—Eso no es posible —dijo Ten con dificultad.
El oficial frente a él mantuvo el rostro sereno, el menor se tensó y las lágrimas estaban a punto de salir de sus ojos, pero no lo iba a permitir.
"Sé fuerte".
Chittaphon sentía que iba a morir. No podía ser cierto, no podía ser cierto.
¡Agh! Como odiaba en ese momento a TaeYong, meterle a él en esto, a él, QUE EN SU VIDA HA MATADO UNA MOSCA, es injusto... estúpido, estúpido TaeYong, si o tuviera en frente-
—Gracias por responder —interrumpiendo los pensamientos del chico el oficial se despidió—, ten un buen día.
El tailandés se levantó y dijo. —Juro que no tengo nada que ver con esto o con TaeYong.
Ten entró a clase, se sentó en su lugar, decaído, algunos lo miraban de reojo, pues se había demorado más que los demás afuera.
El día pasó y estaba del mismo ánimo.
En su casa no había comido nada y solo se encerró en su pieza toda la tarde... hasta que timbraron. Bajó a ver quien era y observó que era otro policía, una corriente de irritación recorrió su cuerpo, ¿no podían dejarlo en paz de una vez?
Abrió la puerta y esperó a que el oficial hablara mientras cruzaba sus brazos y ponía la cara más enojada posible.
—¿Chittaphon Lee-chai-yapornkul? —preguntó el contrario, pronunciando con dificultad el nombre.
—Soy yo —respondió el joven, ahora con el ceño
—Muy bien, ¿esta tu madre?
Ten llamó a gritos a su madre, quien bajo corriendo.
El oficial solo esperó pacientemente, estaba sonriente, pero el tailandés sentía algo raro en él... una mala energía, algo no le gustaba.
—Buenas tardes señora —con una leve reverencia saludó el mayor—, soy Kim Jong Woon, detective.
Mostró su placa y la volvió a guardar.
La madre de Ten apoyó su brazo en el hombro de su hijo.
—Estamos investigando el caso de Lee TaeYong —continuó—, su hijo tendrá que participar en más interrogatorios y demás cosas.
—Oh —la madre de Chittaphon pensó un momento—, sí, esta bien.
Se dirigió a su hijo y le hablo en tailandés— Es la segunda vez que me hablan de esto. ¿Qué hiciste? ¿Me estas mintiendo?
—No —le respondió en su idioma natal—, lo juro, nunca me llevé bien con TaeYong, tú lo sabes.
El oficial sonrió.
—Si eres inocente entonces tienes la oportunidad de demostrarlo —dijo el oficial Kim en tailandés—, habló varios idiomas, no sirve de nada hablar en tailandés frente a mi —se dirigió ahora a Ten, hablando en coreano—, acompáñame.
El menor se despidió de su madre y fue con el oficial.
Se subieron en el auto del superior y fueron a la estación de policía, Chittaphon no podía negar que estaba asustado, pero no lo demostraba, tenía que saber arreglar la situación... si no, si TaeYong lograba escapar y lo encontraba... un escalofrío recorrió su columna.
Cuando llegaron, el Sr. Kim, lo detuvo.
—Creo en que eres inocente —le dijo tomándolo de los hombros—, por favor, espero que sea cierto, si no perderé mi trabajo.
—S-soy inocente —le dijo—, lo juro.
—Eso espero —le soltó—, por eso te defendí.
Chittaphon no entendió de que lo defendió, pero no le tomó mucha importancia.
Ingresaron en la estación, todos los miraban de reojo o directamente, sin temer el contacto visual. Llegaron a una pequeña y oscura sala, en la que solamente había un escritorio con dos sillas.
El resto era tres paredes, la restante tenía un vidrio negro que le impedía ver lo que pasaba al otro lado.
—Dame tu celular —el Sr. Kim le entregó una pequeña canasta de plástico, en la que puso su celular—. Sácate todo lo que tengas de metal, relojes, aretes... joyas en general.
Se sacó sus piercings, los puso en la canasta, se sacó su collar, su reloj y sus manillas.
—Los anillos también —le indicó.
Se sacó todas las joyas y las puso en esa canastita, un poco fastidiado.
—Toma asiento y espera —se acercó a Ten y le susurró en el oído—. No actúes nervioso.
El joven asintió, el oficial salió con sus pertenencias e ingresó otro.
—Buenas tardes joven Leechai-yaporn-kul —¿por qué todos tenían problemas con su apellido?—, espero que haya venido preparado.
¿Preparado para que?