"El hijo sabio alegra al padre, pero el hijo necio es tristeza para su madre." Salomón.
Te hubiera agradado mi madre, les agradaba a todos. Era de esas personas con la capacidad de hacer amistades al instante. Una breve conversación, unas cuantas preguntas y sin darte cuenta ya la considerabas tu confidente más segura y amiga del alma. Cuando ella estaba presente las personas se volvían mejores. Hacía que los entristecidos sonrieran, los amargados bromearan, los decaídos vieran el mundo con nuevos colores. Nadie podría haber dicho algo contra ella, excepto yo. En sus ojos habitaba una cuota de sufrimiento que lograba enmascarar muy frente a todos excepto a mí. Siempre fui capaz de saber qué pensaba, lo que sentía y qué le afligía. Supongo que es con la única persona que he podido hacerlo; prefiero que así sea. Cuando sabes lo que los otros sienten se vuelve una carga demasiado pesada como para vivir en paz. Claro que no la puedo culpar, después de todo mi padre, su esposo, no era exactamente el mejor hombre del mundo. Con fuertes tendencias para el alcohol, las fiestas, mujeriego por naturaleza y un don innato para gastar el sueldo del mes en un solo fin de semana y volver exigiendo una cama limpia, comida y una casa impecable. No recuerdo que jamás le hubiera dicho a mi madre que la ama. Tampoco tengo memoria que me hubiera dirigido la palabra para algo más que para indicar que le llevara una cerveza. De lo que si tengo en la memoria fueron las veces que la golpeo hasta dejarla tirada en el suelo. Para mi sorpresa ella nunca grito. Siempre guardaba silencio. Puede que fuera para que yo no me asustara o para cuidar las apariencias. Como fuera resistió durante años como una estoica. Al menos hasta el día en que cayó muerta en la calle de un infarto. En ese momento yo tenía doce años. Por lo que entendí de lo que el médico dijo, su corazón estaba agotado y se detuvo. Mi padre, mejor dicho, ese tipo firmo los papeles del hospital con absoluto silencio. Luego dio media vuelta y salió. Yo lo seguí. Era de noche, hacía frío, con cada respiro podía ver como el aire salía de mi boca en forma de vapor. Caminamos un par de cuadras hasta que me miro.
- ¿Qué haces pendejo?
-Voy a casa.
-Tú casa ya no existe, -saco una petaca de su chaqueta- se murió con tu madre.
-Pero a dónde voy a ir.
-Ese no es mi problema -su voz no tenía ni ira ni rabia o dolor, más bien parecían las palabras de un muerto en vida.
-Eres mi padre- respondí con fuerza.
-Tú no eres mi hijo... ella era una puta y tú uno de sus putitos. Ahora vete antes que te saque la cresta.
Sabía que eso no era cierto. Ambos éramos iguales, casi como dos gotas. La misma carraspera, el mismo color de ojos, los mismos gestos, incluso teníamos un lunar idéntico en el hombre con la misma forma alargada y de contextura carnosa. Nadie jamás habría podido decir que yo no era su hijo. Incluso nuestro temperamento era el mismo. Indiferentes, parcos, serios, casi inexpresivos e incapaces de sentir el sufrimiento ajeno. Creo que la única diferencia era que yo no había conocido como él los embates de la vida ni la crudeza de una existencia marcada por las injusticias. Con esto no estoy justificándolo. A decir verdad, si hay alguien en el mundo que lo odia te aseguro que ese soy yo. Después de ese día él se marchó. Yo volví al hospital y pasé la noche en la sala de espera. En el fondo creo que tenía la esperanza de ver a mi mamá salir de una de esas puertas viva, sana, feliz. Que su muerte hubiera sido un astuto plan para abandonar al patético hombre que tenía por esposo. Aquella noche espere y espere hasta que me venció el sueño. Ella no salió nunca más. Al poco tiempo supe que la habían arrojado a una fosa común. Imagina lo que es no tener ni siquiera una tumba donde ir a verte a tu madre. Fue así que en un solo día perdí a la única persona que me amaba, mi casa, mi vida. De ese tipo, no volví a saber nada. Se marchó del país y con él, mi último recuerdo de lo que fue una familia. Como ya lo imaginas termine en el SENAME. Imagino que esperas que te diga que una familia me adopto y que finalmente logre tener lo que todo niño necesita. La verdad es que ese sueño les importa poco a los sistemas burocráticos del gobierno. Lo que más importa es cumplir con los protocolos y normas establecidas, sin importar cuanto tiempo tenga que estar un niño viviendo en el SENAME. Prefiero no hablar de esa época. Basta con decir que contra todo pronóstico logre salir con las mejores calificaciones del liceo, obtener cuanta beca era posible y para los dieciocho años de edad ya era un hombre independiente con una línea de vida trazada. Ser lo más diferente que pudiera de mi padre. Fue así que seguí el camino de las ciencias políticas y me internalicé en toda actividad social que pudiera. No porque sintiera una natural disposición al altruismo. Mi móvil era otro, alejarme de la imagen de ese hombre, violento agresivo y lleno de odio que me seguía. Me abstuve de beber alcohol, fumar e incluso los deportes, excepto uno, el boxeo. Supongo que no puedo distanciarme absolutamente de mi pasado. En más de una ocasión alguien me dijo que notaba tristeza en mis ojos. Supongo que eso lo herede de mi mamá. Al final de cuentas, me guste o no, soy la mezcla de ambos, lo bueno y malo, de ellos de una u otra forma se termina manifestando. Hasta la fecha creo que solo tengo lo malo de ellos, la indiferencia de uno y la tristeza del otro. Las cosas buenas son solo circunstanciales. Por eso hasta hoy nunca he podido embarcarme en una relación de pareja seria. Aun cuando todo esté dispuesto. Tengo miedo a volverme aquello que más odio.
¿Cómo se relaciona esto con lo que te estoy contando? A decir verdad, no lo sé, pero creí que sería bueno que supieras a quién tienes frente a ti. Después de todo supongo que nuestro pasado nos determina, incluso más de lo que nosotros mismos podemos pensar. En alguna parte de mi vida seguramente hay algo que me hizo tomar la decisión de seguir con este camino que se presentaba ante mí, un camino completamente desconocido, lleno de tinieblas y de dudas. No sé si soy sabio o si soy un necio, tampoco puedo imaginar si mi vida alegraría a mi madre, lo único que sé es que algo en mí me empuja a buscar la verdad, no esa que se manipula en redes sociales o en los medios de comunicación, sino una verdad distinta, trascendente, superior.
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La Gran Conspiración
Misterio / SuspensoUna muerte abre la puerta para que Bastian, un joven apático, indiferente e introvertido comience a buscar la verdad sobre lo que ocurre a su alrededor. Una búsqueda que lo llevara a descubrir una mundo de mentiras y conspiraciones que supera su ima...