12:00 pm.

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-¿Recuerdas ese estofado que te gustaba hacer? ¿Ese que sólo hacías para el cumpleaños de Clyde? Realmente lo amaba...casi tanto como tu tarta de manzanas. Esa tarta era lo mejor del mundo.

La mujer castaña le dio una mínima sonrisa como respuesta.

-¿O cuando ibamos al supermercado y me regañabas por ir muy lento? Jajajaja, odiabas hacer las compras.

La mujer asintió de forma tenue.

-¿O cuando lloraste con aquella película del perro? Tuve que pedirte disculpas por hacer que se corriera tu maquillaje ya que había sido mi idea ir a verla.

La mujer se apoyó sobre su mano para verlo mejor.

-Extraño cuando comíamos juntos y siempre encontrabas un tema de que hablar. No te gustaba el silencio.

Roger vio su plato y corrió las zanahorias hacia un costado. Nunca le habían gustado.

Pero a su esposa si le gustaban.

Ella siempre permitía que las pusiera en su plato, no importaba si era en casa o afuera.

Ahora no había nadie quien comiera las zanahorias.

-Extraño comer contigo.

Vio a la mujer sentada al otro extremo de la mesa. No tenía plato, tan solo le miraba mientras escuchaba atentamente cada palabra que salía de su boca.

-En realidad son muchas las cosas que extraño de ti, Betsy.

Sabía que esa cosa no era su esposa.

La mujer que había sido su compañera de vida le hubiese dado una mirada divertida.

Betsy estaría sentada a su lado mientras le contaba lo último que había visto en internet, preparada para su próxima pregunta con una respuesta mordaz e inteligente. Le regalaría sonrisas gigantes, mostrando todos sus dientes porque estaba orgullosa de su dentadura perfecta. Y hablaría con sus manos, cambiando el tono de voz porque nunca podía controlarlo cuando se emocionaba.

Sin embargo, podía dejar pasar todos esos pequeños detalles por alto tan sólo para poder verla una vez más.

Su Betsy era única.

Y como era única, era difícil encontrar a alguien que llenase el vacío que ella dejó con su muerte.

¿Qué ganaba esa cosa haciéndose pasar por su esposa muerta? ¿Qué quería? ¿Por qué le buscaba?

Sinceramente no le importaba, él no quería comer solo ese día.

24 HORAS DE MIEDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora