13.

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Esta vez, al abrir la puerta, no solo le azotó la peste a tabaco, sino el olor a quemado.

Con las alarmas disparadas aceleró el paso, dejó el casco en el recibidor y fue directo a la sala.

Pese al estruendo del televisor y el habitual griterío de cualquiera de los programas de la cadena, su

madre dormía con la cabeza caída sobre el pecho. La lata de cerveza de la mano derecha había

rodado por el suelo, desparramando su contenido por la vieja alfombra. Lo peor no era eso. Lo peor

era la colilla todavía sujeta entre los dedos de la mano izquierda, ya apagada después de haber

quemado un considerable trozo de bata.

Más de un palmo de tela ennegrecida.

-¡Mamá! -gritó.

La mujer pegó un respingo. Tardó en centrar sus ojos porque la mirada era errática, tan difusa

como el equilibrio de su mente embotada por el alcohol. No se molestó en depositar la colilla en el

rebosante cenicero. Abrió la mano y le cayó en el regazo. Primero miró a su hijo de forma imprecisa.

Tras reconocerlo, deslizó la vista hacia la mesita.

Cerveza y tabaco.

-¡Mamá, maldita sea! -Hilario recogió la colilla.

-¡No grites! -hizo un gesto de fastidio.

-¿Que no grite yo? -se enfureció él-. ¿Y eso, qué? -señaló el televisor.

La mujer buscó una cerveza.

-¡El día menos pensado vas a arder!

No le hizo ni caso. Siguió tanteando las latas de cerveza vacías. Ni siquiera le importaba que

estuvieran calientes. No las degustaba, solo las absorbía. Cuando llegó a la última y se dio cuenta de

que tampoco estaba llena, hizo un gesto amargo.

-Tráeme una cerveza.

-¿Has comido?

-¡Tráeme una cerveza, coño!

-¡No has comido nada! ¡Mírate, por Dios!

En el televisor, dos mujeres se gritaban, peleándose por el hombre que estaba sentado entre

ellas.

-¡Mierda, Hilario, mecagüen to! -sumó su voz áspera a la de ellas-. ¿Se puede saber qué te

pasa? ¡Tu hermano no me da la vara!

-¡Porque él pasa de ti, le importas una mierda, mamá! -se puso entre ella y el aparato-. ¡Te

mantiene a base de tabaco y cerveza y ahí te pudras!

-¡Marcial me tiene como una reina!

-¡Marcial es tu proveedor, nada más!

-¡Cállate!

-¡Es la verdad!

-¡Si no fuera por tu hermano...!

-Si no fuera por mi hermano, ¿qué? -se inclinó sobre ella, con una mano a cada lado-. ¡Esto

no es una familia: tú estás borracha todo el día y Marcial no es más que...!

La bofetada le alcanzó de lleno.

Estalló en su rostro igual que un latigazo justo en el instante en que la televisión pasaba a

Quizás mañana la palabra amor...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora