Constantino Matas se incorporó sujetándose fuertemente con los brazos y dio media docena de pasos
manteniendo el equilibrio. Estaba ya en mitad de la sala cuando apareció Hilario.
-¿Pero qué hace, hombre?
-¿Yo? Nada.
-¡A ver si se cae y tenemos un disgusto!
-¡Qué voy a caerme, si ya me aguanto perfectamente!
-Cuando esté solo, haga lo que le dé la gana, y si se la pega, allá usted. Pero cuando esté yo,
me lo dice y le controlo, que para eso vengo.
-Eres peor que una esposa.
-Mire que tiene mala leche -consideró Hilario.
-¿Qué he dicho?
-Venga, vuelva a la silla.
-El médico me dijo que cada día practicara un poco, para que los músculos vayan
recuperándose.
-¿Bajamos a la calle y nos pegamos unas carreras?
-No será por falta de ganas.
-Venga, no se ponga de mala gaita.
-Ya se nota que tienes pocos años, ya.
-¿Le ayudo?
-¡No!
Paso a paso, despacio, regresó a la silla de ruedas. Para sentarse tuvo que girar el cuerpo y
sostenerse con dificultad. Hilario se mantuvo pendiente.
El abuelo de Dora aterrizó felizmente en la silla.
-¿Cansado?
-Y pensar que jugaba cuatro partidos de fútbol en un día...
-¿Jugaba al fútbol?
-Muy bien.
-¿De qué?
-Delantero. Bueno, interior izquierdo. Llevaba el 10. Ahora se lo dan a la estrella del equipo,
pero cuando yo era joven la numeración iba correlativa, y se jugaba con cinco delanteros, del 7 al
11. El 7 era el extremo derecho, el 8 el interior derecho, el 9 el delantero centro, el 10 el interior
izquierdo, y el 11 el extremo izquierdo. Los extremos eran rápidos como centellas y desbordaban por
la banda, el delantero centro marcaba los goles, y los interiores enlazaban con ellos y con los dos
medios. Pero yo fui un interior goleador.
-¿Cuándo lo dejó?
-Me rompieron la rodilla. Eso que ahora llaman la tríada. Entonces lo dejé. No iba a operarme
y estar un año parado entre una cosa y otra, que había que trabajar. Me gustaba el fútbol, pero
tampoco era lo mío.
-¿Tampoco?
-Yo quería ser escritor.
-¿En serio?
-Sí, ¿por qué?
-No le veo de escritor.
-Pues eso mismo, que nadie me veía, ni mi padre ni... Bueno, nadie. Encima eran otros
tiempos, la maldita y larga posguerra...
El anciano se sumió en sus recuerdos.
Sus pupilas chisporrotearon.
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Quizás mañana la palabra amor...
RomanceTodos los días nos cruzamos con gente a la que seguramente no volvamos a ver jamás. Pero ¿qué pasa si volvemos a encontrarnos? Dora escucha cómo las puertas del psiquiátrico se cierran tras ella. Sabe que todavía está en la cuerda floja, como le rec...