.
- Si haces eso te jalara el cabello… - me advierte Sanem mientras cambia a Ates que juega con un cocodrilo que hace sonidos.
- ¿No lo harás verdad mi bebé preciosa? – le pregunto soplando otra vez y provocando sus carcajadas. Al escuchar el sonido, Yildyz se empieza a reír sola desde su porta bebe.
- Ves, hasta Yildyz sabe que te jalara el cabello. – se burla de mi Sanem escondiéndose tras sus manos para que Ates la busque y hacerlo reír también.
- ¿Tu mama es una aburrida, verdad Deniz? – le digo. Sanem pasa a un lado de mi con Ates cargado mientras me da una palmada en mi brazo.
- No digas que no te lo advertí… - me dice con tono juguetón; acuesta a Ates en su porta bebé y se sienta con ambos en el suelo para darles su biberón. Lo bueno es que la mullida alfombra era suave.
- Ahora va el vestido… - susurro para acomodarle el complicado vestido de tirantes, cuando estoy por terminar, me agacho para cerrar los botones de presión que van por donde está su pañal y sin previo aviso siento como me jala el cabello – ¡AAAAH!
- Te lo dije… - ríe Sanem. Me jala tan fuerte que no puedo ni moverme.
- ¡SANEM HAZ ALGO ME LO VA A ARRANCAR! – grito. Ríe a carcajadas sin ayudarme provocando que Yildyz y Ates rían con ella.
- No puedo porque estoy muy ocupada, además te lo advertí y esta mama aburrida no te va a ayudar. – responde. Deniz está encantada y ríe sin cesar. Trato de soltarle la manita, pero prácticamente se enredó mi cabello en sus deditos.
- ¡AAAAAAAH! ¡SANEM! ¡HAZ QUE ME SUELTE! ¡¿Por qué TIENES QUE PONERLE ROPA TAN COMPLICADA?! -grito tratando de zafarme.
- ¿Y dejar a mis bebes sin comer? Noooo, estas solo en esto Can – responde riendo la muy malvada.
- ¿No quedamos que en la salud y en la enfermedad? – pregunto tratando de soltar su manita que no deja de agitar.
- No estas enfermo – responde con indiferencia – es más, si puedes levantarte tan temprano a correr, sostener tu delicioso cuerpo con una mano y nadar más rápido que un tiburón yo creo que estas muy sano.
- Deniz bebe, suéltame... – le pido, pero tiene un nuevo juguete y no lo va a soltar. Siento otra mano pegarle a la mía, la retiro y al fin me siento liberado.
- No vuelvas a llamarme aburrida otra vez - me amenaza Sanem sentándose en el suelo con una sonrisa. Los niños sujetan su biberón solos… nunca lo habían hecho. – ¿ya viste?
- Si… al fin – respondo sacando mi teléfono para tomarles una foto rápida. Tomo a mi pequeña traviesa y le enseño lo que hacen sus hermanos.
- Ya viste Deniz, tus hermanitos ya pueden sostener su biberón, ¿quieres intentarlo? – la acomodo en el porta bebé y la ayudo a sostener el biberón como sus hermanos. Sin quitarme la mirada lo intenta y lo logra.
- Están creciendo muy rápido… - susurra Sanem. Toma una botella de agua que tiene a su lado y empieza a beber.
- Si… - respondo con un susurro – por cierto, en vista de que dejaste que la niña me jalara el cabello así, voy a cobrármela contigo haciendo lo mismo.
Sanem casi se ahoga, hace un ruido que hace que los bebes rían al mismo tiempo. Voltea a verme con ojos sorprendidos y le guiño un ojo.
Tenía previsto regresar a trabajar en tres meses tal como lo hizo Emre, los trillizos acababan de cumplir 5 y yo seguía en casa. Todo en la agencia iba bien, Deren había adiestrado a una nueva aprendiz quien era la que le ayudaba en todo momento por su embarazo, había aceptado la propuesta de tv8 y las ganancias se habían ido al cielo, no estábamos mal. Con estos 5 meses los bebes ya sostenían cosas, las aventaban o las llevaban a la boca, algo curioso era que se copiaban, sobre todo las niñas a Ates, de una extraña manera hasta parecían sincronizados. Empezaron a llevarse TODO a la boca, juguetes, babero, la mano, ropa o lo peor que era el cabello. Ya no usaba accesorios solo por eso. También decían “ma” (mama), “pa” (papa), “yyyyyyy” (Yildyz), “di” (Deniz), “ata” (Ates), “bi” (biberón) y un montón de sonidos que parecían palabras y palabras que parecían sonidos. Con eso fueron también las papillas, unas que sabían muy bien, que hasta yo probaba lo que hacía enojar a Sanem, u otras que sabían tan mal que los pobres bebes las escupían. Algo que aprendí muy rápido fue que, si la mama decía que se lo comieran, no estaba a discusión.
A sus seis meses ya no me les podía escapar, es que eran tan lindos. Eso sí, babeaban todo por los dientes y eso hacía que lloraran de dolor, aunque Sanem les había comprado unas mordederas (de animales marinos) que se debían mantener frías y eso los calmaba bastante. Ya sujetaban todo y se podían quedar sentaditos con poca ayuda, cosa que teníamos que vigilar porque Ates ya tenía el impulso de alcanzar todo y solía aventarse a por ello sin miedo alguno. También ya estaban mucho más pesados, me costaba cargarlos de a dos; solían pasarse los juguetes entre ellos o tocarse la boquita para que el otro no llorara, o aventarse para abrazar y dar una especie de besos.
- Mmmmama… - susurra Ates mientras Sanem lo está bañando.
- ¿qué dijiste mi amor? – pregunta sorprendida. Me da una rápida mirada, pero ni siquiera sé que cara estoy haciendo.
- ¿Quién soy Ates? – le pregunta con un chillido de emoción.
- Mmmmama… mama… - responde Ates pataleando en el agua y aplaudiendo para meterse la mano a la boca.
- ¡Can dijo mama! – grita emocionada mientras lo llena de besos empapándose de agua. Las niñas al escucharla gritar y reír empiezan a patalear con más fuerte.
- No puedo creer que me ganaras, - la acuso un poco sentido de que no fuera “papa” – te debo…
- Eso te enseñara a no apostar con una madre, - me replica emocionada y envolviendo a Ates en una toalla – las mamas lo sabemos todo…
A los siete meses los trillizos dijeron sus primeras palabras, la de Ates fue “mama” y la de las niñas fue “papa”, me encantaba molestar a Sanem con eso. Mis niños se convirtieron en hermosos muñecos vivientes, muñecos que nos traían de cabeza. Ates empezó a gatear y cinco segundos después las niñas hicieron lo mismo, era un circo tratar de tenerlos controlados porque apenas agarrabas uno el otro se iba atrás en otra dirección y luego el otro. Querían abrir cajones, arrancar las plantas, tirar todo lo que fuera brillante, mover las sillas, aventar los juguetes, sacarlas ollas y platos y se entretenían chupando su pie. Adoraba estar con ellos, vivir esos momentos donde descubrían cosas nuevas, besaban nuestras mejillas o lloraban porque no llevábamos su biberón a tiempo.
Los ocho meses fueron lo mismo, pero fue cuando los pudimos presumir en sociedad en la boda de Ayhan y Ceycey. Nos aventamos a sacarlos a los tres super cargados de todo lo que necesita y más, no se quien estaba más paranoico de salir, si Sanem o yo. Pero una cosa era cierta, los niños estaban emocionados, tanto que dejaron que cada amigo y familiar cuidara de ellos… prácticamente Sanem y yo no los cargamos, eso nos dio tiempo de al menos tener un baile para los dos. Me gustaba estar con ellos, pero agradecía enteramente el respiro, tanto que ya no recordaba cómo era mi vida antes de ellos.
- Te ves hermosa… - le susurro a Sanem al oído mientras bailamos.
- Gracias. Tú también te ves muy bien. – sonríe con las mejillas sonrosadas.
- Me encanta ese vestido… te ves preciosa de este color, y muy muy sexy. – la halago con un impulso muy grande de recordarle cuanto la amo.
- Teníamos mucho que no bailábamos, me recuerda a cuando no éramos novios y éramos novios, siempre me ha gustado que bailemos a pesar de que no te gusta. Me siento protegida y cuidada… - declara en un susurro cerca de mi oído.
- Siempre que quieras, estos brazos son para ti… - le doy un rápido beso en sus rellenos labios mientras seguimos bailando. Trazo mis dedos por su curvilínea figura, el vestido de tela suave abraza todas sus curvas, las finas ondas que caen en su busto solo la hacen ver más apetecible y sensual. El embarazo la había favorecido más de lo que de por sí ya era.
A los nueve meses los bebes ya eran un pequeño torbellino, ¡y eso que aún no caminaban! Hubo muchas caídas, correr para que no se metieran cualquier cosa a la boca, muchas palabras más claras que afortunadamente nos permitían entender mejor lo que querían, exigencia de nuestra atención a cada momento y lo peor, una enfermedad. No fue nada grave, un pequeño catarro, pero sentía que el alma se me caía a los pies… lo sobrellevamos, pero fue muy fuerte. Ahora sabía que mi vida le pertenecía a esos tres niños y a la maravillosa mujer que había logrado todo esto.
Sus once meses me tuvieron en el filo, al fin habían empezado a levantarse y querer caminar, lo malo es que se apoyaban el uno en el otro y caían al mismo tiempo. Siempre querían que los estuviera ayudando, me llamaban y me daban las manitas para que los caminara de un lado al otro, les costaba un poco entender que yo tenía dos brazos y ellos conformaban tres pares de piernas. Jugábamos todo el tiempo en el jardín, con las pelotas, entre las flores o en nuestra cama. Tenían esta gran afición de aventarse sobre mi para darme húmedos besos o para que fuera su caballo ya sea en mi espalda o en mi pecho. Sanem y yo nos esforzábamos por tratar de abarcar, pero a veces era imposible, sobre todo cuando Ates aprendió a zafar el barandal removible de su cuna, o cuando Deniz se escondió en el closet de Sanem o lo peor, cuando Yildyz se escondió entre las flores y se quedó dormida. Era oficial, los males del corazón de mi padre y papa Nihat eran culpa nuestra y ahora íbamos por el mismo camino con tanto susto.
Y al fin, cumplieron un año…Ates...
Yildyz...
Deniz...
ESTÁS LEYENDO
Erkenci kus Capítulo 51 (perspectiva de Can)
RomanceEl último capítulo de Erkenci kus desde los pensamientos y emociones de Can Divit. Un final diferente para un personaje que demostró tanto más allá de las palabras, un final que me hubiera gustado ver para una historia de amor que traspasaba cualqui...