08:00 am.

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-Tendrías que ver un médico.

-¡Salchichas! ¡No! ¿Qué pasa si mis padres me castigan?

-Leo, tus padres pueden no ser los más tolerantes, pero no creo que te van a castigar por tener pesadillas.

Butters pensó en las palabras de Stan. Desde hacía varias noches que las pesadillas no le dejaban dormir tranquilo, lo que repercutía en su vida normal. Las ojeras estaban empeorando y habia empezado a notar que le costaba concentrarse; no sabía por cuanto tiempo más podría seguir sin colapsar.

En un principio, pensó que era algo pasajero por lo que no vio motivo para preocupar a sus padres, a parte, estaba seguro de que buscarían la forma de castigarlo si se llegasen a enterar, por lo que prefirió no decir nada. Pero comenzaba a preocuparle que esto afecte su salud.

-Voy a pensarlo.

-Supongo que eso es algo por ahora...vamos a clase antes de que llegue el profesor  -Stan soltó un suspiro de resignación mientras ingresaban al aula y se acomodaban en sus respectivos lugares; Leo aprovechó para recostarse sobre sus brazos, y en menos de un segundo, había caído en un sueño profundo.

No sabía de quien escapaba, pero sabía que debía hacerlo si quería sobrevivir. Las tablas de madera rechinaban bajo el peso de sus pies mientras recorría el viejo castillo, adentrándose cada vez más al laberinto que formaban sus pasillos. El lugar le era desconocido, pero de alguna forma sabía que no debía abrir las puertas que iba dejando atrás; eso no serviría para perder de vista a su cazador. Al doblar en una esquina, sintió como el suelo desaparecía repentinamente para terminar cayendo por una empinada escalera.

Mientras intentaba recobrar el sentido, una figura se materializó a su lado.

-¿Estás listo para dejarme el control?

Butters enfocó la vista y una versión suya, mucho más peligrosa, lo miraba con desdén.

-¿Caos?

El hombre era la representación exacta de como se imaginaba a sí mismo siendo un villano cuando jugaba de niño.

-Tu tiempo en este cuerpo se ha terminado.

El otro se agachó para sujetarlo; había perdid-

-¡STOCH! ¡SI QUIERE DORMIR, QUÉDESE EN SU CASA!

El joven abrió los ojos y se encontró en medio de la clase, con todos mirándole; avergonzado, pidió disculpas apresuradamente.

"Casi", dijo una voz en su cabeza.

24 HORAS DE MIEDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora