14:00 pm.

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-Gracias cariño.

Henrietta esquivó a Firkle y entró a la habitación trayendo una bandeja con mas café. El más pequeño cerró nuevamente la puerta y volvió a su lugar al lado de Pete, que estaba en el suelo pintando las uñas de Michael.

La joven rápidamente sirvió 4 tazas y les dio una a cada uno, dejándose una para ella misma para tomarla desde su escritorio.

-Después sigo yo.

-Mmh -Pete hizo un sonido de afirmación mientras se concentraba en dejar una capa uniforme de esmalte negro en las uñas del mayor.

El ambiente estaba cargado con el olor picante del cigarrillo y la música puesta en el reproductor solo servía de ruido blanco de fondo ya que ninguno estaba escuchándola realmente. La tranquilidad flotaba entre ellos, llevándolos a un estado casi onírico donde solo se preocupaban por disfrutar su mutua presencia. Henrietta planeaba disfrutar de la ausencia temporal de sus padres y su hermano para estar rodeada por el cariño de sus chicos.

Con cuidado, sacó cada uno de los anillos, aretes y collares que le adornaban y los guardó. Se desmaquilló y ató su pelo en una coleta descuidada. Su vestido ajustado había sido reemplazado por una remera holgada y pantalones viejos. Ahora todos estaban en ropa cómoda.

-Terminé, no-te-to-ques -Pete le advirtió a Michael ya que éste era propenso a olvidarse y siempre terminaba por arruinar su trabajo. Estiró su espalda y palmeó el piso mirándola -ven aquí, mi reina, es tu turno.

Ella no tardó en sentarse donde se le había indicado, estirando una de sus manos para que el otro empezará a trabajar. Firkle se arrastró hasta terminar acostado a su lado, usando su muslo como almohada.

Cada uno estaba perdido en su mundo, pensando en el magnífico equilibrio que era su amistad. Tan diferentes pero tan iguales a la vez. Amando sus similitudes y apoyando sus diferencias. Añorando el pasado y esperando el futuro.

El ser góticos era solo una excusa para su amistad.

Porque se amaban.

Así que realmente no importaba si uno quería convertirse en un amante del country y el otro en un fanático de los deportes, porque se seguirían teniendo entre sí.

¿Miedo al que dirán? ¿A que otros no comprendan su amistad? ¿Al cambio, intolerancia o prejuicios?

Todo eso era una mierda.

Su verdadero miedo era que algún día perdieran a uno de ellos.

24 HORAS DE MIEDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora