11:00 am.

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Laura Tucker estaba llegando al colmo de su paciencia.

-Escucha bonita, haznos un favor a ambos y ve a buscar a un compañero tuyo con el que pueda hablar.

Pero ella no había aguantado tanto tiempo trabajando para el Banco de South Park por nada. Este no era el primer cerdo machista que intentaba rebajarla para salirse con la suya.

Por lo que mantuvo firme su sonrisa.

-Disculpe señor Deeck, pero todos mis compañeros están ocupados en este momento.

El vidrio que los separaba impidió que el hombre se recargara totalmente sobre el escritorio.

-¿No hay nadie en este maldito edificio que me pueda atender?

-Claro que sí, señor Deeck.

-Quiero hablar con él.

-Ella -Laura se señaló a si misma- yo estoy dispuesta a resolver todas sus dudas y ayudarle en todo lo que esté a mi disposición para satisfacerle.

-Quiero hablar con otra persona sobre mis tarjetas.

Santa mierda, odiaba a los hombres.

Excepto a su marido y a su hijo.

Bueno, quizás también en algunas ocasiones a Thomas y a Craig.

-Señor Deeck, como puede leer en los papeles que le he dado, hasta que no se haya ingresado el pago total de la deuda registrada, sus tarjetas quedaran congeladas hasta nuevo aviso.

El hombre frunció el ceño con los ojos ardiendo en furia ante la insistente negativa. Sabía que estaba por hacer una escena como último recurso, por lo que buscó con la mirada al guardia de seguridad para evitar que todo se saliera de control.

Solo que Adam no estaba en su puesto.

Volvió la vista al señor Deeck a tiempo para ver como su cráneo era atravesado por una bala, matándolo al instante.

-¡TODO EL MUNDO QUIETO!

24 HORAS DE MIEDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora