-Capítulo 8-
Dejaron a Chittaphon solo esperando por más de media hora.
—Hola pequeño —saludó Min, haciendo a Ten estremecer—, ¿nos vemos otra vez?
El oficial parecía un estúpido, recién se vieron hace unos minutos, parecía que el tiempo pasaba más lento de lo que parecía.
—¿Qué estoy haciendo aquí? —preguntó intentando sonar confiado de si mismo—, no pueden hacerme esto, soy menor de edad.
—Lo seguiremos haciendo hasta que pares de decir mentiras —sonrió Min-seung.
El menor se quedó esperando, cuando el oficial Ji le dijo que lo siguiera, lo hizo, dudo un poco pero lo hizo.
Cuando vio que iba a ingresar a la misma habitación que ayer se contuvo.
—¿Va a demorar mucho? —preguntó.
—No te preocupes muñeco —el superior contestó, guiñándole un ojo.
—No me llames así.
Ingresó en la sala, seguido del idiota detective.
Pasaron las horas, la tensión y el calor de la pequeña sala aumentaba, solamente quería largarse de ese lugar e ir a ver a su madre.
—No me pueden retener aquí más de 48 horas —comentó Chittaphon aburrido y hambriento—, si no encuentran con que "inculparme" no me podrán detener más.
Sonrió ante su propia deducción, puede que haya sonado algo sospechoso, pero nada fuera de lugar, simplemente dijo la verdad.
Después de 20 horas en esa sala, lo dejaron descansar un momento, el tailandés aprovecho ese tiempo para dormir un poco para poder ignorar a su hambriento estómago.
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Cuando el tailandés despertó le dolía la mayoría del cuerpo, se estiró y se sentó bien, lo habían dejado en el mismo lugar que hace unas horas, solamente que ahora estaba con una pequeña manta cubriéndolo.
Se puso de pie, intentó abrir la puerta, pero fue en vano. Gritó, pero nadie vino.
Maldijo en silencio y se sentó en un esquina a seguir descansando.
Justo en el momento en el que Chittaphon estaba cerrando los ojos la puerta se abrió. Dejando ver a Min-seung, enojado.
—¿Qué pasó? —preguntó el menor asustado.
—Siéntate —le indicó el detective, ignorándolo—, tenemos solamente diez horas para terminar el interrogatorio.
Se sentó en frente del detective, se cubrió con la manta todo el cuerpo, excepto la cara, haciéndolo ver adorable.
Continuaron las malditas preguntas.
Ten tenía hambre, mucha hambre, no comía casi nada desde el día pasado, y aunque nunca pensó que diría esto: Extrañaba las clases.
Después de que el tiempo establecido terminará lo dejaron ir, el tailandés tomó sus cosas y salió enojado de la estación de policía.
—¡Agh! —gritó— malditos detectives.
—Te escuché —esa voz... se estremeció—, déjame ayudarte.
Min-seung lo ayudó a ponerse las joyas, cuando termino se acercó al oído del chico, haciendo que se encogiera de miedo.
—No eres culpable —le susurró—, solamente necesito escusas para verte.
Y se alejó.
Mierda, mierda, esto era pura mierda.
Suspiro y se dirigió a su casa caminando, no tenía dinero para un jodido taxi y ya era tarde, muy tarde.
Llegó a su hogar y comió.
No había visto a su madre así que se dirigió con paso lento y seguro a la habitación de su querida mamá.
Tocó la puerta, pero no hubo respuesta.
No escuchaba nada al otro lado y humo salía por la parte superior e inferior de la tabla de madera que los dividía.
Temeroso, abrió lentamente la puerta.
Un humo con fuerte olor golpeó su nariz, se cubrió la boca y nariz con la mano.
Notó algo en el suelo... gotas de sangre... se acercó a su madre... estaba en el piso... sangrando del cuello.
—Mamá —susurró—, no puede ser.
Lágrimas resbalaron por sus mejillas, su madre las limpió debilmente, dejando la cara del menor llena de sangre.
Chittaphon llamó una ambulancia.