18:00 pm.

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Intentaba no pensar en nada, liberar su mente y solo concentrarse en el gusto de la nicotina que invadía sus sentidos. Cada vez que se distraía, su mente lo llevaba de nuevo a esos ojos celestes que tanto lo estaban haciendo sufrir.

La cuestión era permanecer acostado, con la atención puesta en los anillos que formaba el humo tóxico. Por ahora, iba bien.

Damien terminó el cigarrillo y lo tiró al suelo, su padre le gritaría pero eso también serviría como distracción. Giró sobre sí mismo y enterró la cabeza en la almohada ignorando la picazón en sus manos, no se rebajaría a ver su foto...por décima vez en esa hora.

-¡AGGGGGGGGGHHHHH! ¡PUTA MIERDA! -los demonios no lloran...los demonios no tienen sentimientos...LOS DEMONIOS NO SE ENAMORAN.

¿Por qué tuvo que conocerlo? ¿Por qué tuvo que volverse su amigo? ¿POR QUÉ NO PUEDE SACARLO DE SU MENTE?

No resistió y sacó la arrugada foto de su bolsillo. En ella se veía a un Pip sonriente, con sus ropas perfectamente acomodadas, listo para su primer día del instituto. Era la foto de su expediente escolar, la misma que él había tomado en un impulso un día que estaba en la secretaria mientras esperaba su castigo.

Había destruido miles de veces la imagen y vuelto a reconstruir otras tantas. Cuando la encontró, se maravilló de lo brillantes que parecían sus ojos, y con ese pensamiento lo supo...se había enamorado.

El amor te hace débil, indefenso.

No debería ser justo que una persona posea todo el poder para destruirte o para hacerte la persona más feliz del planeta. Él había sido testigo de todas las almas que caían en el infierno gracias a ese patético sentimiento; su propio padre no pensaba racionalmente cuando estaba con su novio. Lo que menos quería para su vida era tener que depender de alguien.

Damien estaba enamorado...y cada vez le costaba más ignorar a su corazón.

24 HORAS DE MIEDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora