"El hombre más poderoso es el que es dueño de sí mismo." Séneca
Me encontraba arrinconado mientras una ráfaga de golpes me dejaba inmovilizado. Trataba de resistir como podía, pero ese tipo era no solo cinco centímetros más alto que yo. Además, sus brazos eran como dos troncos y sus golpes como ladrillos que daban justo contra mi estómago. De ser por la exagerada cantidad de flexiones abdominales que hacía diariamente de seguro no habría podido resistir diez minutos contra él. En eso note que sus brazos bajaron, solo un centímetro, lo suficiente para que yo aprovechara ese error y rompiera su defensa. Arremetí con todo lo que tenía. No me importaba estar en desventaja de tamaño o fuerza. Para mí solo había dos opciones o ganar o caer al suelo. Le di con todo lo que tenía. Golpe tras golpe hasta que me lo saque de encima. Salí mi esquina y comencé con una secuencia de japs. Por un momento pensé que iba a ganar. No sé bien cómo fue que sucedió, pero de pronto todo se volvió oscuro y difuso. Solo recuerdo que un gancho me mando al suelo y con él todo mi mundo se desvaneció. Al cabo de un rato me levante. Como siempre hay estaba mi profesor de boxeo. Un tipo Bryan, con sus 40 años de edad, era el estereotipo de alguien que ostentara ese nombre. No era para menos, en otra época estuvo preso por asalto a mano armada y otras cosas más. Para mi sorpresa la cárcel lo ayudo a rehabilitarse. Por lo que me cuento un grupo de presos le otorgo el apoyo que necesitaba, eso lo llevo a conocer a Dios y entregarle su vida. Ahora se dedicaba a lo único que sabía hacer bien, pelear, pero para que la gente se defendiera. Aunque siempre decía "la mejor protección es andar a la sombra del Altísimo". Fuera de eso era un hombre normal, aunque rudo y sumamente riguroso. Jamás bebía una gota de alcohol, sin importar cuanto le insistieran. Si alguien se ponía muy cargante con el tema por lo general terminaba dando una de esas miradas que te dicen que estas a punto de conocer un lado que no te gustara. Supongo que cuando sales de la cárcel esa es la única forma de sobrevivir y mantenerte en la senda correcta o como le decía él, "el camino de Jesús".
-Pa po broca cochi no es para tanto- dijo Bryan a la vez que me entregaba una tolla.
-Creo que esta vez lo hice mejor- respondí tratando de ocultar el dolor.
Negó con el rostro.
-Eres un pájaro, te tenía justo donde quería. Abrí la defensa para que atacaras y luego noquearte. Bajaste la defensa por apurar en golpearme.
-Por eso usted es el profesor.
-Ya párate y descansa un rato y después sigue con la rutina que te di la clase pasada.
Yo asentí. El gimnasio no era nada del otro mundo. En realidad, resultaba bastante sencillo, con pocos recursos y bastantes problemas de infraestructura. Pero a mí me gustaba. Me ayuda a salir de la burbuja que era mi trabajo, ver otro tipo de gente y saber cómo enfrentar a quienes no solo tienen otro estatus económico, sino también le educación de la calle. Además, era una forma de no olvidar mis raíces y de donde venía yo. Retome mi rutina. Tres repeticiones de veinte sentadillas con un peso de cinco kilos en cada brazo. Luego seguí con las pesas, tres repeticiones de veinte kilos por brazo. Finalice con seis repeticiones de veinte. Iba tres veces a la semana, ese era mi momento de esparcimiento, donde dejaba de lado, todo; noticias, documentos, ideologías políticas, agendas de la ONU. Todo pasaba a una cámara secreta de la que durante dos horas no podía salir. El resto del tiempo mi mente funcionaba sin parar, pensando cómo cumplir lo que era mi trabajo. Como ya puedes imaginar soy un obsesivo, de modo que la única forma que tengo para sacar de mi cabeza todo lo que sé es hacer otra actividad que requiera tanto o más mi atención. El boxeo es el deporte perfecto. Por una parte, me saca de mi zona de comodidad y por la otra exige niveles de concentración enormes. De lo contrario corro el riesgo de que me maten o al menos terminar con una contusión. Gracias a ese deporte había aprendido no solo a ser más valiente y afrontar las situaciones estresantes. También logre obtener un mejor dominio sobre mí mismo. No ser esclavo de las circunstancias ni de mis emociones. Yo era mi propio dueño o por lo menos eso era lo que creía. Podía sentir como me dolía cada músculo de mi cuerpo. "Buena señal." Pensé. Tomé mi mochila y me dirigí a las duchas. Justo en ese momento sonó mi celular. "Son más 22 horas, quién me puede llamar tan tarde." Vi la pantalla, era un número desconocido. Por lo general no contesto números cuando no sé quién es, pero en esa ocasión hice una excepción.
- ¿Bastián eres tú?
- ¿Quién habla? - respondí por reflejo.
Si hay algo que he aprendido es a nunca decir mi nombre por celular a un desconocido.
-Soy yo... - escuche como al otro lado se dejaba escapar un largo y nervioso suspiro- Andrés. Tengo que hablar contigo, pero me queda poco tiempo, así que escucha. Hice lo que me dijiste, opte por la verdad y te lo agradezco, pero la verdad tiene un precio y creo que tendré que pagarlo. Deje algo para ti con mi esposa. Ella no sabe lo que es, pero confío en que tú comprenderás su importancia. Por favor te pido que no le digas nada a nadie sobre esta llamada, en especial a la gente de la oficina - un largo silencio se tomó la línea- Una cosa más, eres un gran amigo. Por favor no dejes que el sistema te corrompa.
-Andrés no entiendo de qué hablas.
El sonido anunciando que la llamada acaba de finalizar fue lo último que escuche. Aquella llamada era de lo más extraño que podía haber. Andrés llamándome en horario fuera de oficina. Él jamás hacía eso. Siempre era respetuoso con los tiempos ajenos. Pero además diciéndome que su esposa tenía algo para mí y por último que no le mencionara a nadie esa conversación. Pero por sobre todo llamando desde un número que no era el suyo o al menos no uno que yo conociera. Esa noche salí del gimnasio intrigado. ¿Qué podría haber hecho que Andrés se comportara de una forma tan extraña? Al día siguiente, como siempre, Benito se quedaría en el departamento hasta que la señora Mirta fuera a hacer el aseo y lo sacara a dar una vuelta por la plaza. Mientras yo iba a trabajar. Llegué a la oficina a las 7:30, destaco que ingreso a las 8:00, entenderás que me resulta imposible atrasarme. Para mi sorpresa en esta ocasión había algo diferente. Cinco oficiales de la PDI se encontraban en la puerta, esperando a que alguien hiciera ingreso. Todos con lentes oscuros, pese a estar dentro de un edificio, de chaquetas azuladas y pantalones de tela. Muy bien peinados, dignos representantes de su institución. Al verme caminaron hacia mí como si me evaluaran con la mirada.
-Somos de la PDI - un hombre de cabello canoso, de espalda ancha y cuerpo atlético saco su placa- ¿Usted trabaja aquí?
Sus modales eran serios pero educados. Más de lo que yo habría imaginado. Supongo que trabajar para la D.H. tenía sus ventajas. Claramente podría haber tenido cincuenta años, pero el cabello con canas podía ser engañoso. Una cosa no lo era, había sucedido algo malo y de seguro tenía que ver con Andrés y la llamada de anoche.
-En efecto, pero qué pasa.
- ¿Podría decirnos el nombre de su jefe?
-Andrés Martínez... ¿qué es lo que está pasando?
-No le podemos informar hasta que todos los funcionarios lleguen. ¿Tiene usted las llaves de la oficina?
-No, las tiene don Andrés, él es el encargado de la oficina.
El oficial intercambio miradas con otro que se encontraba a su lado. Algo en ellos no me agradaba. Para ser sincero eso no me decía mucho, después de todo dudo a alguien le agrade que llegue un contingente de detectives a tu trabajo sin dar explicaciones exigiendo entrar.
- ¿Hay alguien más que pueda abrir?
-El conserje tiene una copia de emergencia.
-Gracias.
El oficial canoso miro al que estaba junto a él y éste bajo de inmediato. Al cabo de unos minutos llego con el conserje. Un anciano de caminar lento, mirada amable y temblor en su mano derecha. Abrió la oficina e ingresaron. Como es costumbre el resto del personal llego justo a la hora. Durante el tiempo de espera los oficiales y yo estuvimos en silencio. Supongo que ellos se cuidaban más que yo de no decir nada que fuera a generar cualquier tipo de problema. Imagínate, con carabineros completamente desacreditados; debo reconocer que eso fue en parte mi responsabilidad. Yo fui quien genero el documento que le daría un enfoque negativo a la gestión policial. Por favor no te confundas, no les tengo ningún tipo de animadversión, pero trabajo es trabajo. A sumo que no querían que algo así sucediera con ellos. En todo caso hasta la fecha no me había llegado ninguna indicación de que llamara la atención hacia un documento para los noticieros en relación a la PDI, de modo que no corrían peligro alguno. Claro que como dicen todos tienen tejado de vidrio y si no era por mi área podía ser por otra como la sección que se ocupaba de investigar y gestionar los abusos por parte de las fuerzas de seguridad. En su favor debo reconocer que ninguno de ellos miro una sola vez su celular. Algo que me dice que se encontraban bien entrenados, enfocados totalmente en su labor. Yo por mi parte solo debía estar tranquilo y dominar los nervios tal y como lo hacía cuando entraba al cuadrilátero.
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La Gran Conspiración
Misterio / SuspensoUna muerte abre la puerta para que Bastian, un joven apático, indiferente e introvertido comience a buscar la verdad sobre lo que ocurre a su alrededor. Una búsqueda que lo llevara a descubrir una mundo de mentiras y conspiraciones que supera su ima...