02:00 am.

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Gregory volvió a maldecir al ver la hora marcada en su reloj.

Ya hacían 50 minutos exactamente desde que Christophe lo había dejado herido en ese cuartucho oscuro mientras buscaba una salida segura.

Intentó ser positivo.

No iba a ser de ninguna ayuda si ahora entraba en una crisis histérica e iba a por el francés por sus propios medios.

Chris era fuerte e inteligente, y a pesar de su apariencia tosca, sabía ser sigiloso. No por nada, era uno de los mejores de la agencia.

A parte, no solo era buscar la salida, también era pedir refuerzos. Así que su larga ausencia podía explicarse fácilmente.

El rubio se auto-felicitó por contener sus nervios a niveles manejables.

Nada podía salir mal.


Excepto su pierna.


Miró la herida y se aseguró que el torniquete improvisado no estuviera cortándole la circulación. Todavía podía sentir sus dedos, así que por el momento, ese era un problema menos por el que preocuparse. Podría volver a correr por las mañanas.

Si Chris volvía.


Esa era una línea de pensamiento que no le convenía seguir.


Gregory se recostó contra la mugrienta pared y elevó una oración para el francés.

¿Por qué Chris y él no insistieron en cancelar la misión?

¿Por qué se dejaron manipular por su jefe?

¿Por qué el edificio no estaba del todo desalojado cuando así se suponía que debía ser?

¿Por qué perdió su mochila mientras los perseguían?

¿Por qué dejó que le disparan?

¿Por qué dejó que su compañero se fuera dejándole solo?

¿POR QUÉ CARAJOS EL TOPO MALNACIDO NO VOLVÍA?


Juraba que si salían de ésta, iba a tomar a Chris para largarse a la otra punta del planeta.


Mientras estaba sumido en sus pensamientos, escuchó pasos fuera de la habitación.


Rezó nuevamente.

Agarró su espada.

Esperó ver el rostro de su pareja.

La puerta se abrió.

24 HORAS DE MIEDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora