7.

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Constantino Matas ya estaba vestido.

-Me gustaría que Dora me viera caminar -dijo.

-Ahora lo haremos. De momento quédese en la silla y no se haga el valiente queriendo andar

solo. Yo vuelvo enseguida, en cinco minutos -le ayudó a sentarse y le sacó al pasillo.

-¿Hay papel higiénico?

-Compré de todo ayer, tranquilo.

-Es que...

-Todo estará bien -le miró con dulzura-. Ella ha vuelto y ahora toca empezar de nuevo.

-Será difícil.

-Lo conseguirán. Se tienen el uno al otro.

-Espero que seáis amigos.

-Señor Constantino...

-Vale, vale.

Hilario cerró la puerta del cuarto de baño y se quedó solo.

Lo único que quería era eso: estar solo. Solo para mojarse la cara, relajarse, dejar de temblar y

acompasar el maldito trotar de su corazón.

Se sentó sobre la tapa del inodoro, junto a la misma bañera en la que ella había intentado

matarse.

Vio su rostro reflejado en el espejo.

-Joder, tío... -suspiró.

Creía que sería sencillo. Creía que le bastaría con mantenerse en su papel y de pronto se le

antojaba una locura. Creía que lo resistiría y...

Un año antes, en el entierro de su madre, su padre y su hermana, era una chica guapa. Pudo

apreciarlo en la distancia, viéndola llorar. Ahora se había convertido en una mujer. Y llamarla guapa

era decir muy poco. Su extrema delgadez invitaba a cuidarla y protegerla, como esas modelos adictas

al enfermizo heroin look que tanto fascinaban en revistas o pasarelas. Los ojos tristes y apagados

despertaban la ternura, la necesidad de cubrirlos de amor. Los labios gritaban. Un año antes quedó

convulsionado. Ahora esa misma convulsión le agarrotaba.

No era tan fuerte como creía.

Le había bastado verla para...

La imagen del espejo le hizo sucumbir todavía más.

-Olvídate de ella -musitó-. Viniste a hacer una cosa y la estás haciendo. El resto...

No, ¿a quién quería engañar?

Deseaba verla.

Tanto...

Hundió la cabeza entre las manos y contó hasta cien para serenarse.

Llegó al doscientos.

Si lloraba, ella lo descubriría.

Se puso en pie, se lavó la cara y se secó. Tenía muchas cosas que hacer. Salió del cuarto de

baño y se la encontró en el pasillo.

Como si le esperase.

-Ah, hola.

-¿Puedo hablarte un momento? -Dora bajó la voz.

-Sí, claro.

-¿Cómo está? -señaló el otro extremo del pasillo.

-Bien, muy bien. Es fuerte. La recuperación ha sido lenta y todavía no puede andar solo, pero

Quizás mañana la palabra amor...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora