La primera vecina que vio a Dora al día siguiente se quedó mirándola sin saber qué decir.
-Buenos días -dijo ella al pasar por su lado.
-Tú eres... la nieta del señor Matas, ¿verdad?
-Sí -no tuvo más remedio que detenerse.
-Sentí mucho...
-Gracias -mantuvo la serenidad con paciencia.
La miraba a los ojos, y lo hacía con tanta insistencia que acabó siendo forzado. Cuando alguien
se ha cortado las venas, todo el mundo acaba deslizando la vista hacia las cicatrices.
Iba con manga corta, y todavía no se había comprado ninguna pulsera ni cinta de la amistad o de
la buena suerte.
-¿Vivirás con tu abuelo?
¿Qué le importaba? ¿Era el altavoz de la escalera?
-Sí -siguió conteniéndose, más por el abuelo que por sí misma.
-Me alegro de tener una nueva vecina, y tan joven y guapa -se relajó la mujer.
-Gracias. Buenos días.
Ya no la detuvo nadie y alcanzó la calle, el sol, la bendición de un hermoso y claro día.
Mientras estaba en el sanatorio, se imaginaba el mundo al otro lado de los muros. Un mundo que
vivía y pasaba cerca sin fijarse siquiera en aquellas paredes. Era como estar en un hospital. Miras
por la ventana y ves a la gente yendo de un lado para otro. Nadie levanta la cabeza y piensa que
detrás de cada ventana del hospital hay un paciente, un dolor, una vida y una felicidad en juego.
Caminó apenas diez minutos, de nuevo envuelta en sus pensamientos. Se detuvo al llegar a su
destino y, aunque la portería estaba abierta, no cruzó el umbral de la casa. Se acercó al interfono y
pulsó uno de los timbres.
La voz surgió de la rejilla a los cinco segundos.
-¿Sí?
Tuvo suerte. Era ella.
-Yoli.
-Sí, soy yo, ¿quién...?
-Soy Dora. ¿Bajas?
Primero, el silencio.
Después...
-¿Dora?
-Sí, ¿bajas? -insistió.
Quizás estuviese sola, pero no quería arriesgarse. Lo que menos deseaba era empezar a ver a
todo el mundo de golpe, y tener que dar las mismas explicaciones o repetir las mismas respuestas:
cómo estaba, qué haría...
-Voy.
Se apartó de la entrada y paseó nerviosa arriba y abajo de la acera. La imaginó vistiéndose a
toda prisa. Ella, que no salía de casa sin cambiarse veinte veces de ropa y asegurarse de que todo
estaba en su sitio.
Bendita Yoli.
Su amiga.
Una amiga a la que no veía desde hacía prácticamente un año.
ESTÁS LEYENDO
Quizás mañana la palabra amor...
RomanceTodos los días nos cruzamos con gente a la que seguramente no volvamos a ver jamás. Pero ¿qué pasa si volvemos a encontrarnos? Dora escucha cómo las puertas del psiquiátrico se cierran tras ella. Sabe que todavía está en la cuerda floja, como le rec...