-Capítulo 9-
Iba sentado junto a su madre, llorando y tomándola de la mano.
—Mamá —susurraba—, mamá.
Cuando llegaron al hospital le tocó esperar. Espero por más de media hora, llamó a Kun y él vino casi enseguida.
—¡Ten! —el chino corrío hacia su amigo—, ¿qué paso?
La madre de Kun estaba llorando detrás de su hijo, el padre no asomaba por ninguna parte. El menor les narró todo, desde el interrogatorio hasta el momento en el que llegó a su casa.
—Tranquilo —lo abrazó su mejor amigo—, todo estará bien.
Se sentaron a esperar, Chittaphon seguía con el uniforme que el chino le había prestado hace dos días, no había tenido tiempo para cambiarse.
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—Familiares de la Sra. Leechaiyapornkul —llamó el médico después de una dolorosa espera—, yo... enserio lo lamento, pero perdió demasiada sangre y no sobrevivió...
Ten retrocedió y cayó de rodillas, agarró su cabello y tiro de el con fuerza. Esto era su culpa, si tan solo hubiera llegado antes... si tan solo hubiera llegado a tiempo.
Kun y la Sra. Qian se acercaron a él.
—Ten.
Lo llamaban.
—¡Ten!
—¡Ten!
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Chittaphon abrió los ojos, Kun lo estaba sacudiendo del hombro.
—¡Ten! —lo llamó una vez más—, tu madre ya salió de cirugía.
El tailandés se sintió tan aliviado que abrazó a su amigo como nunca antes, se puso de pie, pero la madre de Kun le detuvo el paso.
—Ten —la señora se arrodilló y abrazó al chico, llorando—, enserio lo lamento.
—¿Qué paso? —preguntó asustado.
—Tu madre —habló la mayor—, tu madre salió bien, esta viva... pero, está... mmm, dormida, y estará en ese estado por un tiempo.
—¿C-cuanto tiempo? —Chittaphon quería llorar y morir en ese momento.
—No lo sabemos cariño.
Fue en ese momento que su mundo empezó a caer en pedazos. No podía ser cierto, no podía ser... Su madre, su querida madre.
Se dirigió a la habitación junto con Kun, cuando entró vio a su madre acostada con una mascarilla de oxígeno en su rostro.
Se acercó a ella y tomó su mano, lloró hasta que se cansó.
Cuando Ten salió de la habitación se encontró con el médico esperándolo.
El menor hizo una reverencia y saludó.
—El estado de su madre —habló el superior—. Verá joven, además de el corte que hubo en la arteria vital, la Sra. Leechaiyapornkul respiró humo tóxico, aun no sabemos con exactitud que fue, pero le pedimos colaborar.
—¿Colaborar en qué? —preguntó el menor.
—En un pequeña investigación —concluyó el doctor.
"No más investigaciones, por favor."
Termino accediendo, cuando llegaron a su casa, había autos de policía a fuera y muchas personas rodeando el lugar.
Logró abrirse paso e ingresar en su hogar.
—No puede estar aquí —le indicó un oficial—, váyase.
—Es... mi casa —respondió tristemente el tailandés.
Lo dejaron pasar, había gente tomando fotos y recogiendo muestras.
Algunas personas se acercaron a él, lo llevaron a un lugar aparte y le preguntaron algunas cosas, las cuales respondió con sinceridad.
—Yo —habló el chico—, estaba en un interrogatorio, estuve dos días ahí, cuando regrese entré a la habitación y vi a mi madre en el suelo, llamé una ambulancia.
—¿Dónde está tu madre? —preguntaron.
—En el hospital... dormida.
Lo dejaron en paz.