22:00 pm.

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Terminó de cepillarse los dientes y se preparó para afrontar su reflejo.

El escaso pelo cano había sido reemplazado por una copiosa mata rubia.

La piel pálida había tomado una coloración anaranjada artificial.

Los labios, que en algún momento de su vida habían sido voluptuosos, ahora permanecían estirados en una constante mueca de fastidio.

Lo único que se mantenía igual era sus ojos. El mismo color, el mismo tamaño e inclusive las mismas gafas de siempre.

Todo el resto había cambiado.

Hacía mucho tiempo que había perdido el miedo al bisturí. Las largas horas de cirugía se habían convertido en un simple parpadeo.

Tuvo curvas y luego no.

Tuvo arrugas y luego no.

Por su memoria bailaban cada una de las formas que tomó su rostro.

Había pasado por tantos cambios que creía que otro ya no era posible.

Herbert Garrison intentó convencerse que éste era el último. Que ésa era la verdadera imagen que reflejaba su corazón.

Pero él sabia que no era así.

Temía el momento en que se mirase al espejo y no se reconociera.

Porque eso solo significaría otro cambio.

24 HORAS DE MIEDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora