25.

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Dora apagó el televisor y salió de puntillas de la sala. Su abuelo se había quedado dormido en la


silla de ruedas. La tarde era agradable, no hacía mucho calor pese a que el sol se colaba por las


ventanas abiertas. Caminó hasta su habitación y cerró la puerta sin hacer ruido, para evitar que una


corriente de aire lo hiciera de golpe. Una vez allí, miró el ordenador, pero no lo conectó.


Le faltaba algo.


Le faltaba gran parte de su vida. Toda la que Hilario no había recogido cuando fue a por sus


cosas.


Sus diarios, sus fotos personales.


Alargó la mano y tomó su viejo móvil, de nuevo en funcionamiento. La única que sabía que


estaba de vuelta era Yoli, así que no tenía llamadas perdidas. Buscó el número del doctor Rocamora


y lo marcó.


Le tranquilizó escuchar su voz.


Era hermosa.


-Soy Dora -se anunció apaciblemente.


-¡Querida! ¿Cómo estás?


-Bien.


-Me alegro, en serio. ¿Qué tal el regreso a la vida normal?


-Hay momentos duros, pero me enfrento a ellos. Usted ya me lo advirtió.


-¿Subidas y bajadas?


-Sí.


-Quédate con lo bueno de las subidas y no hagas caso de las bajadas, porque están ahí, al


acecho, para torpedear tu recuperación.


-Lo sé. Estoy tratando de reorganizar mi vida.


-¿Y tu abuelo?


-Se recupera rápido. Ya camina un poco. Yo...


-Dime, dime, perdona.


-Quería preguntarle algo.


-Adelante.


-No he ido a mi casa todavía.


-No es necesario que vayas si no quieres. No has de forzarte para nada.


Quizás mañana la palabra amor...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora