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A mitad de la noche, y en contra de su actitud normal, Randy sintió como los delgados brazos de su esposa le abrazaban suavemente desde atrás.

Quizás Sharon lo había reconsiderado y había entendido que él solo deseaba la felicidad de su familia y que su enojo había sido desconsiderado. O quizás, sólo se rendía ante sus deseos e iba a dejarlo salirse con la suya una vez más.

De cualquier manera, Randy se alegraba tener a su esposa de aliada. Ya que, aunque pareciera un hombre despreocupado, realmente le molestaba cuando su compañera de vida se empeñaba en llevarle la contraria. Ellos eran un equipo, en las buenas y en las malas.

Sin embargo, eso no significaba que las palabras dichas por Sharon durante la cena no le hayan lastimado.

¡Él no era egoísta!

¡No es culpa suya que su familia tenga una visión más limitada de la realidad que él! ¡Él vivía por esos desgraciados a los que llamaba familia!

Sharon se inclinó y dejó un suave beso bajo su mandíbula.

De acuerdo, Randy no podía resistirse ante las repentinas muestras de afecto de su mujer. Tomó una de sus manos y entrelazó sus dedos.

Recién en la mañana, se daría cuenta del enorme hematoma que marcaba su piel.

La marca de dientes la notaría más tarde, cuando la hinchazón bajase.

24 HORAS DE MIEDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora