Apenas llegaron a dar una docena de pasos. Se lo soltó igual que si le quemara en el pecho, para sacarlo fuera de una vez.
-Anoche salí con Hilario.
Yoli ladeó la cabeza sin ocultar su sorpresa.
Aderezada con un toque de admiración, eso sí.
-Chica, vas rápido -manifestó impresionada.
-No, no es eso -forzó un gesto desabrido-. Me invitó a ver un concierto de unos amigos suyos, en un bar de Gràcia, y primero dije que no, pero luego...
-Di que sí. Hiciste bien.
-Mi médico me dijo que no forzara nada, pero que cuanto más tardase en recuperar la normalidad, peor sería.
-Entonces bien, ¿no? -se mantuvo expectante su amiga.
-Supongo.
-¿Qué pasó?
-Tocaron una canción sobre un suicidio y salí por piernas.
Yoli le pasó un brazo por encima de los hombros.
-Eso fue mala suerte, tía.
-Lo sé, pero me pilló...
-¿Qué hizo él?
-Se portó muy bien. Me llevó a uno de esos bares al pie del funicular del Tibidabo y
charlamos mucho rato. Me sentía un poco marciana, ya sabes, como si todavía no encajase en nada, o como si la gente de pronto me mirara y pensara: «Mira, la loca».
-Tú nunca has estado loca, no fastidies.
-Hay momentos en que me siento fuerte y otros en los que estoy hecha una mierda.
-Subes y bajas, es normal. Como cuando hay oleaje. Poco a poco, el mar vuelve a calmarse.
Dieron unos pasos en silencio, sin rumbo.
-Sucedió algo más -dijo Dora.
-¿Con él? -volvió la expectación.
-No, conmigo. No fantasees -esbozó una sonrisa cansina-. Cuando me dejó en casa, de repente, sin más, estuve a punto de contarle lo que pasó el día del accidente -miró a Yoli con amargura en los ojos-. Lo que pasó de verdad, ¿entiendes?
-¿Cómo que lo que pasó de verdad?
-Algo que solo le he dicho a mi médico.
-¿Y querías contárselo a Hilario?
-Sí, pero no pude. Al menos, no del todo.
-¿Y a mí? -la presión del brazo y la mano de Yoli en su hombro se hizo más fuerte-. ¿No quieres contármelo a mí?
-Sí -se rindió.
Otra media docena de pasos. Se detuvieron en un semáforo y cuando reiniciaron la marcha, sin nadie cerca, comenzó a hablar.
-¿Recuerdas cuando íbamos al colegio y nos decían que el bien siempre es recompensado y el mal paga?
-Vaya si lo recuerdo. Hasta que descubrí esa frase que dice que las chicas buenas van al cielo
y las malas a todas partes.
Logró hacerla sonreír.
Muy brevemente.
-Yo quise matarme porque hice algo mal y estoy viva gracias a ello, y eso no tenía sentido.
Tampoco lo tiene ahora, pero al menos tengo la capacidad de analizarlo.
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Quizás mañana la palabra amor...
RomantikTodos los días nos cruzamos con gente a la que seguramente no volvamos a ver jamás. Pero ¿qué pasa si volvemos a encontrarnos? Dora escucha cómo las puertas del psiquiátrico se cierran tras ella. Sabe que todavía está en la cuerda floja, como le rec...