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Ciudad de México, 2035.

—¡Papá no! –la pequeña Daniela se quejó entre risas mientras seguía en el regazo de su padre.

—Ya es suficiente Emilio —Alejandra Müller lo miró cuestionándose el comportamiento de su esposo, pues, por más que ella lo intentara, Emilio nunca pudo quererla de la forma en que el hombre ama a su hija, porque, aunque él siempre consienta a su esposa, y le dé todo lo que la mujer pide, Emilio Marcos sabe que no es la persona con la que le hubiera gustado compartir el resto de su vida.

—Pero a ella le gusta que la mime —respondió el hombre para seguir jugando con su hija.

—¡Danny, necesitas cambiarte!, tus abuelos no tardan en llegar —Alejandra se volvió a quejar del comportamiento de su hija con su padre.

—¡Pero mamá! —la más pequeña de los Marcos también se quejó, no quería estar un segundo sin la compañía de su padre.

—Sin peros Daniela, tienes más de un mes que no ves a los abuelos, ve a cambiarte, por favor —la mujer ya estaba frustrada, puesto que siempre que su esposo se encuentra en casa, parece que la niña se revela por el simple hecho de llamar la atención de su padre.

—Papá, dile que me deje disfrutarte hoy que estás aquí conmigo —se volvió a quejar.

Emilio levantó sus manos en forma de rendición.

—Ve, por favor —respondió sin más, porque no quería tener problemas con su esposa.

Daniela se levantó de su regazo, le dio un beso en la mejilla para acto seguido perderse en la gran casa.

Emilio se levantó de su asiento para dirigirse hacia donde su esposa yacía en el sillón.

Se posicionó a un lado de ella y pasó su brazo sobre su hombro para darle un abrazo.

—Amor, no tienes que ser tan dura con ella —dijo el hombre le dio un beso en la coronilla de la cabeza.

—No entiende Emilio, no me respeta y cuando estás tu, es la única forma que encuentro para que haga caso —el castaño se río un poco de su esposa, recordaba todas las veces en que su padre lo había regañado haciendo que se escudara en el manto de su madre.

Alejandra levanto la mirada para encontrase con los ojos achocolatados de su esposo.

Emilio la miró fijamente. Llevó una de sus manos hacía el mentón de su esposa y la beso.

La besó lento y un poco apasionado, pero eso no impedía que, después de quince años, su mente siguiera siendo ocupada por Joaquín Bondoni.

—Iré a darme una ducha también, no quiero que se haga más tarde —dijo Emilio mientras se levantaba del sillón.

Alejandra solo lo miró, sin entender como era posible que, sus intentos por ganar su atención siguieran sin dar resultados, y no le quedo más que contemplar como su pareja se alejaba de ella mientras trataba de disfrutar de la soledad que tenía.

Mientras que Emilio, por su parte ya se encontraba haciendo el recorrido de la sala a su habitación.

Llegó a esta, se quitó el suéter que cubría la mitad de su cuerpo y lo dejó en la cama.

Sacó su cartera y la abrió decidido a buscar un buen recuerdo de tiempo atrás, de cuando aún era un adolescente con las hormonas alborotadas, un adolescente que jamás creyó que pudiera sentir lo que sintió por un chico.

Hasta que encontró la foto.

Dos adolescentes de rizos riendo en compañía del otro, siendo felices al saber que se tenían, siendo felices al saber que los dos existían en sus mundos, sabiendo que los dos se pertenecían, en esa y otras vidas.

No se va  »Emiliaco.Where stories live. Discover now