23.

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Apenas llegaron a dar una docena de pasos. Se lo soltó igual que si le quemara en el pecho, para sacarlo fuera de una vez.

-Anoche salí con Hilario.

Yoli ladeó la cabeza sin ocultar su sorpresa.

Aderezada con un toque de admiración, eso sí.

-Chica, vas rápido -manifestó impresionada.

-No, no es eso -forzó un gesto desabrido-. Me invitó a ver un concierto de unos amigos suyos, en un bar de Gràcia, y primero dije que no, pero luego...

-Di que sí. Hiciste bien.

-Mi médico me dijo que no forzara nada, pero que cuanto más tardase en recuperar la normalidad, peor sería.

-Entonces bien, ¿no? -se mantuvo expectante su amiga.

-Supongo.

-¿Qué pasó?

-Tocaron una canción sobre un suicidio y salí por piernas.

Yoli le pasó un brazo por encima de los hombros.

-Eso fue mala suerte, tía.

-Lo sé, pero me pilló...

-¿Qué hizo él?

-Se portó muy bien. Me llevó a uno de esos bares al pie del funicular del Tibidabo y

charlamos mucho rato. Me sentía un poco marciana, ya sabes, como si todavía no encajase en nada, o como si la gente de pronto me mirara y pensara: «Mira, la loca».

-Tú nunca has estado loca, no fastidies.

-Hay momentos en que me siento fuerte y otros en los que estoy hecha una mierda.

-Subes y bajas, es normal. Como cuando hay oleaje. Poco a poco, el mar vuelve a calmarse.

Dieron unos pasos en silencio, sin rumbo.

-Sucedió algo más -dijo Dora.

-¿Con él? -volvió la expectación.

-No, conmigo. No fantasees -esbozó una sonrisa cansina-. Cuando me dejó en casa, de repente, sin más, estuve a punto de contarle lo que pasó el día del accidente -miró a Yoli con amargura en los ojos-. Lo que pasó de verdad, ¿entiendes?

-¿Cómo que lo que pasó de verdad?

-Algo que solo le he dicho a mi médico.

-¿Y querías contárselo a Hilario?

-Sí, pero no pude. Al menos, no del todo.

-¿Y a mí? -la presión del brazo y la mano de Yoli en su hombro se hizo más fuerte-. ¿No quieres contármelo a mí?

-Sí -se rindió.

Otra media docena de pasos. Se detuvieron en un semáforo y cuando reiniciaron la marcha, sin nadie cerca, comenzó a hablar.

-¿Recuerdas cuando íbamos al colegio y nos decían que el bien siempre es recompensado y el mal paga?

-Vaya si lo recuerdo. Hasta que descubrí esa frase que dice que las chicas buenas van al cielo

y las malas a todas partes.

Logró hacerla sonreír.

Muy brevemente.

-Yo quise matarme porque hice algo mal y estoy viva gracias a ello, y eso no tenía sentido.

Tampoco lo tiene ahora, pero al menos tengo la capacidad de analizarlo.

Quizás mañana la palabra amor...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora